¿En serio?

Redacción Gestión

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Según muchos entendidos, este ciclo electoral iba a presenciar el lucimiento de los mejores cuadros del partido Republicano. La carrera por la nominación de su candidato presidencial incluiría experimentados gobernadores como Jeb Bush y Scott Walker, pensadores como Rand Paul y nuevas y atractivas figuras como Marco Rubio. No obstante, quien lidera las encuestas por un amplio margen es Donald Trump.

¿Qué pasó? De acuerdo con muchos que no se lo esperaban, es un producto de la ingenuidad: la gente no distingue la diferencia entre alguien que suena como si supiese de lo que habla y alguien que sí lo sabe. Es claro que hay mucha y los expertos han sido tan ingenuos como el público, y lo siguen siendo.

Si bien es cierto que Trump es, básicamente, una ridiculez, lo mismo sucede con sus contrincantes. Es que si prestamos atención a lo que todos ellos están diciendo y no a cómo lo dicen, descubriremos que la incoherencia y el extremismo no son exclusivos de Trump. No es algo fortuito, pues hablar disparates es lo que tiene que hacerse para ser alguien en ese partido.

Por ejemplo, las ideas económicas de Trump, una suerte de revoltijo entre los puntos de discusión comunes de los conservadores y el proteccionismo, son definitivamente confusas. ¿Pero son acaso peores que el vudú de Bush, quien afirma que podrá duplicar la tasa de crecimiento subyacente del PBI estadounidense? Por cierto, la evidencia no respalda su credibilidad: el relativo alto crecimiento que Florida tuvo durante la burbuja inmobiliaria coincidió con su periodo como gobernador.

Recordemos que Trump cuestionó el lugar de nacimiento del presidente Barack Obama. ¿Pero es eso peor que lo declarado por Walker, quien dice no estar seguro de si el mandatario es cristiano? Asimismo, el ofrecimiento de Trump de deportar a todos los inmigrantes ilegales es extremo e implicaría la violación de libertades civiles. ¿Pero quedan defensores de esos derechos en su partido? Notemos el entusiasmo con que el autoproclamado libertario Rand Paul se ha unido a la cacería de brujas contra la organización Planned Parenthood.

Y si bien Trump está apelando a la ignorancia, el negacionista del cambio climático Marco Rubio, ha hecho del "yo no soy científico" su sello distintivo —memo para el senador: los presidentes no tienen que ser expertos en todo, pero necesitan escuchar a los especialistas y decidir a quiénes creer—.

El punto es que la supuesta seriedad que los medios atribuyen a los rivales de Trump —Jeb, el moderado; Rand, el pensador original; Marco, el rostro de la nueva generación— es superficial. Si les juzgamos por sus posiciones políticas y no por su imagen, lo que tendremos es una colección de tipos incoherentes que defienden intereses privados. Como ya señalé, esto no es casualidad.

Ya se ha hecho costumbre que los convencionalismos de la cobertura y la opinión de los medios sobre política hacen casi imposible decir lo obvio —o sea, que uno de los dos principales partidos del país se ha desplazado al extremo—. Los analistas políticos Thomas Mann y Norman Ornstein lo describen así en su libro "It's even worse than it looks" (2012): El partido Republicano se ha convertido en un "insurgente atípico… no le convence el entendimiento convencional de los hechos, ni la evidencia o la ciencia". No tiene cabida para las posiciones racionales sobre muchos asuntos de importancia.

Dicho de otra manera, los políticos republicanos de hoy no pueden estar hablando en serio. Pero en vista de que quieren ganar las elecciones primarias y tener un futuro en su partido, es necesario que en sus hojas de vida figuren opiniones excéntricas sobre teoría económica, ciencia y política exterior.

Hasta ahora, los líderes republicanos han tratado de preservar una fachada de respetabilidad y han logrado que los medios mantengan la falsa creencia de que están cubriendo los quehaceres de un partido político normal. Lo que diferencia a Trump no son tanto sus opiniones sino su falta de interés por mantener las apariencias. Y resulta que las bases del partido, que exigen posiciones extremistas, también prefieren que sean expresadas de forma directa.

Entonces, ¿por qué todos están sorprendidos? Se suponía que Trump iba a implosionar tras su ataque a John McCain, quien personifica la estrategia de aparentar moderación mientras se asumen posiciones extremas y es muy respetado por los medios, que todo el tiempo le dedican minutos en la televisión. Pero resulta que los votantes republicanos no sienten lo mismo por él.

¿Podrá ganar Trump la nominación de su partido? Ni idea. Pero incluso si termina siendo apartado de la contienda, no presten atención a todos los análisis que declararán un retorno a la política normal. Eso no ocurrirá, pues hace tiempo que la política normal abandonó al partido Republicano. Como mucho, veremos un retorno a la hipocresía normal, esa que encubre a la política radical y menosprecia la evidencia con su retórica que suena convencional. En suma, no habrá ninguna mejora.

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