Venezuela
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Cuando los zimbabuenses celebraron el derrocamiento militar de Robert Mugabe a fines del 2017, pocos podrían haber previsto que poco más de un año después su economía colapsaría y los soldados estarían en las calles.

Es un escenario muy común cuando un autócrata que ha gobernado durante décadas abandona el escenario.

Durante casi todas las casi cuatro décadas bajo el mando de Mugabe, sus decisiones fueron incuestionables y el poder de su partido gobernante –Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF)– rara vez vaciló.

Al reemplazarlo con Emmerson Mnangagwa, los militares ganaron una batalla entre facciones dentro de ZANU-PF, lo debilitaron, e hicieron de lado la fuerza policial y el servicio secreto que alguna vez fueron poderosos y aliados clave de Mugabe.

Lo que está sucediendo hoy en Zimbabue resuena en las experiencias de otros países africanos y guarda similitudes con el caos que actualmente tiene lugar en Venezuela, seis años después de la muerte de Hugo Chávez.

En Costa de Marfil, la muerte de Felix Houphouet-Boigny mientras estaba en el cargo, en 1993, desencadenó una lucha de poder por la sucesión y, en última instancia, una guerra civil que dividió al país en dos durante casi una década.

Somalia no ha sido un estado funcional desde que Siad Barre fue derrocado en 1991, y en el Congo el derrocamiento de Mobutu Sese Seko después de 32 años en el poder provocó el conflicto más mortal del mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

En Burkina Faso, los servicios de inteligencia se derrumbaron con el derrocamiento del autócrata Blaise Compaore, lo que convirtió al país en blanco de ataques yihadistas.

Lucha de liberación
Sin duda, hay diferencias políticas entre el occidente y el sur de África. En el sur del continente, la mayoría de los países, incluido Zimbabue, están gobernados por partidos formados durante la lucha de liberación contra el dominio blanco. En África occidental, el poder a menudo se concentra en manos de un personaje dominante que mantiene el control debilitando las instituciones estatales, por lo que esas naciones quedan aún más vulnerables cuando se van.

"Normalmente hay un director de orquesta", explica Vincent Foucher, investigador del Centro Nacional de Investigación Científica en Burdeos, sobre África occidental. "Una vez que el líder está fuera, su partido político queda completamente debilitado porque no hay una ideología que lo mantenga unido".

Además de las naciones de África occidental y central que se han desmoronado después de la salida de líderes de larga data, pueden venir más.

Insurgencia separatista
Paul Biya ha estado al mando en Camerún durante casi 37 años y el país está dividido por una insurgencia separatista que tiene a la élite gobernante cada vez más fraccionada.

Los políticos en Gabón están compitiendo por el poder en ausencia del presidente Ali Bongo, quien sufrió un derrame cerebral en octubre del año pasado y se ha estado recuperando en Marruecos. En Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema ha presidido una cleptocracia desde 1979.

Para Zimbabue, la perspectiva es terrible. Una escasez de divisas significa que no puede permitirse importaciones esenciales, las fábricas se están cerrando y las protestas por el aumento de más del doble de los precios del combustible el mes pasado fueron aplastadas, con al menos 17 personas muertas. Los maestros fueron intimidados por los militares en una huelga posterior y los soldados se encuentran con frecuencia en autobuses, estaciones de servicio y supermercados.

"Ha habido varios informes confirmados de ejecuciones extrajudiciales, denuncias de violación y tortura", asegura Fadzayi Mahere, un abogado que se postuló como independiente en las elecciones del año pasado. "El ejército parece querer su recompensa por su papel en la eliminación de Mugabe".

El ‘cocodrilo’
Sin embargo, es poco probable que el partido gobernante sea desalojado fácilmente. Mnangagwa es un exjefe de espías que se enorgullece de su apodo de "el cocodrilo", y en su oficina luce una taza temática del reptil.

"Zimbabue tiene una larga tradición de violencia política, y Emmerson Mnangagwa es un cocodrilo muy, muy viejo que siempre ha estado en el centro de eso", asegura Foucher. "Aunque Mnangagwa se ha presentado a sí mismo como un moderado, está claro que quiere mantenerse en el poder".