Estadio Nizhny Novgorod, Nizhny Novgorod, Rusia. (Foto: Reuters)
Estadio Nizhny Novgorod, Nizhny Novgorod, Rusia. (Foto: Reuters)

Mientras un mar de aficionados mexicanos y alemanes gozaban del fervor antes del inicio de su primer encuentro en el Mundial 2018, cuatro seguidores chinos se reunieron a las afueras del estadio Luzhniki de Moscú para tomar una decisión: ¿Vender o no sus boletos?

Vestido para el duelo con su camiseta de la selección alemana, Brian Jitao, de 34 años y empleado en una escuela primaria, argumentó que se arrepentiría de no ver a los campeones iniciar la defensa de su título ante el Tri.

Sus otros tres acompañantes preferían el dinero. Haber visto a la Argentina de Lionel Messi el día anterior había valido la pena el viaje. Los aficionados mexicanos ofrecían fuertes sumas. El debate se prolongó: ¿Dinero o partido?

Eventualmente, ganó el dinero. Dos mexicanos entregaron el equivalente a US$ 2,200 en euros y rublos. Entonces, los chinos se dirigieron a un bar de Moscú para ver por televisión el sorpresivo triunfo de México 1-0 sobre Alemania.

La escena describe fielmente una de las principales historias de este Mundial: A pesar de no contar con un equipo en el torneo, China ha hecho sentir su presencia como nunca antes. El empuje de la economía china, su creciente influencia en los mercados globales y los corredores de poder, y las decenas de miles de apasionados y conocedores del fútbol que viajaron de China a Rusia, le han dado una enorme presencia al gigante asiático en la Copa del Mundo a pesar de que su equipo nacional solamente se ha clasificado al torneo en una ocasión, en el 2002.

La China corporativa también aprovecha el torneo como plataforma en su conquista de nuevos mercados.

Las ambiciosas corporaciones chinas que se asociaron con la FIFA tras los escándalos de corrupción que remecieron la organización, en momentos en que otros patrocinadores marcaban su distancia, están recibiendo su recompensa al obtener visibilidad en todo el mundo. Los letreros iluminados en los 64 encuentros están tatuando nombres chinos en el subconsciente de los consumidores de todo el mundo.

Entre los más visibles está el conglomerado Wanda, el primer corporativo en llegar a un acuerdo como uno de los principales patrocinadores de FIFA en el 2016, así como el fabricante de smartphones Vivo, que este año firmó un contrato para patrocinar este Mundial y el siguiente. La compañía de electrónicos Hisense, que también pactó el año pasado, aparece en la transmisión de los partidos por televisión. Las marquesinas a un costado de la cancha también publicitan, en chino, yogurts de la compañía de lácteos Mengiu, que sumó su presencia al Mundial en diciembre.

“Se dieron cuenta que el mundo se les está abriendo”, dijo el director comercial de la FIFA, Philippe Le Floc’h. “China cuenta con la mayor población del mundo, es una economía inmensa. Cuentan con muy, muy buenas compañías que están ansiosas de expandir su presencia al extranjero y creo que el Mundial les venía bien. Les proveemos la mejor plataforma para que muestren su competencia y sus productos”.