¿Está sobrevaluado el sol?

Redacción Gestión

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JURGEN SCHULDT Profesor del Departamento de Economía de la Universidad del Pacífico

En su reciente visita a Lima, Paul Krugman aseveró que "La economía peruana sufre la 'enfermedad holandesa' pues está dominada por los recursos naturales, posee una moneda fuerte y tiene una industria manufacturera que no es muy competitiva" (Perú21). Esta declaración prácticamente pasó desapercibida, hasta que –hace una semana- se dio a conocer un informe del Bank of America de acuerdo al cual "el sol está entre las monedas más sobrevaluadas" (Gestión). Inmediatamente después, el presidente del BCR declaró tajantemente que "el sol no está sobrevaluado". ¿Quién tiene la razón? Argumentaremos que, paradójicamente, ambos la tienen, obviamente por motivos distintos.

De una parte, parece que hemos olvidado que ese síndrome de sobrevaluación del tipo de cambio real ya lo venimos sufriendo nuevamente, por lo menos, desde hace cinco años, uno de cuyos síntomas es precisamente la Enfermedad Holandesa. En nuestro caso, ella es consecuencia del ingreso masivo de divisas, principalmente por los elevados precios y/o cantidades de nuestras exportaciones mineras y la paralela explosión de la inversión extranjera directa. La consecuente sobreoferta de divisas reduce el tipo de cambio (soles por US$) y ello perjudica a las empresas de los demás sectores transables, especialmente a los exportadores agrícolas e industriales.

En cambio, confirmando lo que dicen los libros de texto, los grandes beneficiarios de la sobrevaluación fueron los importadores y los que producían bienes no transables, alentados además por el crédito masivo y barato disponible: construcción, transporte terrestre, negocios inmobiliarios, entretenimiento, energía y agua, servicios financieros, restaurantes y similares.

Yendo a los datos, resulta fácil demostrar la sobrevaluación del sol. En términos nominales, los exportadores recibían S/. 3.50 a S/. 3.60 por cada dólar exportado entre octubre 1999 y junio 2004. De ahí en adelante comenzó a caer, llegando a niveles tan bajos que oscilaron entre S/. 2.60 y S/. 2.70 por dólar, durante los 20 meses que van de noviembre 2011 y mayo 2013. Pero, a partir de entonces se ha ido depreciando pausadamente –centavo por centavo, mes a mes- hasta llegar a ganar diez centavos desde enero del presente año. En buena cuenta, hoy los exportadores reciben 70 a 80 centavos menos que hace una década por cada dólar vendido.

En términos más técnicos, tenemos que el índice del tipo de cambio real bilateral (soles por dólar, con base: 2009 = 100) cayó en 16,2% entre julio 2009 (100,3) y abril 2013 (84,1). De ahí en adelante aumentó en 6% hasta marzo de este año (89,2). Asimismo, el tipo de cambio real multilateral (ponderado en base a los países con los que transamos), que es el indicador más representativo, comenzó a descender algo más tarde, a partir de julio 2011 (101,8), desde donde cayó en 13,6% hacia abril 2013 (88,0), para recuperarse de ahí en adelante hasta un 5,8% a marzo 2014 (93,0).

Ante números tan contundentes podría sorprender que el BCR opine que el sol no esté sobrevaluado. La razón es muy sencilla. Si reconocieran ese hecho, se generarían peligrosas expectativas de una mayor devaluación. Con lo que, no solo se avivaría la inflación (que ya está amenazando rebasar la frontera oficial del 3%), sino que se volvería a dolarizar la economía, proceso que ha costado tanto trabajo reducir durante los últimos años. En cambio, si persiguieran –como quien no quiere- una cuidadosa devaluación de un centavo por mes (con lo que se llegaría a un saludable dólar de 2.90 por sol en diciembre) no se generarían mayores aspavientos, que dicho sea de paso es lo que se hizo desde mayo del año pasado hasta hoy. De manera que, desgraciadamente, en el campo de la política económica, los responsables de su gestión a veces tienen que recurrir a medios non sanctos para lograr un determinado fin. De lo contrario podrían sembrar una brisa que puede desembocar en un tsunami.

Por lo demás, la desaceleración de la economía, el déficit creciente de la balanza en cuenta corriente (5% del PBI), la caída de los impuestos que erogaban los exportadores, etc., justifican este ajuste paulatino del tipo de cambio. Nótese, sin embargo, que ello implica una labor de filigrana, ya que la economía aún está relativamente dolarizada (45%) y la inflación amenaza saltar sobre la banda superior (3%) establecida por el BCR.

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