Una de las características de los años de Trump en el poder ha sido el colapso del consenso bipartidista sobre política exterior. Sin embargo, hay al menos una excepción notable: el apoyo a una transición democrática en Venezuela.
Cuando Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional de Venezuela reconocido por Estados Unidos y más de 60 naciones como presidente interino del país, asistió al discurso sobre el Estado de la Unión en Washington este año, recibió una ovación de demócratas y republicanos.
Al día siguiente, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, aplaudió su coraje. “Creemos que la difícil situación del pueblo de Venezuela es un desafío para la consciencia del mundo”, dijo.
El apoyo democrático a la política inicial sobre Venezuela del presidente Donald Trump en el 2019 —apoyo a Guaidó y sanciones contra el presidente Nicolás Maduro— es particularmente importante ahora. En diciembre, Venezuela tiene programadas elecciones para la legislatura que Guaidó ahora lidera. Si Joe Biden gana las elecciones estadounidenses en noviembre, tendrá que decidir la mejor manera de responder a lo que suceda en Venezuela un mes después.
Las primeras señales indican que hará lo correcto. Biden fue el primer candidato presidencial demócrata en 2019 en apoyar a Guaidó como presidente interino, tuiteando tres semanas después de que Guaidó fuera reconocido por Trump: “Es hora de que Maduro se aparte y permita una transición democrática”.
Biden ha sido cuidadoso en decir que no apoya el “cambio de régimen” para Venezuela, una frase utilizada para describir el enfoque de la administración de George W. Bush hacia Irak. Pero ha estado cerca de respaldar la esencia del concepto.
Como comentó a la publicación Americas Quarterly en marzo, Maduro “es un dictador, así de simple, pero el objetivo primordial en Venezuela debe ser presionar por un resultado democrático a través de elecciones libres y justas, y ayudar al pueblo venezolano a reconstruir su país”.
Seamos claros. Las elecciones de diciembre no acercarán a Venezuela a la democracia. Tendrán el efecto contrario al eliminar a la oposición de Maduro del parlamento del país. Esto se debe a que se supone que la Asamblea Nacional debe elegir el órgano para administrar las elecciones.
La corte suprema del país usurpó este poder este año y nombró su propia comisión electoral de “amiguitos”. Además, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela también ha descalificado a los líderes de la mayoría de los partidos de oposición.
Biden no ha entrado en mucho detalle sobre este asunto. Pero el representante especial de Trump para Venezuela, Elliott Abrams, sí. En declaraciones a periodistas la semana pasada, dijo que las recientes travesuras del Tribunal Supremo de Justicia son “Otra demostración más de que con Maduro en el poder y en condiciones de manipular las elecciones y su resultado, no puede haber elecciones libres y justas en Venezuela”.
Abrams y el secretario de Estado, Mike Pompeo, dejaron en claro la semana pasada que Estados Unidos no apoya ningún tipo de negociación con Maduro, excepto una sobre los términos en los que dejaría el poder. Esto contrasta con comentarios de Trump en junio de que podría estar abierto a reunirse con Maduro, lo que socava la política que su administración ha estado construyendo durante los últimos 18 meses. Por ahora al menos, parece que las negociaciones con Maduro están fuera de la mesa.
Entonces Biden tiene una oportunidad. Debilitaría la mano del dictador simplemente diciendo que, de ser elegido como presidente, no reconocería los resultados de las elecciones arregladas que Maduro ha planeado para diciembre.
Tal mensaje sería particularmente efectivo por dos razones, una que tiene que ver con relaciones interpersonales y la otra con relaciones internacionales. Primero, el rechazo de Biden a las próximas elecciones podría confirmar la impresión ya paranoica de Maduro de que el exvicepresidente ha buscado su salida del poder.
En el 2015, Maduro acusó públicamente a Biden de fomentar el cambio de régimen en Venezuela después de reunirse con líderes de países del Caribe. En ese momento, la oficina de Biden dijo que las declaraciones de Maduro eran un esfuerzo para distraer a los ciudadanos venezolanos del empeoramiento de la crisis política y humanitaria en su país. Cinco años después, Biden podría hacer que Maduro dudara de sí mismo nuevamente.
En segundo lugar, y más importante aun, una declaración sobre las elecciones fortalecería la resolución de los países vecinos que han apoyado la entrada de Guaidó y la salida de Maduro. Para los países latinoamericanos que han seguido el ejemplo de Trump, una falsa elección en diciembre sería una excusa atractiva para mejorar las relaciones con el régimen de Maduro. Biden debería dejar en claro ahora que si gana, se espera que mantengan el rumbo que Trump trazó en 2019.