En esta foto de archivo tomada el 24 de noviembre de 2011, un hombre usa su teléfono celular para registrar la actividad de otros manifestantes antigubernamentales durante una manifestación masiva en la plaza Tahrir de El Cairo, Egipto, durante la Primavera Árabe. (Foto de Odd ANDERSEN / AFP).
En esta foto de archivo tomada el 24 de noviembre de 2011, un hombre usa su teléfono celular para registrar la actividad de otros manifestantes antigubernamentales durante una manifestación masiva en la plaza Tahrir de El Cairo, Egipto, durante la Primavera Árabe. (Foto de Odd ANDERSEN / AFP).

Diez años después del surgimiento de la Primavera Árabe, Túnez prosigue su democratización, a diferencia de los otros países que han caído en la represión, la guerra y el caos.

Pero el resultado sangriento de estas revueltas populares, en particular en Siria o Libia, no ha impedido que su eslogan estrella --”El pueblo quiere la caída del régimen”-- siguiera resonando, sobre todo en el 2019 en Líbano, Irak, Argelia o Sudán, donde jefes de Estado en el poder desde hace décadas fueron al fin depuestos.

Túnez: pionero y superviviente

El 17 de diciembre del 2010, la inmolación del vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, harto de la miseria y el acoso policial, desencadena un levantamiento popular. El 14 de enero del 2011, el régimen policial de Zine El Abidine Ben Ali cae tras 23 años en el poder.

En octubre, el movimiento islamista Ennahdha consigue más de 40% de los escaños de la Asamblea Constituyente en las primeras elecciones libres del país. En diciembre, Moncef Marzouki, un militante de izquierda, es elegido presidente por la constituyente.

En el 2014, el país adopta una nueva Constitución y organiza elecciones legislativas, que gana el partido antiislamista Nidaa Tounès frente a Ennahdha. Béji Caïd Essebsi es elegido presidente por sufragio universal.

Cinco años después, en el 2019, Ennahdha se convierte en el principal grupo del Parlamento, aunque sólo con un cuarto de los escaños. Un profesor universitario retirado y prácticamente desconocido en el escenario político, Kais Saied, es elegido presidente.

Tras tres atentados sangrientos del grupo Estado Islámico (EI) en el 2015, la situación de la seguridad mejora, pero otros atentados golpean al país.

Y la joven democracia tunecina sufre por la inestabilidad política y una situación socioeconómica difícil.

Egipto: la represión

El 25 de enero del 2011, se inician unas manifestaciones gigantescas contra Hosni Mubarak, que lleva casi 30 años en el poder. El 11 de febrero, tras 18 días de revuelta y cerca de 850 muertos, Mubarak entrega el poder al ejército.

En junio del 2012, Mohamed Mursi, candidato de los Hermanos Musulmanes, se convierte en el primer islamista en presidir el país. Pero tras un año marcado por la crisis, es depuesto por el ejército dirigido por Abdel Fatah al Sisi.

A mediados de agosto del 2013, las fuerzas del orden dispersan violentamente dos sentadas proMursi en El Cairo y matan a más de 800 manifestantes. En siete meses, mueren 1.400 personas, la mayoría islamistas.

Elegido presidente en el 2014 y reelegido en el 2018, Sisi es acusado a menudo por oeneges de instaurar un régimen ultrarrepresivo, contra los islamistas, pero también contra los militantes laicos y de izquierda.

En el 2019 se aprueba una polémica reforma constitucional que permite la prolongación de la presidencia de Sisi y refuerza sus poderes.

Yemen: la hambruna

El 27 de enero del 2011 se inicia una movilización de decenas de miles de manifestantes que reclaman la salida de Alí Abdalá Saleh.

Al término de una transición negociada bajo la presión de las monarquías del Golfo, Saleh cede el poder en febrero del 2012 a su vicepresidente Abd Rabbo Mansur Hadi.

En el 2014, los rebeldes hutíes conquistan vastas regiones, entre ellas, la capital Saná. En marzo del 2015, Arabia Saudita lidera una coalición militar para frenar el avance de los hutíes.

El conflicto ha matado a decenas de miles de personas, en su mayoría civiles, según organizaciones humanitarias, y el país está “en inminente riesgo de hundirse en la peor hambruna que el mundo ha conocido en décadas”, alertó recientemente la ONU.

Baréin: una protesta aplastada

El 14 de febrero del 2011 empiezan las protestas en el país más pequeño del Golfo, de mayoría chiita pero gobernado por una dinastía sunita. El levantamiento es aplastado a mediados de marzo tras la entrada de tropas del Golfo, sobre todo sauditas.

Desde entonces, los principales movimientos de oposición han sido disueltos y decenas de disidentes encarcelados y despojados de su nacionalidad.

Libia: el caos

A mediados de febrero del 2011 se inicia una protesta contra el régimen de Muamar Gadafi en Bengasi (este). Es violentamente reprimida pero se extiende.

El levantamiento, convertido en conflicto armado, lleva a la caída de Trípoli, en agosto, gracias al apoyo de una coalición militar integrada por Washington, París y Londres, con la luz verde de la ONU. El 20 de octubre, Gadafi, que había huido, es asesinado.

El país se hunde en el caos, desgarrado por los combates y las luchas de poder.

Desde 2015, dos autoridades se disputan el poder: el Gobierno de Unión Nacional (GNA) en Trípoli, apoyado militarmente por Turquía y reconocido por la ONU, y el bando de Jalifa Haftar, que controla el este del país, apoyado por Emiratos Árabes Unidos, Rusia y Egipto.

Tras el fracaso de la ofensiva lanzada por Haftar en abril del 2019 para conquistar Trípoli, los combates cesan en junio del 2020. En octubre se alcanza un nuevo alto el fuego. Desde entonces ha habido varias rondas de negociaciones para sacar al país de la crisis.

Siria: una guerra despiadada

El 15 de marzo del 2011 se inicia una revuelta popular en Siria, gobernada con mano de hierro desde hace 40 años por la familia Asad. Bashar sucedió en el 2000 a su padre Hafez.

Sangrientamente reprimida, se transforma en una insurrección armada antes de degenerar en una guerra total con la entrada en acción de armas pesadas, entre ellas aviones bombarderos del ejército.

En el 2013-2014, ganan terreno organizaciones yihadistas, como el Frente al Nusra y el grupo Estado Islámico.

Gracias al apoyo militar de sus aliados --Irán, el Hezbolá libanés y sobre todo Rusia--, el régimen logra victorias decisivas ante los rebeldes y los yihadistas y recupera el control del 70% del país.

Por su parte, Turquía, que apoya a los rebeldes sirios, ha realizado desde el 2016 tres incursiones militares en el norte de Siria contra las milicias kurdas.

En marzo del 2019, un dispositivo militar kurdoárabe, apoyado por una coalición liderada por Washington acaba con el último reducto del “califato” del EI en Siria.

La guerra en Siria ha causado más de 380,000 muertos y millones de refugiados y desplazados. El país es hoy un campo de ruinas.

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