Estadounidenses. (Foto: EFE).
Estadounidenses. (Foto: EFE).

Por Michael R. Strain (*)

El crecimiento económico se encuentra bajo amenaza. O más concretamente, la idea de que las políticas públicas deberían poner un gran énfasis en la tasa de crecimiento de la economía está siendo atacada tanto por la derecha política como por la izquierda.

Tradicionalmente, los conservadores han dado gran importancia al crecimiento como la mejor forma de beneficiar a todos los estadounidenses. Pero en los últimos años, algunos derechistas han adoptado más el pensamiento apoyado por Stephen Bannon, exasesor del presidente y otros llamados populistas, que minimizan la importancia del crecimiento para el bienestar de muchos estadounidenses de la clase trabajadora.

El último argumento a favor de esa posición viene de Oren Cass, un analista político conservador del Manhattan Institute. En su nuevo libro, "The Once and Future Worker", Cass afirma que los resultados de décadas de políticas diseñadas para fomentar el crecimiento del PIB son "vergonzosos" y que han "sacado a la nación de su camino".

Michael Anton, exasesor de Trump y becario senior del conservador Instituto Claremont, ofrece una opinión similar, cuestionando la presunción de que el progreso tecnológico y económico es deseable y que la innovación es “buena en sí misma".

En la izquierda, el "socialismo democrático" y otras variedades de aversión al statu quo económico por largo tiempo han restado importancia a hacer del crecimiento una prioridad máxima. Y la influencia de estas voces va en aumento.

Si el riesgo para la sociedad estadounidense de la posibilidad de que este pensamiento (sorprendentemente) bipartidista pueda endurecerse y convertirse en sabiduría convencional no fuera tan grave, sería tentador desestimar el negativismo hacia el crecimiento económico como una falacia lógica y seguir adelante. No conozco a ningún economista o figura pública seria que abogue por el singular enfoque de maximizar el crecimiento del PIB a expensas de todo lo demás.

Para su crédito, los críticos populistas de una política pública orientada hacia el crecimiento a menudo reconocen que persigue programas que reducen la tasa de crecimiento de la economía al perjudicar el funcionamiento del mercado a través, por ejemplo, de gravar a los estadounidenses de mayores ingresos para financiar programas de seguridad social.

Pero ese reconocimiento sirve para hacer sus críticas –y su postura general hacia el crecimiento económico– incluso más difíciles de entender.

De hecho, los conservadores han tenido razón en su tradicional enfoque del crecimiento. Recordemos por qué.

Esta tarea se hace más fácil por la prueba visible de que la candente economía de EE.UU. es el mejor programa de empleos disponible para trabajadores de bajos ingresos y vulnerables. Como escribí en una columna anterior este mes, esta fortaleza está beneficiando a los trabajadores de bajos ingresos más que a otros grupos.

La tasa de desempleo de los trabajadores menos calificados está superando su promedio en mayor medida que la de los trabajadores especializados. Los ingresos crecen significativamente más rápido para los trabajadores sin un diploma de escuela secundaria que para los trabajadores con estudios superiores. La tasa de empleo de los trabajadores con discapacidad ha aumentado un 26 por ciento en los últimos seis años. Los exconvictos parecen estar teniendo menos dificultades en la fuerza laboral que en años anteriores, y es menos probable que los empleadores requieran verificación de antecedentes al postular a un empleo.

El crecimiento no solo ayuda a los hogares de bajos ingresos y de clase trabajadora en el corto plazo. Durante períodos más largos, cambios en la tasa de crecimiento que parecen ser pequeños tienen grandes consecuencias. En las últimas cuatro décadas, por ejemplo, el PIB real por persona aumentó de aproximadamente US$28.000 a más de US$55.000, con un crecimiento de alrededor del 1,7 por ciento al año. Si el crecimiento hubiera sido del 1 por ciento, el PIB per cápita promedio sería de alrededor de tres cuartos de lo que es hoy.

Los críticos de hoy de la política pública centrada en el crecimiento tienen razón al decir que una marea alta no levanta todos los barcos por igual, y no los levanta instantáneamente. Pero con el tiempo, todos los barcos suben considerablemente.

Hay otra razón por la que ahora es el momento equivocado para cuestionar la importancia del crecimiento. Las presiones demográficas están impulsando la tasa de crecimiento potencial de la economía por debajo de su promedio histórico. Durante este período, necesitamos hablar más, no menos, de cómo hacer que el PIB crezca más rápido.

Los populistas, por supuesto, tienen razón de que también necesitamos hablar de programas específicos diseñados para ayudar a la clase trabajadora, incluso si financiar estos esfuerzos pueda frenar el crecimiento. Existen muchos programas de este tipo por los que vale la pena hacerlo, incluyendo los subsidios a las ganancias (que Cass también apoya ampliar). Pero es necesario recordar a los populistas que es precisamente una economía que crece la que crea el espacio financiero y político para este tipo de programas.

Restar importancia al crecimiento nos llevará a tomar decisiones imprudentes, olvidando el verdadero costo de los programas. Entre los populistas de izquierda y derecha, minimizar el crecimiento hace que sea más fácil atacar el libre comercio y la inmigración, ignorar la deuda nacional, y apoyar programas caros e ineficientes como las garantías de empleo federales.

Imagine el mundo en el año 1900. No había viajes por el aire, ni antibióticos, ni iPhone, ni Amazon Prime, ni modernas escuelas secundarias, ni aire acondicionado. En comparación con hoy, la gente estaba hambrienta de conocimiento y ocio.

Cualquiera que hubiera minimizado el crecimiento hace un siglo no sabría que estaba debatiendo en contra de cualquiera de estas cosas, porque ninguna de estas comodidades de la vida moderna producto del crecimiento se habían inventado todavía. Pero habría puesto la existencia de todo esto en riesgo al sofocar, incluso marginalmente, el motor económico que permitió su creación.

¿Qué no existe todavía del mundo del mañana? Necesitamos crecimiento para encontrar la respuesta, tanto para nosotros mismos como para la posteridad.

El crecimiento económico también fomenta los bienes morales. En un mundo con un crecimiento lento, la forma más fácil de que a mí me vaya mejor es que a ti te vaya peor. En un mundo con rápido crecimiento, me puede ir mejor sin que a ti vaya peor. A ti también te puede ir mejor.

El crecimiento facilita las aspiraciones. Los que lo subestiman deberían recordar que el dinamismo y el aumento de oportunidades permiten a los jóvenes soñar y esforzarse, y permiten que el resto de nosotros apliquemos nuestros talentos, esfuerzos y habilidades para contribuir a la sociedad de la mejor manera posible, para proveer a nuestras familias, y para llevar vidas plenas y prósperas.

El aumento del populismo ha creado un desafío bipartidista para la importancia del crecimiento económico. Si este desafío no se enfrenta, las frustraciones de hoy podrían atormentar nuestro mañana.

(*) Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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