Ford
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Si leyó el agudo relato de Amy Goldstein sobre el cierre de una planta automotriz (Janesville), sabrá que es una decisión que tiene consecuencias humanas duraderas. Así que, aunque no me sorprendió que los inversores celebraran el anuncio de General Motors Co. de que cerrará siete plantas y recortará un 15 por ciento de su fuerza laboral, los aplausos todavía se sentían fríos. El capitalismo no conoce de compasión.

Eliminar empleos tan pronto después que los contribuyentes estadounidenses evitaran que GM se hundiera también parece ingrato. Que GM haya gastado US$ 25,000 millones en dividendos y recompras de acciones en los últimos cinco años no mejora precisamente el panorama.

Aun así, probablemente hay algo en la visión de que esta es una reducción necesaria y proactiva de las instalaciones de producción de GM para prepararse para algunos grandes retos que se avecinan. Estos incluyen una desaceleración del mercado automotriz estadounidense, un aumento de los costos de las materias primas y el cambio a vehículos eléctricos menos intensivos en mano de obra.

GM no recibiría las gracias si se cruzara de brazos hoy solo para exigir otro rescate cuando llegue la próxima recesión, que seguramente llegará. Por lo tanto, la máxima ejecutiva Mary Barra merece algo de crédito por tratar de bajar el punto en el que GM alcance el umbral de rentabilidad incluso mientras la economía todavía está en condiciones razonables. Si solo se pudiera decir lo mismo del rival Ford Motor Co.

Ford fue más rápido en anunciar que prácticamente abandonará la producción de automóviles para centrarse en vehículos utilitarios deportivos (SUV) y camionetas que son más rentables. El nuevo jefe, Jim Hackett, también ha planteado la idea de un plan de reestructuración de varios años de US$ 11,000 millones para hacer frente a las "pesas en los tobillos" que lleva Ford.

Hasta ahora, sin embargo, ha entregado muy pocos detalles de lo que esto conllevaría, lo que ha dejado decepcionados a los accionistas y a la fuerza laboral en el limbo. La acción languidece a niveles similares a 2009 y el rendimiento del dividendo es de un 6%, un nivel que a menudo indica que viene una reducción en el reparto (Ford lo niega).

Es probable que una gran parte de los recortes de Ford, cuando por fin se anuncien, se hagan en el extranjero, Estados Unidos representa la mayor parte de su beneficio. GM ya ha estado allí, y ha hecho eso. Barra ha hecho profundos recortes en los mercados emergentes y entregó el negocio europeo del gigante de Detroit a Peugeot en 2017.

Los analistas de Evercore ISI describen el enfoque de Ford como "mucho más prolongado, menos detallado y letárgico". Tienen un punto.

Un comunicado de prensa publicado por Ford el lunes que resume sus esfuerzos de “transformación del negocio” se sintió bastante más que un poco defensivo. Ford no siempre ha sido tan poco preparado. La dolorosa reestructuración que inició en el 2006, que incluyó empeñar el logo oval azul, significó que no tuvo que acudir a Washington cuando se produjo la recesión poco después.

Para ser claros, los recortes de empleos que cambian la vida no deberían ser apresurados, no deberían acelerarse para apaciguar a los accionistas que esperan un retorno a corto plazo. A diferencia de GM, Ford tiene menos que temer de los inversores activistas porque la familia fundadora controla un 40% de los derechos de voto.

Si Ford y Volkswagen AG pueden encontrar una forma significativa de colaborar en tecnologías futuras o en mercados de bajo rendimiento, como se ha informado, valdrá la pena la espera.

Como siempre, sin embargo, hay que lograr un equilibrio entre la protección de los trabajadores y la salud financiera de la empresa. GM ha demostrado dónde están sus prioridades. A Ford podría venirle bien un poco de la determinación de Barra.

Por Chris Bryant

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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