Davos
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Frente a su pequeña iglesia cubierta de nieve, el pastor Marc Schmed observa como los obreros transforman temporalmente su templo en un espacio comercial para una compañía danesa, que lo alquiló durante el (WEF).

En el interior de la Freie Evangelische Gemeinde (Iglesia Evangélica Libre), en pleno centro de esta exclusiva estación de esquí de los Alpes, unos veinte obreros trabajan para instalar un nuevo suelo y varias pantallas.

La compañía danesa de pagos por internet Tradeshift transformará durante unos días la iglesia en un lugar llamado The Sanctuary (El Santuario), uno más de los espacios efímeros que aparecen durante el foro anual que reúne a la élite política y económica mundial.

El pastor no quiere desvelar cuanto le pagaron pero admite que "podía haber pedido más".

En el centro del pueblo, muchas tiendas y pequeños comercios han sido transformados por empresas y delegaciones nacionales que quieren darse a conocer en Davos. Otras, como , construyen sus propias oficinas temporales.

Este año, a pesar de la ausencia de grandes líderes como , Theresa May o Emmanuel Macron, el foro contará con más de 3,000 participantes, que junto a sus acompañantes suponen la presencia de 11,000 personas más en el Davos durante la semana, el doble de la población normal.

El Foro, que organiza una fundación privada suiza, genera según el ayuntamiento de Davos una facturación de 44,000 millones de euros durante la semana, la mitad de ellos para los hoteles.

"Es muy muy importante para la economía local", que el resto del año está centrada en el turismo, explica Samuel Rosenast, director de comunicación de la oficina de turismo.

Adrien Weber, que gestiona la panadería fundada por su familia hace cuatro generaciones, contrata durante el Foro a personal suficiente para trabajar 24 horas al día y abastecer los numerosos bufés y las recepciones. "Las ventas se doblan o se triplican", explica.

Las habitaciones de hotel para esta semana de enero se reservan con muchos meses de antelación y el precio se multiplica por diez o por veinte.

El pastor Schmed explica que decidió alquilar su iglesia hace cuatro años, cuando tenía problemas económicos. "La decisión no le gustó a todo el mundo", reconoce pero el dinero sirvió para instalar un nuevo sistema de calefacción.

El pastor reconoce que la presencia del foro "crea problemas morales, no es bueno", sobre todo por el dinero que aporta de golpe a algunos propietarios.

Además la llegada de jets privados y coches de lujo perturba la vida del pueblo, conocido por su aire puro y donde durante años venían los enfermos de tuberculosis, como reflejó Thomas Mann en su novela de principios del siglo XX "La montaña mágica".

Remo Gross, de 59 años, que regenta un pequeño quiosco en Davos, suele tardar siete minutos entre su casa y su negocio. Pero durante el foro tarda dos horas. "No es divertido pero durante una semana podemos vivir con ello", asegura.

Sin embargo su facturación no se beneficia de la llegada de los millonarios. "Mis clientes son los chóferes de las limusinas" que vienen a comprar cigarrillos, explica.

En cuanto a los fieles del pastor Schmed, durante la semana se ven obligados a acudir a otras iglesias, con las que hubo un acuerdo.

Durante la semana "nos reunimos todas las noches para rezar por el Foro Económico Mundial y por la decisiones que allí se toman", dice el pastor.