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Nos guste o no, la modificación genética será una herramienta importante para alimentar a la creciente población del planeta.

Si queremos dar de comer a 10 mil millones de personas para el 2050, en un mundo asolado por el aumento de las temperaturas y un suministro de agua más escaso, tendremos que cambiar drásticamente la forma en que producimos alimentos. El aumento de la inversión pública en tecnologías como la ingeniería genética es parte vital de ello, según un informe publicado el miércoles por el World Resources Institute (WRI).

Los cultivos no solo deben ser más productivos, sino que las dificultades derivadas del cambio climático en la agricultura -incluidas las enfermedades, las plagas y los períodos de sequía e inundaciones- obligan a que también sean más resistentes.

"Tenemos que aumentar los rendimientos dramáticamente, a un ritmo más rápido de lo que lo hemos hecho históricamente", dijo Tim Searchinger, autor principal del informe. "Tiene que lograrse mediante un cultivo más inteligente".

La Revolución Verde del siglo XX impulsó la producción de alimentos mediante el uso de muchas herramientas, algunas de las cuales ya no están disponibles para la mayoría de los agricultores de hoy en día. El uso de fertilizantes se ha maximizado, dijo Searchinger, y el agua disponible se está agotando. Ahora, los investigadores deben encontrar nuevas formas de "cultivar de manera más inteligente", lo que incluye el uso de modificaciones genéticas.

El debate público se ha centrado en sus dos usos principales -en la soja y el maíz para la resistencia al pesticida glifosato y la producción de un insecticida natural, Bacillus thuringiensis (Bt), en el maíz y algodón-, pero el WRI nos implora que miremos más allá. "No creemos que el debate sobre estos aspectos particulares de los OMG deba dictar una política sobre toda la tecnología de la ingeniería genética", dice el informe.

En cambio, el estudio señala que la modificación genética salvó la población de papaya hawaiana de un virus mortal y dice que podría hacer lo mismo con las patatas de Uganda, la soja en Brasil y los tomates en Florida.

"Todos exageran los beneficios y los costes de estos dos rasgos de los transgénicos", dijo Searchinger. "Hay muchas otras cosas que podemos hacer y resulta difícil imaginar por qué íbamos a estar en contra de ello".

Pero la modificación genética, según los críticos, tiene serias limitaciones y los fondos de investigación se emplearían mejor en otras cosas. El informe es "demasiado optimista" sobre el potencial de la tecnología, dijo Bill Freese, analista de política científica del Center for Food Safety.

Como prueba de que es innecesaria y demasiado costosa, señala un Informe del 2014 publicado en la revista científica Nature según el cual el cultivo tradicional era más rápido que la ingeniería genética en el desarrollo de maíz resistente a la sequía. Otro informe de 2011 estimó el precio de la modificación genética de un cultivo en US$136 millones.

"Es fácil decir que pongamos toda la carne en el asador, pero la realidad es que hay que tener en cuenta los éxitos o fracasos", dijo. "Los fondos del sector público son muy limitados. En cierto punto, tenemos que preguntarnos si debemos seguir intentándolo".

Los partidarios de un enfoque integral opinan que la respuesta es sí.

"Debemos usar todas las herramientas que tenemos a nuestra disposición", dijo Sarah Davidson Evanega, directora de Cornell Alliance for Science, que trabaja para mejorar la seguridad alimentaria mundial. "La ingeniería genética no va a ser la única herramienta, pero es buena. No utilizarla es como pedirle a un obtentor que use un ábaco en lugar de una calculadora".

Por Deena Shanker

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