(Foto: Difusión)
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Desde que unió por primera vez el Bajo Manhattan y Harlem en 1904, el “subway” de nunca dejó de funcionar.

Hubo breves interrupciones por el ataque terroristas del 11 de setiembre del 2001 y por huracanes y tormentas, pero por más de 115 años el rugido metálico del tren subterráneo ha mantenido latiendo el corazón de la ciudad. Si hay algo que nunca duerme en Nueva York, es su subway.

La semana pasada, sin embargo, los trenes se detuvieron por primera vez en una suspensión del servicio planificada. Entre la una y las cinco de la mañana se desinfectan vagones y estaciones en una humilde concesión a la del coronavirus. Nueva York, después de todo, es una de las ciudades más golpeadas del mundo por el

El concepto de “último tren” era desconocido para los neoyorquinos. El tren funciona las 24 horas. Una interrupción de cuatro horas puede no parecer nada serio, pero se hace sentir en una ciudad como Nueva York, donde siempre hay gente en la calle y mucha actividad nocturna.

“Sin el subway, Nueva York no funciona. La gente se pregunta, “¿qué pasa si la gente usa su auto una vez pasada la pandemia? No podrá hacerlo. Si todo el mundo quisiese manejarse en auto en Nueva York, Long Island tendría que transformarse en un gigantesco estacionamiento”, expresó Kenneth T. Jackson, profesor de historia de la Universidad de Columbia y autor de “Empire City: New York Through the Centuries” (Ciudad Imperial: Nueva York a través de los siglos).

Long Island es una gran isla separada de Manhattan por el río Este, que incluye los distritos de Queens y Brooklyn, ambos parte de la ciudad de Nueva York, en un extremo y los Hampton en el otro.

El tren subterráneo “es más importante que las escuelas públicas. Es más importante que todo”, sostuvo Jackson.

Por más que la gente esté encerrada en sus casas, suspender el servicio del tren por cuatro horas tiene un enorme impacto. La cantidad de personas que viajan en el tren bajó 90% en abril, pero la Autoridad del Transporte Metropolitano, que maneja el subway, calcula que unas 11,000 personas seguían usando el servicio entre la una y las cinco de la mañana.

Se trata mayormente de gente que se desempeña en funciones consideradas indispensables, incluido personal de hospitales y residencias de ancianos que están en la primera línea de fuego en la lucha contra el virus.

El subway es considerado el gran “igualador” de la ciudad ya que sirve a todos indistintamente. Sin ese medio de transporte, aunque sea por unas pocas horas, se empiezan a notar las diferencias sociales.

“Se hace más evidente la diferencia entre los que tienen y los que no”, según CliftonHood, autor de “722 Miles: The Building of the Subways and How They Transformed New York” (722 millas: La construcción del subway y cómo transformó Nueva York). “La mayoría de los profesionales pueden trabajar desde sus casas. Lo que ves en la calle ahora es la gente que no tiene otras opciones”.

Los indigentes son tal vez los más golpeados por la interrupción del servicio nocturno. En un día normal, unos 2,000 indigentes pasan la noche en los trenes, escapándole al frío durante los inviernos.

Igual que otros sistemas de trenes subterráneos de ciudades grandes, los administradores de la red de Nueva York analizan cómo harán frente a los nuevos desafíos de la era post-pandemia.

Unos 5 millones de usuarios viajan en el subway en un día de semana. Eso ya no será posible con las nuevas normas de distanciamiento social, según la presidenta interina del sistema de transporte Sarah Feinberg.

“No creo que nadie sepa cuándo podremos volver a ese nivel de usuarios”, expresó Feinberg. “Pero tendremos que volver. No tenemos otra opción en Nueva York”.

Los historiadores pronostican que Nueva York volverá a ser la misma ciudad diversa y vital de siempre, con trenes repletos. Después del ataque del 11/9 algunos pronosticaron que desaparecerían los rascacielos y la gente les escaparía a los trenes subterráneos. Pero hay un boom en la construcción de edificios altos y cada vez viaja más gente en el subway.

“Prefiero ver la suspensión del servicio más como una limpieza a fondo que como un presagio fatalista”, dice Mike Wallace, autor de “Gotham: A History of New York City to 1898” (Gotham: Historia de Nueva York hasta 1898). “Las últimas semanas fueron horrendas, pero la ciudad ha sobrellevado otras calamidades. No se puede subestimar su vigor”.