Donald Trump
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Hay algo extraño sobre el fuego y la furia que el presidente de Estados Unidos, , planea causar a los extranjeros que están destruyendo la industria manufacturera estadounidense: a los extranjeros no parece importarles.

La noticia de los aranceles propuestos del 25% al acero y el impuesto del 10% a las importaciones de aluminio se conoció el jueves durante la hora de almuerzo en la Bolsa de Shanghái. Las acciones de Baoshan Iron & Steel Co., el mayor productor de China que cotiza en bolsa, registraron rápidamente la mayor caída desde, hmm, el miércoles.

Fue el mismo patrón cuando los mercados abrieron el viernes en Asia, donde las caídas del mayor productor japonés, Nippon Steel & Sumitomo Metal Corp., y el gigante coreano Posco estuvieron prácticamente en línea con los declives que sufrieron dos días antes.

La caída previa no fue provocada por nada que ocurriera en Washington, sino que por un índice de manufacturas chino que inesperadamente se ubicó cerca de 0.8 puntos por debajo de la proyección.

Es de esperar. Para toda la tempestad que proviene de la Casa Blanca, el comercio de acero y aluminio de China con Estados Unidos no es tan significativo. El lado del acero, el más grande, representa alrededor del 0.2% del comercio mundial, y solo el 3.3% de las exportaciones de China a EE.UU., a la par con el comercio de zapatos.

La electrónica, la maquinaria, los muebles, la ropa, los juguetes y los vehículos -algunos de los cuales contienen cantidades sustanciales del metal expuesto a los aranceles- son mucho más importantes.

Lo que a los fabricantes de acero de China les importa mucho más es su mercado interno, que consume alrededor de la mitad del acero del mundo y ha tenido un desempeño bastante bueno en los últimos tiempos.

Gracias a una ola de fusiones y el cierre de hornos de arco eléctrico de pequeña escala en los últimos años, las ganancias de los altos hornos han disfrutado de su mejor racha de esta década, de acuerdo con un índice basado en los costos compilado por Bloomberg Intelligence.

Es cierto que hay cierta conexión entre el mercado local chino y el mundial. Cuando Pekín trató de reequilibrar la economía hacia el consumo y alejarse de la industria pesada en el 2013, la demanda local sufrió y las exportaciones aumentaron.

Aun así, la gran mayoría de esos productos fueron a Corea del Sur, junto con las naciones del sur y sureste de Asia y el Medio Oriente que utilizaban acero chino para cubrir los déficits en su propia producción a medida que aumentaban la capacidad. El flujo del metal que se dirigía a EE.UU. durante esos años ha disminuido a una cantidad mínima como resultado de las acciones comerciales existentes.

Si, como se afirma comúnmente en EE.UU., China estuviera explotando subrepticiamente puertas traseras a través de terceros países, es notable que las dos únicas naciones dentro de la lista de los 10 principales destinos de exportación de China que también están en la lista de las 10 principales importaciones de EE.UU. sean Corea del Sur y Taiwán, que son importantes productores por sí mismos.

Como ha argumentado Gadfly, el enfoque de la administración Trump en la fabricación de metales no entiende la naturaleza del comercio de EE.UU. con el mundo, donde el déficit no está en las materias primas, sino en los productos terminados.

Es más barato para los consumidores estadounidenses comprar cosas hechas en el extranjero, y eso es lo que han estado haciendo durante muchos años. No es extraño, entonces, que los fabricantes de acero estadounidenses hayan sido reacios a invertir, mostrando algunas de las tasas más bajas de gasto de capital e investigación y desarrollo a nivel mundial.

Esa negativa a gastar ahora parece haber recibido su recompensa en la forma de la nueva postura proteccionista de Washington. Pero los fabricantes más innovadores de automóviles, maquinaria y de aeronaves que consumen metal estadounidense son los que emplean a más trabajadores y muestran mejores perspectivas para la economía del país. Elevar los costos de los materiales que enfrentan protegiendo las ineficientes fábricas locales solo agravará sus problemas.

Por David Fickling

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.