(Foto: Composición agencias)
(Foto: Composición agencias)

La polarización entre el ultraderechista y el progresista , quienes se medirán en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en , irrumpió de lleno en un Congreso que estará altamente fragmentado, según los resultados de los comicios legislativos del domingo.

La Cámara de Diputados reflejó el nuevo escenario político brasileño dividido entre la animadversión que genera el Partido de los Trabajadores (PT), liderado desde la cárcel por el expresidente , y el miedo a la ultraderecha, encarnada en Bolsonaro.

El PT consiguió mantener la primera minoría en la Cámara Baja, con 56 diputados de un total de 513 sillas, pero por el camino se dejó doce escaños con respecto a las elecciones de 2014.

Por detrás de la formación socialista aparece con fuerza el Partido Social Liberal (PSL), que se ha entregado por completo al proyecto de Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar (1964-1985) y con una larga lista de declaraciones de tinte machista, racista, homófobo y xenófobo.

Bolsonaro, que fue diputado federal durante 27 años por diversos partidos, solo llegó este 2018 al PSL, que pasa de tener el solitario escaño que obtuvo en 2014 a los 52 que consiguió el domingo.

Uno de esos escaños lo ganó en el estado de Sao Paulo su hijo Eduardo Bolsonaro, quien se convirtió en el diputado federal más votado de la historia de Brasil al obtener 1,843 millones de los sufragios.

El resultado de las legislativas imita el de las presidenciales. En la disputa por la jefatura del Estado, Bolsonaro obtuvo el 46.03% de los votos y el progresista Fernando Haddad, sucesor de Lula en la contienda, el 29.28 %, por lo que ambos se medirán el día 28 de este mes en una segunda vuelta.

En el Senado, el partido de Bolsonaro irrumpe al pasar de cero a a cuatro escaños, uno de los cuales ocupará uno de sus hijos, Flávio Bolsonaro, elegido con un 31.36% de los votos en Río de Janeiro.

El PT, por su parte, sufrió un duro varapalo en la Cámara Alta, pues pasará a ser la quinta minoría, al bajar de 13 senadores a los seis de ahora.

Una de las bazas de la formación fue la expresidenta Dilma Rousseff, destituida en 2016 por el Congreso y quien lideraba todos los sondeos previos a las elecciones para uno de los dos escaños por el estado de Minas Gerais, pero quedó en cuarto lugar con un 15.35% y está fuera del Senado.

Otros importantes nombres del PT, como Eduardo Suplicy, quien fue senador durante 24 años y ahora era concejal, y Lindbergh Farias, quien ejerció como jefe del grupo del PT en esa cámara, perdieron en los estados de Sao Paulo y Río de Janeiro, respectivamente.

El Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que lidera el actual presidente Michel Temer y cuyo candidato presidencial, el exministro de Hacienda Henrique Meirelles, solo recibió un 1.20%, también retrocedió y sufrió bajas importantes bajas en ambas cámaras.

En la Cámara de Diputados ha pasado de ser la segunda minoría con 65 diputados elegidos en 2014, a la cuarta con los 34 de este 2018, mientras que en el Senado pierde siete (de 19 a 12) aunque ahí sí se mantiene como la primera fuerza.

Sin embargo, pierde a dos de sus hombres claves en la Cámara Alta: Romero Jucá, quien fue jefe del oficialismo en varios Gobiernos y ministro con Lula y Temer, y Eunício Oliveira, quien ejercía como presidente del órgano.

Los dos son investigados en el marco de la Operación Lava Jato, que destapó el mayor caso de corrupción de la historia de Brasil.

A la polarización entre PT y PSL se une la alta fragmentación que registrará el Parlamento en los próximos cuatros años, con un total de 30 partidos representados en la Cámara de Diputados y otros 21 en el Senado, el mayor número de la historia en la Cámara Alta.

La atomización en el Congreso pondrá a prueba la habilidad de negociación del próximo presidente para sacar adelante determinadas reformas, algunas de las cuales necesitan 3/5 de los votos para aprobarse.

Y todo con un Congreso que ya demostró su enorme poder, cuando en 2016 destituyó a la entonces presidenta Dilma Rousseff y en su lugar asumió Temer, quien emprendió un camino completamente diferente, de recortes y reformas liberales, al explorado por el PT los trece años anteriores, primero con Lula y después con su ahijada política.