La muerte del cuento de hadas

Redacción Gestión

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Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.

Abril fue el mes en el que murió el "hada de la confianza". Durante los últimos dos años, la mayoría de los encargados de la política económica en Europa y muchos políticos y expertos en Estados Unidos han estado esclavizados por una doctrina destructiva. De acuerdo con ella, los gobiernos no deben reaccionar ante una economía severamente deprimida en la manera que dicen los libros de texto —gastando más para compensar la caída de la demanda privada— sino con austeridad fiscal, recortando drásticamente el gasto en un esfuerzo para equilibrar sus presupuestos.

Los críticos advirtieron desde el principio que lo único que la austeridad haría como respuesta a la depresión sería empeorarla. Pero los "austeros" insistieron en que ocurriría lo contrario. ¿Pero cómo? ¡Con confianza! "Las medidas inspiradas en la confianza no obstaculizarán la recuperación económica sino que la incentivarán", declaró Jean-Claude Trichet, entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE), una afirmación que tuvo eco en los congresistas republicanos de Estados Unidos. La idea, como la llamé en esa época, era que el hada de la confianza vendría y recompensaría a los hacedores de la política económica por sus virtudes fiscales.

La buena noticia es que mucha gente influyente está por fin admitiendo que el hada de la confianza era un mito. La mala noticia es que a pesar de ello, parece que existe poca disposición para cambiar el rumbo en el futuro cercano, en Europa y también en Estados Unidos, pues aunque en este país la doctrina nunca fue completamente adoptada, sí hubo una austeridad de facto en la forma de enormes reducciones del gasto y el empleo a nivel local y estatal.

La exhortación a las maravillas de la confianza es algo que el ex presidente Herbert Hoover (1929-1933) habría encontrado totalmente familiar, y la fe en el hada de la confianza funcionó tan bien en la Europa de hoy como en los Estados Unidos de Hoover. Alrededor de la periferia europea, desde España hasta Letonia, las políticas de austeridad han causado desplomes y desempleo a niveles de la Gran Depresión, y el hada de la confianza no aparece por ningún lado, ni siquiera en Reino Unido, cuyo viraje hacia la austeridad hace dos años fue saludado con hosannas por las élites políticas de ambos lados del Atlántico.

Nada de esto debería ser noticia ya que el fracaso de estas políticas y sus promesas era bastante obvio. Pese a ello, los líderes europeos se pasaron años negándolo, insistiendo en que sus políticas comenzarían a funcionar en cualquier momento y celebrando supuestos triunfos ante la más endeble evidencia. Es notable, por ejemplo, que los sufridos irlandeses hayan sido aplaudidos por su éxito no una sino dos veces, a inicios del 2010 y en el otoño (boreal) del 2011. En ambas ocasiones, el supuesto éxito terminó siendo un espejismo y a tres años de su programa de austeridad, Irlanda todavía no muestra signos de una recuperación real de una caída que ha llevado al desempleo a una tasa de casi 15%.

Pero algo ha cambiado en las últimas semanas. Eventos como el colapso del gobierno holandés por causa de las medidas de austeridad que propuso a su Congreso, el triunfo de François Hollande —quien es ligeramente antiausteridad— en la primera vuelta electoral en Francia y el informe que muestra que Reino Unido está peor ahora que en la década de 1930 parecen haber penetrado el muro de la negación. De repente, todos están admitiendo que la austeridad no está funcionando.

La pregunta ahora es qué están haciendo al respecto. Y me temo que la respuesta es que no están haciendo mucho.

En primer lugar, mientras los austeros parecen haber renunciado a la esperanza, continúan apostando al temor, es decir, la aseveración de que si no se recorta el gasto, incluso en una economía deprimida, nos convertiremos en Grecia y nuestros costos de endeudamiento estarán por las nubes.

Claro que los clamores de que solamente la austeridad puede apaciguar a los mercados de bonos han demostrado ser tan erróneos como los clamores de que el hada de la confianza traería prosperidad. Han pasado cerca de tres años desde que The Wall Street Journal advirtió, casi sin aliento, que el ataque de los vigilantes de los bonos en contra de la deuda estadounidense había comenzado. Pero los costos de endeudamiento no solo se han mantenido bajos sino que se han reducido a la mitad. Japón ha afrontado estas advertencias por más de una década y la semana pasada podía emitir bonos a largo plazo a una tasa de interés inferior al 1%.

Y los analistas serios ahora argumentan que la austeridad fiscal en una economía deprimida es probablemente contraproducente: al encoger la economía y afectar los ingresos fiscales de largo plazo, la austeridad probablemente hace que las perspectivas de la deuda empeoren en lugar de mejorar.

A pesar de que el hada de la confianza parece estar sepultada, las historias de terror sobre el déficit continúan siendo populares. De hecho, los defensores de las políticas británicas descartan cualquier llamado a repensarlas, pese a su evidente fracaso, debido a que cualquier relajamiento de la austeridad podría causar que los costos de endeudamiento se disparen.En suma, estamos viviendo en un mundo de políticas económicas zombi, es decir, que debieron haber sido aniquiladas por la evidencia de que todas sus premisas son incorrectas, pero que sin embargo continúan pululando. Y nadie sabe cuándo terminará este reinado del error.

Antonio Yonz MartínezTraducción

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