(Foto: GEC)
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Se ha desatado una lucha por las vacunas contra el COVID-19 entre algunas de las naciones más ricas del mundo. Esto es comprensible, pero un enfoque demasiado limitado en sus propias necesidades es miope y éticamente incorrecto. Dejar que la pandemia se propague en las regiones más pobres del mundo pondrá en peligro sus propios esfuerzos para poner fin a la emergencia. El interés propio se alinea con lo que debería ser un imperativo moral. Es necesario dar una prioridad mucho mayor al aumento del suministro de vacunas para todos.