“Muchos ucranianos son trasladados por la fuerza de Mariúpol al Donbás y a Rusia, pero no quieren quedarse allí. Recurren a todos los medios a su alcance para viajar al extranjero, incluido a Georgia”
“Muchos ucranianos son trasladados por la fuerza de Mariúpol al Donbás y a Rusia, pero no quieren quedarse allí. Recurren a todos los medios a su alcance para viajar al extranjero, incluido a Georgia”

La guerra le obligó a irse con la música a otra parte. Debido al estallido de los combates a escasos kilómetros de , María cogió a su hijo de seis años y su oboe y se exilió en Tiflis, cuya orquesta sinfónica le ha invitado a tocar en sus filas.

“El oboe es para mí como un segundo hijo. Y ahora se ha convertido en una especie de varita mágica gracias a la cual he podido regresar a la música y a la vida”, explicó en la capital georgiana.

Desde niña no se separa de su instrumento y tampoco lo ha hecho ahora, aunque tuvo que recorrer miles de kilómetros para volver a afinarlo.

Exilio al primer cañonazo

María se siente afortunada, ya que pudo abandonar la ciudad el primer día del “infierno” al que ha sido sometido Mariúpol durante la .

“Teníamos la sensación de que podía ocurrir algo horrible. En el concilio familiar decidimos que mi marido se quedaría, mientras yo y Stasik nos iríamos a casa de un conocido. Pasamos por Volnovaja y después de media hora el revisor nos dijo que la ciudad había sido bombardeada”, recuerda.

Una amiga que lleva varios años en Georgia le recomendó mudarse al Cáucaso. La peregrinación no fue sencilla. Primero había que llegar a Leópolis, la capital del oeste del país, cruzar la frontera polaca, llegar a Varsovia y de ahí a Tiflis.

Muchos ucranianos son trasladados por la fuerza de Mariúpol al Donbás y a Rusia, pero no quieren quedarse allí. Recurren a todos los medios a su alcance para viajar al extranjero, incluido a Georgia”, explica.

Aunque sólo lleva dos semanas en Tiflis, comparte su experiencia con todo aquel refugiado que necesita consejo.

A sus 36 años, ya es la segunda vez que tiene que refugiarse. Cuando estalló la guerra en el Donbás en el 2014, decidió trasladarse de Donetsk a Mariúpol.

“Era una ciudad fantástica, auténticamente europea. Y ahora sólo hay ruinas. De todas formas, veo en sueños cómo Stasik y yo volvemos, nos reunimos con mi marido y reconstruimos Mariúpol”, apunta.

Sin noticias de Mariúpol

Tiene miedo a revelar su apellido, ya que teme que los rusos tomen represalias contra su marido, familiares y amigos, aunque sospecha que su hogar “seguramente, ya no existe”.

“Cada día mi hijo me pregunta: ‘¿Mamá, cuando volvemos a casa? ¿Cuándo podré ver a papá?’ ¿Qué le puedo decir?”, se pregunta entre lágrimas.

No sabe nada de su marido desde el 1 de marzo, cuando se cortaron las comunicaciones con Mariúpol, el puerto más importante del mar de Azov, urbe que los soldados rusos y las milicias prorrusas sitian desde hace un mes.

“Ahora sólo puedo pedir a Dios que mi marido esté con vida. Toda la información sobre Mariúpol y la gente que se ha quedado allí la recibimos a cuentagotas en las redes sociales y de la gente que ha podido ser evacuada”, apuntó.

Por ejemplo, añade, “así es como supe que en mi Filarmónica había ocurrido un incendio”.

“Miles, decenas de miles de personas se esconden de las bombas en los sótanos. Los que han podido salir cuentan que utilizan la lluvia y la nieve como agua para cocinar. Pasan hambre. Ni siquiera pueden enterrar a sus seres queridos”, asegura.

La madre de una amiga murió al ser alcanzada por la metralla de un obús. “Su cuerpo lo tuvo que dejar en la calle. Sólo pudo ponerle un icono encima. ¿Por qué?”, replica.

La paz está en la música

María cree que lo que le salvó fue su “querido oboe”. “Busqué trabajo en los colectivos musicales de Georgia. Pasaron unos pocos días y ya me invitaron a la Orquesta Sinfónica de Tiflis. ¡Qué suerte! Me cogieron sin una sola prueba en cuanto supieron que venía de Mariúpol”, relata.

No habla casi ni una palabra de georgiano, pero asegura que “el idioma de la música es el mismo en todo el mundo”.

“Pronto tendré mi primer concierto. Traje el oboe con un hijo más. Toda la vida ha estado conmigo y ahora me ayuda. Tengo una de las profesiones más pacíficas. Estoy dispuesta a tocar ante todo el mundo para aliviar al sufrimiento, para que la música devuelva la fe en la vida”, asegura.

El director de la orquesta sinfónica de Tiflis, Vajtang Kajidze, comentó a la televisión local que María podrá tocar hasta que termine la guerra y ella decida regresar definitivamente a Ucrania.

“La ayudaremos en lo que podamos. Yo también creo que Mariúpol renacerá de sus cenizas. Y allí habrá de nuevo una filarmónica en la que tocará María”, vaticinó.

Según informaron a Efe fuentes de la Embajada ucraniana, Georgia ha acogido desde el inicio de la contienda a 20,723 refugiados, a los que paga su estancia. De hecho, María y Stasik, que el próximo año tendrá que ir a la escuela, viven en un hotel.

Los niños estudian ahora en escuelas rusas, pero Tiflis ha prometido abrir departamentos en lengua ucraniana a partir del próximo curso.