(Foto: AFP)
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Aferrarse a una mentira se ha convertido en una prueba de lealtad a y un medio de preservación para los republicanos.

Las desacreditadas acusaciones de Trump sobre unas elecciones robadas no hicieron nada para salvar su presidencia cuando cortes, gobiernos estatales y hasta el Congreso —que sufrió una insurrección avivada por las declaraciones del exmandatario— afirmaron la legitimidad de su derrota y la honestidad del proceso que condujo a ello.

Ahora esas denuncias de Trump, igual de falsas que antes, están teniendo un segundo aire.

Ahora los republicanos parecen creer en esas falsedades, o están fingiendo que las creen o, como mínimo, no las están negando. Republicanos que se atreven a rechazar las mentiras — desde Georgia hasta Arizona — enfrentan la furia de los leales al exmandatario.

Solo unos pocos republicanos en Washington están desafiando a Trump pues saben que hacerlo tiene un costo.

Liz Cheney, conservadora de toda la vida e hija de un vicepresidente que alguna vez fue amado por la derecha republicana y se ganó el apodo de Darth Vader, estuvo dispuesta a pagarlo.

“La historia está observando”, escribió la congresista de Wyoming mientras los republicanos de la Cámara de Representantes se preparan para despojarla de su puesto como número 3 de la cámara baja la semana que viene por enfrentarse a Trump. “Los republicanos deben defender principios genuinamente conservadores y alejarse del peligroso y antidemocrático culto a la personalidad de Trump”.

Todas las víctimas de los ataques de Trump coinciden en que los republicanos están empeñados en propagar una “gran mentira”. El presidente lo dice. Cheney lo dijo. Dominion Voting Systems alega en una demanda masiva que el abogado de Trump, Rudy Giuliani, “fabricó y difundió la ‘Gran Mentira’”.

Trump trató de apropiarse de la frase volviéndola en contra de sus acusadores, como lo hizo durante su presidencia contra las “noticias falsas”.

“No pueden cambiar las elecciones del 2020, pero pueden usarlas para justificar restricciones al derecho al voto”, dijo el académico en derecho electoral Richard Hasen de la Universidad de California, Irvine, sobre los leales a Trump.

“Es extremadamente preocupante para la democracia estadounidense y socava la confianza de los votantes en la integridad del proceso electoral. Es muy peligroso”.