Y en todo momento, Trump, fiel a su estilo bronco, no ha dejado de mostrarse cada vez más agresivo a medida que aumentan los reproches en su contra y las encuestas lo sitúan por detrás del candidato presidencial demócrata, Joe Biden, en las elecciones del 3 de noviembre. (Foto: AFP / Brendan Smialowski y JIM WATSON).
Y en todo momento, Trump, fiel a su estilo bronco, no ha dejado de mostrarse cada vez más agresivo a medida que aumentan los reproches en su contra y las encuestas lo sitúan por detrás del candidato presidencial demócrata, Joe Biden, en las elecciones del 3 de noviembre. (Foto: AFP / Brendan Smialowski y JIM WATSON).

La agresividad contra los inmigrantes, que ha caracterizado el discurso del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la gestión de las dos grandes crisis que le han sobrevenido en la recta final de su mandato, la pandemia del y la movilización encabezada por la comunidad afroamericana, han puesto contra las cuerdas al inquilino de la Casa Blanca a pocos días de que las urnas se pronuncien.

El COVID-19 ha dejado el país patas arriba, pero se ha cebado especialmente con las comunidades más pobres y vulnerables: los latinos y los afroamericanos.

Ante la crisis sanitaria, Trump ha restado importancia al virus y ha insistido en su gestión “inmejorable”; frente al movimiento antirracista y contra la brutalidad policial, el presidente se ha enrocado apelando a la “ley y el orden”; y hacia los inmigrantes ha seguido defendiendo su mantra de que quitan trabajo a los estadounidenses.

Y en todo momento, , fiel a su estilo bronco, no ha dejado de mostrarse cada vez más agresivo a medida que aumentan los reproches en su contra y las encuestas lo sitúan por detrás del candidato presidencial demócrata, , en las elecciones del 3 de noviembre.

Pandemia que cambió el país

El 21 de enero, en medio de las cada vez mayores preocupaciones desatadas en todo el mundo por la expansión de una nueva enfermedad que todavía no tenía nombre y cuyo medio de trasmisión se desconocía, Estados Unidos anunció su primer caso positivo en el estado noroccidental de Washington, donde también se declaró, el último día de febrero, la primera muerte por COVID-19, un hombre de cincuenta años.

Nueve meses después, casi ocho millones de personas se han contagiado y más de 216,900 han muerto, la quinta parte de las muertes registradas en todo el mundo, donde, según la Universidad Johns Hopkins, el número de fallecimientos se acerca a 1.1 millones.

En ese lapso de tiempo, millones de estadounidenses perdieron su trabajo y el número de desempleados pasó de los 6.2 millones en febrero a los 20.5 millones en mayo de este año.

De acuerdo a un estudio de la Universidad de Columbia, entre mayo y setiembre, 8 millones de ciudadanos ingresaron en las filas de la pobreza, especialmente hispanos y negros. Así, si antes de la pandemia el 23.7% de los latinos y el 23.8% de los afroamericanos eran pobres, en setiembre los porcentajes aumentaron a 25.8% y 25.2%, respectivamente.

Una mala gestión que podría pesar en las urnas

Colas del hambre, calles vacías, metros y autobuses sin pasajeros; aumento de la violencia, restaurantes cerrados, estadios, museos, teatros y cines clausurados, aviones en tierra, barrios fantasma.

A lo largo y ancho del país se han visto imágenes desoladoras que contrastan con la actitud adoptada por Trump, de quitarle importancia al asunto y convertirlo en un arma política arrojadiza, externamente contra China, e internamente contra los demócratas.

“La Casa Blanca podría estar dirigiendo en lugar de tratar de restar importancia (a la pandemia) e interferir con algunas de las comunicaciones clave que están sucediendo, porque eso solo hace que el trabajo de todos los que intentan contener esta pandemia sea mucho más difícil y que, lamentablemente, en última instancia, se mide en vidas y medios de subsistencia provocados por el impacto económico en cascada” cuenta el vicedirector del Centro Nacional para la Preparación ante los Desastres de la Universidad de Columbia, Jeff Schlegelmilch.

Un ejemplo de estas luchas e interferencias se han visto en el estado de Nueva York, que en marzo se convirtió en el mayor foco de contagio del país y cuyas autoridades mantuvieron, desde el principio, un pulso político con Trump.

Primero fue la petición de más personal médico, ayuda logística y económica, ventiladores y material de protección, que fueron muy criticadas por el presidente y la clausura de todo negocio no esencial, rechazado por el presidente, y más tarde, la creación de una alianza de varios estados para coordinar la reapertura, lo que fue calificado por el mandatario de “amotinamiento”.

Schlegelmilch critica también la confusión provocada en los ciudadanos por los continuos mensajes contradictorios sobre la pandemia emitidos por las autoridades, con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) recomendando llevar mascarillas y mantener la distancia social “y las imágenes de reuniones para recabar fondos y anuncios en la Casa Blanca con gente que no lleva máscara ni respeta la distancia social”.

Las vidas negras importan

Estados Unidos llega también a las elecciones en el mayor momento de tensión racial de los últimos años, con la oleada de protestas desencadenada por los asesinatos de los afroamericanos George Floyd y Breonna Taylor a manos de policías.

A diferencia de años anteriores, en que las manifestaciones duraban unos días y se concentraban en las grandes ciudades, en el 2020 se han prolongado durante meses -con momentos de mayor o menor intensidad- y han alcanzado tanto pueblos como urbes.

Mantener activa la movilización

“Es muy importante que esto siga porque hasta que no veamos que la gente negra es libre en este país, la injusticia no terminará”, explica Mary Lang, una activista veinteañera de Black Lives Matter (las vidas negras importan) ataviada con un pañuelo en la cabeza, mascarilla, grandes pendientes y un bolso que le cruza el pecho.

Lang lidera una de las múltiples manifestaciones que se siguen produciendo en el área de la bahía de San Francisco, y aunque ya no logran atraer el volumen masivo de gente que atrajeron en los momentos de mayor intensidad en mayo y junio, la joven activista considera que es “muy importante” mantenerlas activas porque Black Lives Matter “está despertando a la gente”.

El poder de los sindicatos policiales

Para la veterana activista Gwenn Craig, “es tremendamente difícil deshacerse de los policías malos en este país”.

Craig lleva décadas en la lucha por los derechos de las minorías, en la que comenzó a involucrarse en el San Francisco de los 60, el del verano del amor y las flores en la cabeza.

Desde el salón de su casa, esta afroamericana apunta al poder de los sindicatos policiales como el principal escollo para lograr cualquier mejora en las relaciones entre la autoridad y la comunidad negra, puesto que impiden que se quiten del cesto “las manzanas podridas”.

“Yo creo en los sindicatos, creo en las vías para proteger los derechos laborales de las personas, pero no pueden llegar al punto de no poder disciplinar y despedir a personas cuyas acciones dañan a los ciudadanos. Cuando alguien abusa una y otra vez de los ciudadanos, hay que echarlos”, afirma contundente Craig.

La cara de las políticas migratorias de Trump

El panorama de agitación social y la pandemia no han distraído a Trump en su política de mano dura frente a la inmigración para movilizar a su base de votantes. Una estrategia que se cobra sus víctimas entre los más vulnerables, como José Aguiluz, un “soñador”, de 31 años, que ha vivido más de la mitad de su vida en Estados Unidos, pero que como miles está sujeto a un estatus migratorio temporal, que lo ha obligado a planear su futuro “en periodos de dos años”.

Su historia es casi la misma de unos 700,000 “soñadores”, como han sido bautizados los jóvenes beneficiados con el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, en inglés), creado en el 2012 por el entonces presidente Barack Obama, y contra el que Trump ha lanzado una cruzada para acabarlo, aunque el Supremo la puso en pausa.

Este “soñador” llegó con 15 años desde Honduras en busca de una cirugía después de que sufriera un accidente de tránsito, que obligó a sus padres a venderlo todo, solicitar un visado de turismo y trasladarse a Maryland (Estados Unidos) junto a sus cuatro hijos.

Hoy, ellos y su primogénito forman parte de los cerca de 11 millones de indocumentados que residen en el país, mientras que Aguiluz y sus dos hermanos menores lograron ser amparados con DACA.

DACA, el TPS, las separaciones de familias migrantes, las restricciones para determinados tipos de visados... La ofensiva de Trump frente a la inmigración tiene numerosos frentes abiertos, con un solo objetivo, la reelección.

Una “postura antiinmigrante”, que lamenta Aguiluz: “Nos hemos vuelto chivos expiatorios para muchos de los problemas de este país. Nos echan la culpa para todo”.