Por Martin Langfield (columnista de Reuters Breakingviews, las opiniones expresadas son personales).

"Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos", dice el refrán. No tanto, según cuenta Andrew Selee en su nuevo libro, "Vanishing Frontiers: The Forces Driving Mexico and the United States Together".

Ambos países, que comparten una frontera de más de 3,000 kilómetros y una historia a veces sangrienta, están unidos por lazos complejos y cada vez más profundos que contradicen los prejuicios fáciles.

Las diatribas nacionalistas del presidente y sus partidarios podrán atraer la mayor parte de la atención, pero los negocios y películas biculturales, una cooperación más cercana en seguridad y pasiones deportivas compartidas son indicios más claros del futuro, escribe Selee, presidente del Instituto de Políticas Migratorias, un grupo no partidista de expertos con sede en Washington.

Ciertamente, la decisión de la , el organismo que gobierna el fútbol mundial, de otorgar la realización del Mundial de fútbol del 2026 a Estados Unidos, México y Canadá en una presentación conjunta, solo días después de la publicación del libro, podría decir mucho más sobre su futuro común que los tuits furiosos de Trump sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ().

El dinero dirige la conexión transfronteriza. Las compañías mexicanas, con nombres usualmente desconocidos para el público estadounidense, están detrás de muchos bienes y servicios usados por los consumidores todos los días. Incursiones económicas exitosas incluyen a los teléfonos celulares de prepago TracFone y Straight Talk, subsidiarias de la mexicana América Móvil.

Grupo Bimbo, mayor elaborador mundial de panes, comercializa los refrigerios English Muffins de Thomas y Sara Lee. Y Selee da crédito a la siderúrgica DeAcero al haber salvado a la industria estadounidense de los clavos mediante la compra de la vapuleada Mid Continent Nail en el 2012.

La inversión extranjera directa de en se cuadruplicó a US$ 17,000 millones entre el 2005 y el 2016, superando la inversión de todos los países ricos en petróleo del Golfo Pérsico e Israel en conjunto.

Desde que el TLCAN entró en vigor en 1994, el comercio entre sus tres signatarios se ha cuadruplicado; al menos 30 de los 50 estados norteamericanos ahora dependen de México como uno de sus dos principales mercados de exportación.

Los procesos productivos, especialmente de autos, están profundamente entrelazados. Si bien algunos empleos estadounidenses desaparecieron con el TLCAN, la inversión mexicana ha salvado y creado otros.

Las remesas enviadas por los trabajadores migrantes a casa, que en total ascienden al menos a US$ 21,000 millones al año en la última década, ajustan aún más la conexión.

Selee cita el ejemplo de Demetrio Juárez, nacido en México y propietario de un restaurante en Hazleton, Pennsylvania. El dinero que ganaron él y su padre, trabajando en cocinas de Nueva York, pagó la educación de seis hermanos que ahora trabajan en medicina, odontología, derecho y contabilidad en México.

Mientras, algunos emprendedores de Sillicon Valley invierten en compañías nuevas al sur de la frontera, en el floreciente centro tecnológico de Guadalajara.

La perspectiva favorable que tiene el libro sobre la migración relativiza una noción pregonada por Trump de los mexicanos como violadores y narcotraficantes que invaden el país y roban empleos estadounidenses.

Desde el 2009, escribe Selee, más mexicanos parecen haber estado dejando Estados Unidos que llegando al país. Hoy arriban más inmigrantes de Asia, no Latinoamérica.

La mayoría de los mexicanos que cruzan la frontera lo hacen con visas legales. El ascenso de una clase media más amplia, alimentada por el TLCAN y por el declive de las políticas económicas estatistas de México desde la década de 1980, es un factor mayor.

También, México y su vecino del norte están cada vez más relacionados por gasoductos y la red eléctrica. La liberalización de la industria petrolera del país ha atraído a grandes empresas estadounidenses para invertir en revitalizar la producción de crudo del país.

En la esfera cultural, los mexicanos Alfonso Cuarón, Alejandro Iñárritu y Guillermo del Toro han ganado el premio Oscar a mejor director en cuatro de los últimos cinco años, tres veces trabajando con el mismo cineasta mexicano, Emmanuel Lubezki.

Fútbol
El fútbol se torna cada vez más popular en Estados Unidos en parte debido al interés de su población latina.

Los planteos nacionalistas a ambos lados de la frontera son una amenaza para esos logros. El veterano izquierdista mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien lidera los sondeos de opinión antes de las elecciones presidenciales del 1 de julio en su país, ha deleitado a las multitudes al advertir en respuesta a la retórica de Trump que su país no será tratado como una piñata.

Si gana el cargo por un mandato de seis años, AMLO, como es conocido ampliamente, ha indicado que favorece una economía más orientada a lo doméstico, con énfasis en la autosuficiencia nacional y mucho menos entusiasmo por la liberalización energética.

Entre ellos, los dos presidentes podrían empañar mucho de lo que celebra Selee. Pero para cuando llegue el Mundial del 2026, ambos estarán fuera del gobierno. Mientras, sus dos países no se habrán ido a ningún lado.

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