Brexit
Brexit

En estos tiempos populistas, la nacionalidad se usa como un arma. Solo basta con observar el y su efectos en el caso de los inmigrantes que no poseen el pasaporte "correcto" o la amenaza de Donald Trump de modificar las visas para trabajadores calificados. Aun así, existe una forma de poder elegir el lugar donde vivir: ser un inversionista adinerado.

En la última década ha habido un auge de las denominadas "visas doradas", por las cuales los países ofrecen derechos de residencia y a veces una vía rápida a obtener la nacionalidad a cambio de una inversión de seis o siete dígitos.

Si bien esto era lugar común en paraísos fiscales como San Cristóbal y Nieves o Seychelles, la crisis financiera del 2008 llevo a varios países europeos a hacer lo propio y bajarle el perfil al riesgo de evasión tributaria y delitos financieros.

Un informe del 2018 de Transparencia Internacional y Global Witness estimó que España, Hungría, Letonia, Portugal y el , pronto a salir de la Unión Europea, han otorgado más de 10,000 visas doradas cada uno en los últimos 10 años a inversionistas y sus familias.

Chipre y Malta han cosechado grandes ganancias pese a ser naciones pequeñas. El primero ha recaudado 4,800 millones de euros (US$ 5,500 millones) a partir de esta práctica desde el 2013, mientras que Malta ha obtenido cerca 718 millones de euros en inversión extranjera directa desde el 2014.

La OCDE calificó a ambas naciones de "alto riesgo", porque ofrecen bajos impuestos a los activos extranjeros con un enfoque flexible respecto a la presencia física de las personas.Si bien ha habido ciertas críticas, estas han llegado tarde y son bastante inconsistentes.

A los británicos les comenzó a preocupar el tema de los peligros del dinero ilícito externo recién después del intento de asesinato del exespía ruso Sergei Skripal en su territorio, tras lo cual propuso una suspensión de las visas para inversionistas (medida que ya se revirtió) y emitió su primera "Orden de patrimonio sin justificar", que obliga a las personas a revelar el origen de su riqueza.

Mientras la Comisión Europea debiera divulgar una advertencia el miércoles sobre los riesgos de los esquemas de visas doradas, según Reuters, es poco probable que introduzca sanciones relacionadas o nuevas normas supranacionales.

Es una pena. Puede que no sea de interés de Bruselas seguir muy de cerca los pasados de los Estados miembros en lo que respecta a los esquemas tributarios, los incentivos a la inversión y los derechos de nacionalidad.

No obstante, está claro que hay margen para reforzar la fiscalización de intermediarios, abogados y corredores de bienes raíces que se han apresurado a obtener pasaportes de la UE para gente cuyo patrimonio es a veces de dudosa procedencia.

Sin un enfoque europeo colectivo a fin de fijar estándares mínimos para regular y combatir los delitos financieros, el único control es la rabia de los votantes. La historia sugiere que eso solo ocurre cuando ya es demasiado tarde.

Solo cuando Letonia comenzó a preocuparse por su seguridad nacional, en especial luego de la anexión rusa de Crimea en el 2014, el país empezó a endurecer las normas de su propio programa de visas doradas. A juzgar por los problemas de la nación para contener el lavado de dinero a gran escala, la UE no le puede dejar esta batalla a los Estados miembros.

El Brexit es otra cosa que debe preocupar a los europeos. Si Gran Bretaña sale de la UE sin acuerdo o logra divorciarse sin mantenerse en la unión aduanera o el mercado único del bloque, los beneficios tributarios para los extranjeros y las siempre tentadoras visas para inversionistas se podrían usar como herramientas para potenciar la inversión externa. Los británicos se han visto bastante relajados sobre estos tipos de migrantes en el pasado. La guerra de los pasaportes aún no termina.

Por Lionel Laurent

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.