Por Faye Flam
Los investigadores que estudian las vacunas contra el COVID-19 fallaron en obtener suficientes datos sobre las mujeres embarazadas.
La semana pasada, este hecho se agravó cuando la Organización Mundial de la Salud recomendó no administrar las vacunas de Moderna o Pfizer a estas mujeres, lo que parece entrar en conflicto con los consejos anteriormente ofrecidos por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos. Posteriormente la OMS rectificó, aunque demasiado tarde para evitar plantear una ronda de nuevas preguntas.
Expertos que estudian las diferencias de sexo, el embarazo y el sistema inmunológico dicen que la poca evidencia disponible sugiere que las mujeres embarazadas corren más riesgos al contraer el virus que al vacunarse.
“Es una vergüenza que no hayan incluido a las mujeres embarazadas en todas las etapas del proceso”, dijo Sabra Klein, inmunóloga de la Universidad Johns Hopkins. Las vacunas tuvieron que haber sido probadas en animales gestantes, así como haber incluido a mujeres embarazadas en los ensayos clínicos, indicó.
Los mensajes contradictorios provocan miedo y confusión innecesaria en un momento en que las personas están siendo bombardeadas por información errónea sobre las vacunas, parte de la cual se centra en las mujeres y su fertilidad. Las mujeres embarazadas merecen un mejor consejo que el vago “consulte a su médico”.
Klein dice que los CDC han informado que las mujeres que están embarazadas tienen más probabilidades de experimentar un cuadro más grave de COVID-19 y requerir hospitalización que el público en general. Otro informe de los CDC mostró una asociación entre el contagio durante el embarazo y algunos resultados adversos, como el parto prematuro.
Indicó que aunque el COVID-19 no representa un peligro como el virus del Zika, que provocó una ola de anomalías fetales graves, sí es lo suficientemente malo como para que, para la mayoría de las mujeres embarazadas, el riesgo de contraer la enfermedad supere cualquier peligro potencial de la vacuna.
Existen factores biológicos que indican que el sistema inmunológico de las mujeres embarazadas podría reaccionar de manera diferente al virus y posiblemente a la vacuna. Cuando una mujer está embarazada, algunas partes de su sistema inmunológico se debilitan para evitar cualquier reacción que pueda dañar la creciente masa de células que componen el feto.
“Si bien es importante poder combatir las infecciones, desde un punto de vista evolutivo, lo más importante que sucede en su cuerpo es mantener vivo al bebé”, dijo Klein. Eso significa que una vacuna podría no funcionar tan bien para generar una respuesta inmune. Y por otro lado, señaló, es posible que una fuerte respuesta perjudicaría el embarazo.
Pero ese riesgo no puede considerarse fuera de contexto. El hecho es que es difícil evitar el contagio con el SARS-CoV-2, especialmente para las mujeres en profesiones de alto riesgo y a las que probablemente se les ofrecerá la vacuna en estas primeras semanas.
Tara Smith, epidemióloga de la Universidad Estatal de Kent, considera que las vacilaciones de la OMS son un error. Sin embargo, la recomendación inicial fue más sutil de lo que la gente escuchó. En última instancia, la OMS dejó la decisión sobre la vacuna en manos de las mujeres y sus médicos, lo que no es tan diferente de lo que sugieren los CDC.
La organización recomendó la vacuna para las trabajadoras de la salud embarazadas con alto riesgo de exposición, quienes actualmente son las únicas mujeres embarazadas elegibles para la inmunización.
Los temores relacionados con las vacunas dirigidos a las mujeres ya estaban circulando por un rumor anterior de que las vacunas podrían inducir anticuerpos que atacarían la placenta y causarían infertilidad. Eso, dice Smith, se basó en una observación de que las proteínas producidas por la vacuna para provocar anticuerpos eran ligeramente similares a una proteína en la placenta llamada sincitina-1.
Ella dice que contagiarse de COVID induciría anticuerpos aún más variados, lo que aumentaría el riesgo de un efecto adverso. Sin embargo, las vacunas no causaron infertilidad en los estudios clínicos o en animales. “Era como el juego de teléfono descompuesto”, dijo. Los hallazgos bioquímicos iniciales están muy lejos de los rumores de infertilidad resultantes.
La semana pasada, la profesora de inmunología de Yale Akiko Iwasaki, y la estudiante Alice Lu-Culligan desacreditaron la teoría de infertilidad en el New York Times, basando su argumento en estudios que hicieron en su propio laboratorio. Las autoras también mencionaron la falta de datos sobre el embarazo y sus temores sobre lo que el vacío de información podría causar.
Klein, la profesora de Johns Hopkins, dice que es injusto poner la carga de la decisión sobre la vacuna en las mujeres sin la información adecuada y en medio de mucha información negativa. Indicó que los temores injustificados a las vacunas ya han llevado a una muy baja aceptación de las vacunas contra la gripe entre estas mujeres, a pesar de que se sabe que la gripe puede ser más grave durante el embarazo y provocar complicaciones, incluido el aborto espontáneo.
Ella dice que lo fundamental ahora es que las mujeres embarazadas que reciban las vacunas sean monitoreadas de cerca para que cualquier efecto secundario, o falta de eficacia, pueda revelarse antes de que las vacunas se ofrezcan a un grupo más amplio de personas más jóvenes.
Agregó que con una gran cantidad de trabajo preclínico adicional en curso para estudiar cómo funciona la vacuna contra nuevas variantes del virus, los investigadores podrían comenzar a incluir animales en gestación. Todavía no es demasiado tarde para enmendar los errores del pasado.