México
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Desde 1993, el año anterior a que el (TLCAN) entrara en vigor, el producto interno bruto per cápita de México ha aumentado en alrededor de un 26% en términos reales.

Eso es mucho mejor que la caída total del PBI per cápita que experimentó el país a lo largo de la década de los ochenta. Pero no está ni cerca de los incrementos del 41% del PBI real per cápita experimentados por Canadá y Estados Unidos, los otros signatarios del TLCAN, y ni hablar de China, donde el PBI per cápita ha aumentado más del 600% desde 1993.

El panorama podría ser ligeramente mejor que este para el trabajador mexicano medio, dado que, según algunos indicadores, la desigualdad de ingresos disminuyó en el país durante aproximadamente una década a partir de mediados y fines de los noventa.

Por otra parte, un estudio del 2017 de Ingrid Bleynat y Paul Segal de King’s College London y Amílcar Challú de Bowling Green State University, que estima la desigualdad de ingresos dividiendo los salarios promedio de los trabajadores de la construcción en el área de Ciudad de México por el PBI per cápita, concluyó que esta desigualdad nunca cayó por debajo de los niveles previos al TLCAN y ha vuelto a subir últimamente.

Ese estudio, que abarca más de dos siglos, también descubrió que los salarios reales para los trabajadores de la construcción en Ciudad de México han aumentado solo un 80% desde 1800, mientras que el PBI real per cápita se ha multiplicado por ocho. Eso ciertamente no puede atribuirse por completo al TLCAN, pero es un contexto útil.

La gran explosión del nivel de vida que transformó la vida en EE.UU., Europa Occidental y algunos otros lugares en los últimos dos siglos ha sido menos explosiva para la mayoría de los mexicanos y desde que abrió su economía al mundo a partir de la década de 1980, México se ha quedado aún más atrás.

Explicar por qué esto es así es el tema de una literatura de desarrollo gigantesca que no puedo esperar comprender completamente, mucho menos explicarla aquí.

Su subconjunto posterior al TLCAN es un poco más fácil de comprender, con la "economía de dos velocidades" del McKinsey Global Institute de "multinacionales competitivas a nivel mundial y fábricas de vanguardia" y "un grupo mucho más grande de empresas tradicionales mexicanas que no contribuyen al crecimiento" proporcionando quizás el mejor resumen de una frase. Sin embargo, ahora estoy en mi primera visita prolongada a México y las implicaciones, más que las explicaciones, han estado ocupando mi atención.

Una implicancia es que un candidato como el populista Andrés Manuel López Obrador, actualmente el favorito en la carrera presidencial de este año, pueda ganar muchos puntos políticos criticando a los capitalistas mexicanos y evocando la nostalgia por el periodo comprendido entre 1940 y mediados de la década de 1970, cuando los trabajadores mexicanos lograron grandes aumentos salariales en medio de una fuerte intervención económica del Gobierno y un comercio exterior limitado.

Otra es que, mientras que un candidato y ahora presidente como el populista Donald Trump aparentemente también puede ganar puntos políticos al describir a EE.UU. como un perdedor en el comercio con México, es difícil respaldar esa afirmación con datos económicos. Se puede argumentar que los trabajadores estadounidenses han sido perdedores, o al menos no grandes ganadores, en las últimas décadas, pero a los trabajadores de México les ha ido aún peor.

A continuación verá el resumen del 2014 del economista de la American University Robert A. Blecker de la evidencia después de 20 años del TLCAN:

El TLCAN no hizo que México convergiera hacia EE.UU. en el ingreso per cápita ni resolvió los problemas de empleo de México ni frenó el flujo migratorio. El TLCAN fomentó una mayor integración de EE.UU. y México y ayudó a transformar a México en un importante exportador de bienes manufacturados.

Sin embargo, los beneficios para la economía mexicana se atenuaron por la gran dependencia de insumos intermedios importados para la producción de exportaciones, así como por la competencia china en el mercado de EE.UU. y en el país.

El aumento a largo plazo en el empleo manufacturero en México (alrededor de 400,000 empleos) fue pequeño y decepcionante, mientras que las manufacturas estadounidenses cayeron en picada en 5 millones, pero más debido a las importaciones chinas que a las importaciones de México.

Tanto en México como en EE.UU., los salarios reales se han estancado, mientras que la productividad ha seguido aumentando, lo que genera una mayor cuota de ganancias y una tendencia a una mayor desigualdad.

Dado que las negociaciones para renegociar el pacto comercial se mueven caprichosamente en Washington, es importante tener en cuenta estos hechos. El TLCAN no ha sido un desastre para EE.UU. ni una bonanza para México.

Puede haber ayudado a América del Norte como un todo a resistir mejor el surgimiento de China como ente transformador de la economía mundial de lo que hubiera sido de otra manera, pero en realidad, quién sabe. Y para muchos mexicanos que acudirán a las urnas en julio, la sensación de que las cosas no han mejorado mucho en mucho tiempo se basa en algo más que la nostalgia.

Por Justin Fox

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.