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El presidente estadounidense, Donald Trump, lanzó un ambicioso plan de inversiones por valor de US$ 1.5 billones para renovar la decadente infraestructura del país, aunque aún debe hallar los recursos para semejante iniciativa.

¿Es la situación realmente seria?
Construidas en su mayoría en las décadas de 1950, 1960 y hasta 1970, las rutas, puentes, vías férreas y aeropuertos del país están en estado lamentable. El propio presidente Trump clasificó esa condición como "decrépita".

Según la Asociación de Constructores de Autopistas (ARTBA), por lo menos un tercio de los 226,837 puentes y un tercio de los 17,726 pasos sobre nivel en todo el país precisan de reparos urgentes, aunque la entidad apunta que eso es apenas "la punta del iceberg".

¿Es este un debate novedoso?
La Asociación Estadounidense de Ingenieros Civiles (ASCE) no cesa de hacer sonar las alarmas por lo menos desde 1998, hace 20 años. En ese año, en una escala de A a F, atribuyó a la infraestructura del país la nota D, y estimó que la modernización completa requeriría por lo menos US$ 2 billones en un plazo de 10 años.

Ya durante su gobierno el expresidente Barack Obama había tratado de hacer que el Congreso aprobara un plan de inversiones para renovar al precario sistema de transportes públicos, pero esos esfuerzos fueron bloqueados por los legisladores republicanos, los mismos que ahora aplauden el programa de Trump.

¿Cuál es el plan del presidente?
En su discurso del martes sobre el estado de la Unión, Trump pidió al Congreso apoyar un plan de inversiones de por lo menos US$ 1.5 billones en infraestructura, pero no ofreció detalles sobre la forma de alcanzar ese programa.

Solamente se refirió a la necesidad de simplificar la sumamente confusa normativa que reglamenta las obras públicas. Trump recordó que el Empire State Building fue construido en apenas un año, en 1931, y que actualmente construir una ruta requiera diez años debido a la burocracia.

Para Jacob Kirkegaard, especialista del Peterson Institute, lo que Trump ha presentado "no es un plan, sino apenas un número".

El mecanismo más probable ideado por los republicanos será el de una asociación público-privada.

Sin embargo, Kirkegaard apuntó que "una aspiración no es un plan, es un deseo. Y esta aspiración es completamente irreal".

Además, señaló, el Congreso probablemente apelará a una participación del Estado federal, pero el déficit público ya está en riesgo a raíz de la enorme reducción de impuestos impulsada por el propio gobierno y aprobada a fines del año pasado.

¿Cuáles son las opciones?
Otras soluciones tienen una pesada carga política, como repasar el costo a los usuarios mediante peajes, como ya lo hace el estado de Texas, o aumentar los impuestos federales al combustible, una alternativa que fue eliminada de las discusiones ya en 1993.

¿Todos los proyectos se financian por igual?
Ninguna infraestructura se financia de la misma forma. Los aeropuertos, por ejemplo, son administrados por inversionistas privados, y las autopistas entre estados son construidas por el gobierno federal aunque su cuidado está a cargo de cada gobierno estadal. Al mismo tiempo, las rutas secundarias son responsabilidad de los condados.

¿Cuál es el impacto en la economía?
De acuerdo con ARTBA, "las aproximadamente 48,000 millas o poco más de 77,000 kilómetros de carreteras que conectan los estados cargan sobre sus hombros literalmente la economía estadounidense, y transportan el 75% del tránsito de camiones pesados del país.

Según Alison Premo, economista jefe de ARTBA, los congestionamientos "le cuestan al sector de transporte carretero más de US$ 60,000 millones al año en productividad perdida y gasto de gasolina, lo que aumenta todo lo que se produce, se compra o se exporta".