Foto 3 |  Theresa May interpretó probablemente mal el ánimo: No se trata tanto de que no pueda conciliar posturas irreconciliables, sino que las posiciones irlandesas en estas cuestiones son apasionadas y se conocen desde hace tiempo. El gobierno irlandés dice que un Brexit duro --fuera del mercado único y de la unión aduanera-- sería perjudicial para su economía.
Foto 3 | Theresa May interpretó probablemente mal el ánimo: No se trata tanto de que no pueda conciliar posturas irreconciliables, sino que las posiciones irlandesas en estas cuestiones son apasionadas y se conocen desde hace tiempo. El gobierno irlandés dice que un Brexit duro --fuera del mercado único y de la unión aduanera-- sería perjudicial para su economía.

Por segunda vez en su breve mandato, Theresa May enfrenta una batalla por la supervivencia. Si se impone, será como líder de un nuevo concepto político en Gran Bretaña: el gobierno de coalición de partido único.

Desde las desastrosas elecciones del 2017, en las que su Partido Conservador perdió su mayoría parlamentaria y la primera ministra enfrentó llamados a dimitir, el gobierno parece una aglomeración gigante.

Los pesos pesados ​​en ambos lados de la división del Brexit –aquellos que quieren una ruptura dura y limpia con Europa y aquellos que quieren lazos más cercanos tras dejar la UE– han competido por el dominio.

Las divisiones sobre Europa son profundas y se remontan al menos a los días de Margaret Thatcher, pero la disidencia abierta se institucionalizó en enero del 2016, cuando el primer ministro del Reino Unido de ese entonces, David Cameron, liberó a su gobierno del principio vinculante de responsabilidad colectiva sobre el tema del brexit.

Los ministros eran libres de hacer campaña y votar de acuerdo con su conciencia. Muchos, incluido Boris Johnson, lo hicieron con un efecto devastador.

El viernes, May intentó recuperar el control. Reunió a su gabinete en su residencia de campo y les quitó sus teléfonos, cortando las comunicaciones con los periodistas que esperaban afuera. Con el tiempo que avanza –se espera que un acuerdo de retiro y los términos generales de una futura relación estén acordados para octubre– les dijo a los ministros que pueden respaldar sus propuestas o irse a casa.

Doce horas después, salieron los ministros, unidos, al parecer, en torno a un nuevo plan para el brexit, que el gobierno llamó "una evolución sustancial" en sus propuestas para la futura relación del Reino Unido con la UE. Cuarenta y ocho horas después, esa evolución comenzó a parecerse más a una revolución.

Los medios de comunicación que apoyan el brexit en Gran Bretaña criticaron el plan de May por considerar que se vendió a Bruselas y un retroceso de sus límites anteriores. David Davis, el ministro a cargo de las negociaciones, renunció dramáticamente el domingo por la noche; el secretario de Relaciones Exteriores Johnson, un pez mucho más grande en el partido y una de las principales fuerzas detrás de la campaña para el referéndum del brexit, renunció el lunes.

Sin embargo, la reacción inicial en los mercados financieros sugiere que los negociadores e inversionistas se están reservando el juicio. No importa cuán intrincadas sean las maquinaciones internas del Partido Conservador, es poco probable que la crisis desencadene en una elección.

Y aunque May fue el año pasado capaz de reunir los dos tercios necesarios de los votos en el Parlamento para respaldar su convocatoria de elecciones tres años antes de lo programado, es improbable que el actual gobierno, sea de quien sea, arriesgue perder más escaños.

Los partidarios del brexit que desean derrocarla necesitan los números para ganar un voto de confianza en su contra, un líder en torno al cual se puedan unir, y luego un plan para el brexit que sobreviva al escrutinio parlamentario o tenga alguna posibilidad de involucrar a Bruselas en la negociación.

Hasta ahora, no han tenido ninguno de los anteriores. (Aunque en esta historia de rápido avance, todas las miradas estarán puestas en lo que el secretario de Medio Ambiente y compañero líder en el brexit, Michael Gove, haga a continuación).

El argumento de los partidarios del brexit es que los costos económicos asociados con abandonar la UE son un precio que vale la pena pagar para recuperar la soberanía, y que serán compensados ​​con los beneficios futuros de los acuerdos comerciales. Se trata de una declaración de "confíen en nosotros, nosotros entendemos esto".

Eso no funcionará con muchos conservadores, y mucho menos con el electorado en general. La idea de que Gran Bretaña ahora puede irse sin un acuerdo, dada su falta de infraestructura fronteriza u otros preparativos, es absurda. Un desafío de liderazgo que ponga a los partidarios del brexit a cargo sería una apuesta aún mayor que abandonar la UE.

Gran Bretaña ahora es liderada por un gobierno de coalición. El hecho de que ambos lados de la división del brexit estén en el Partido Conservador es una distinción sin sentido; para todos los efectos, esta es una cohabitación incómoda.

La táctica de May el viernes fue asegurarse de que su lado sea el principal socio. Aquellos que quieren un retiro más duro de Europa han sido asignados al estatus de socio menor; si quieren permanecer en el gobierno, tienen que respaldar la posición de la mayoría y permitir que las negociaciones con Bruselas continúen.

Los gobiernos de coalición pueden ser frágiles, y el de May seguirá siéndolo, como lo atestigua la renuncia de Johnson. El público también tiende a desconfiar de ellos. Pero también pueden traer ventajas:

Las coaliciones son más ampliamente representativas, ya que los socios deben comprometerse a producir legislaciones. Pueden mejorar la participación democrática y la responsabilidad, ya que cada socio proporciona un control sobre la exuberancia del otro. La presencia de un socio menor de línea dura puede alentar a la UE a trabajar también para llegar a un acuerdo; no le conviene a Europa que Gran Bretaña se retire sin uno.

No está claro si May sobrevivirá a la reacción actual. Pero tiene razón al insistir en que su gobierno respalde sus propuestas. Una coalición de conservadores, dominada por pragmáticos, puede ser la mejor oportunidad de convertir la crisis del brexit en algo parecido a una catarsis.

Por Therese Raphael

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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