Jamal Khashoggi (Foto: Getty).
Jamal Khashoggi (Foto: Getty).

Cuando fue atacado el 11 de setiembre del 2001 por 19 personas, 15 de ellos saudíes, intensificó su lobby para preservar su relación con Washington.

Después de invertir más de US$ 100 millones para tener influencia en , el reino petrolero se enfrenta a una crisis de influencia que no se esperaba: legisladores estadounidenses que otrora se codeaban con príncipes sauditas e instituciones que aceptaban dinero de Riad están buscando distanciarse.

El asesinato en el consulado de Riad en Estambul del periodista saudita exiliado Jamal , quien frecuentaba círculos de personas influyentes en Washington, desató una indignación con Arabia Saudita que no se veía desde hacía años.

Varios legisladores propusieron acciones antes impensadas, como suspender la venta de armas al reino, el mayor comprador de Estados Unidos, y expulsar a su embajador, pero por el momento parece poco probable que el caso tenga repercusiones relevantes, ya que el presidente Donald Trump ha pedido preservar los lazos con el país.

Los sauditas solían mostrarse confiados de su poder de lobby en Washington. En marzo, el Senado rechazó por poco una propuesta para poner fin al apoyo de Estados Unidos a la campaña dirigida por los sauditas contra los rebeldes en Yemen, que según Naciones Unidas ha matado a miles de civiles.

Poco después, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, quien con 33 años se define como un reformista, visitó Estados Unidos con un aura triunfal, y se reunió con importantes figuras, desde Trump a Oprah Winfrey.

"Muchos estadounidenses no saben mucho sobre Arabia Saudita. No es un gran destino para viajar, por muchas razones, y fue fácil para empresas de relaciones públicas asumir ese papel", dijo Ben Freeman, director de Foreign Influence Transparency Initiative del Centro de Política Internacional.

Pero "Jamal Khashoggi vivía aquí y creo que muchos periodistas lo tomaron de forma personal porque uno de los suyos fue atacado", analizó.

Chequera en mano
Aunque los valores del estado musulmán son lejanos para la mayoría de los estadounidenses, Arabia Saudita ha penetrado en Washington apoyando con su chequera a varios think tanks, cortejando a periodistas y contratando a exlegisladores dispuestos a ganar dinero como cabilderos.

Arabia Saudita gastó más de US$ 18 millones el año pasado y otros US$ 6 millones en lo que va del 2018, para influir en Washington a través de su gobierno o de sus socios, según el Centro de Política Responsable, que releva estos datos.

Entre esos legisladores, figuran -según las solicitudes de permiso al Departamento de Justicia- el exsenador republicano de Minnesota Norm Coleman, quien firmó un acuerdo de US$ 125,000 al mes este año para representar a la embajada saudita; el exrepresentante Buck McKeon, quien hasta el 2015 presidió el Comité de las Fuerzas Armadas de la cámara baja, y cuya empresa recibe un pago de US$ 50,000 al mes de parte de Riad. Ninguno respondió a las solicitudes de comentarios.

El jefe de corresponsales de CNN en Washington, Jake Tapper, uno de los periodistas de televisión más reconocidos en Estados Unidos, dijo en Twitter que la embajada saudita lo contactó después de que el equipo de fútbol del que es hincha, los Philadelphia Eagles, se clasificara para el Super Bowl, y le ofreció llevarlo en un vuelo a ver el partido como su invitado. Tapper se negó. "Pero me pregunté: ¿quién dijo que sí?", indicó.

Desde la desaparición de Khashoggi, al menos cuatro empresas de lobby dijeron que no seguirán representando a Arabia Saudita. Entre los que terminaron su relación figura el abogado Theodore Olson, que en el pasado representó a George W. Bush ante la Corte Suprema, y cuya firma habría facturado al menos US$ 250,000.

Los centros de análisis de Washington se han apartado silenciosamente de Arabia Saudita. El Instituto del Medio Oriente, que durante mucho tiempo estuvo asociado con Riad, expresó "conmoción e indignación" por la muerte de Khashoggi, quien participaba con frecuencia en sus paneles, y cortó sus vínculos.

La prestigiosa Brookings Institution finalizó un contrato con el reino, mientras que el también ponderado Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales dijo que estaba revisando su relación.