Habla el mercado

Redacción Gestión

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NYT SYNDICATE

Hace cuatro años en Estados Unidos, cuando un nuevo presidente iniciaba sus esfuerzos para rescatar la economía y reforzar la protección social, los expertos económicos conservadores gente que afirmaba entender los mercados y conocer cómo satisfacerlos advirtieron sobre un inminente desastre financiero. Declararon que el precio de las acciones se derrumbaría y las tasas de interés se dispararían.

Una ojeada a los titulares de esa época encuentra infinidad de terribles pronunciamientos. "El radicalismo de Obama está matando al Dow Jones", amenazaba un artículo de opinión de Michael Boskin, quien fue consejero económico de los dos presidentes Bush. "Regresan los disciplinarios de la política económica", declaraba el Wall Street Journal, advirtiendo que los "vigilantes de los bonos" pronto empujarían los rendimientos de los bonos del Tesoro hacia alzas destructivas.

Pues bien, el índice Dow Jones de la Bolsa de Valores de Nueva York ha alcanzado picos récord esta semana y la anterior, en tanto que el rendimiento de los bonos del Tesoro a diez años es casi la mitad de lo que registraba cuando dicho diario publicó su premonición.

Ok, todos hacemos malas predicciones de vez en cuando, pero estas tienen una significancia especial, y no solo porque la gente que las hizo posee un notable historial de equivocaciones.

No, lo importante en torno a estas malas predicciones es que vinieron de gente que constantemente invoca la potencial ira de los mercados como un motivo para que sigamos sus consejos sobre política económica. Nos dijeron que no se intente proteger a los estadounidenses sin seguro médico, pues ello socavaría la confianza de las empresas y el mercado de acciones se hundiría. Tampoco había que intentar reformar Wall Street, ni siquiera criticar sus abusos, pues se herirían los sentimientos de los plutócratas y eso conduciría al derrumbe de los mercados. No se debía intentar combatir el desempleo con un mayor gasto gubernamental porque las tasas de interés se irían por las nubes.

Y, por supuesto, se nos dijo que había que hacer grandes e inmediatos recortes en la Seguridad Social, Medicare y Medicaid, o los mercados nos castigarían.

Por cierto, no estoy hablando únicamente del ala dura de la derecha; un buen número de autoproclamados centristas han hecho lo mismo. Por ejemplo, hace dos años, Erskine Bowles y Alan Simpson predijeron un ataque de los vigilantes de los bonos dentro de… dos años, a menos que se adoptase, adivinen, el plan fiscal que ellos elaboraron.

Lo que estas malas predicciones nos dicen es que estamos enfrentándonos a sacerdotes que exigen sacrificios humanos para calmar a sus hambrientos dioses, pero que en realidad no entienden qué es lo que estos dioses quieren y que simplemente están proyectando sus propias preferencias en la supuesta mente del mercado.

Entonces, ¿qué nos están diciendo los mercados? Me gustaría poder decir que todo son buenas noticias, pero no es así. Las bajas tasas de interés son la señal de una economía que no está cercana de una total recuperación de la crisis financiera del 2008, mientras que el elevado nivel de los precios de las acciones no debiera ser motivo de celebración ya que, en gran parte, es un reflejo de la creciente desconexión entre la productividad y los salarios.

El caso de las tasas de interés es bastante sencillo. Como algunos de nosotros hemos estado tratando de explicar por más de cuatro años, la crisis financiera y el estallido de la burbuja inmobiliaria crearon una situación en la cual casi todos los principales actores de la economía estadounidense están intentando pagar su deuda, de modo que están gastando menos. En vista de que mi gasto es el ingreso de otros y el gasto de otros es mi ingreso, esto se traduce en una economía deprimida. También significa tasas de interés bajas, pues otra forma de ver la situación es que, poniéndolo en términos generales, en estos momentos todos quieren ahorrar y nadie quiere invertir.

Por ello, estamos inundados de ahorros que no tienen dónde ir, y esos depósitos en exceso están trayendo a la baja los costos de endeudamiento.

Es lógico que, bajo estas condiciones, el Gobierno debería ignorar su déficit de corto plazo y elevar su gasto para ayudar a la economía. Pero, desafortunadamente, los encargados de la política económica han sido intimidados por estos falsos sacerdotes, quienes les han convencido de que deben adoptar la austeridad fiscal o enfrentar la ira de los invisibles dioses del mercado.

Con respecto al mercado de acciones, los precios están elevados, en parte, debido a que los rendimientos de los bonos se encuentran muy bajos y los inversionistas han tenido que colocar su dinero en otro lugar. Sin embargo, también es cierto que mientras la economía continúa profundamente deprimida, las ganancias corporativas han mostrado una fuerte recuperación. ¡Y eso es malo! No solo se trata de que los trabajadores no están recibiendo los frutos de la mejora de su propia productividad, sino que cientos de millones de dólares se están apilando en las tesorerías de las corporaciones, las que al afrontar una débil demanda, no ven motivo para invertir esos dólares.

En consecuencia, el mensaje de los mercados no es para nada feliz. Lo que están diciendo claramente es que los temores y prejuicios que por años han dominado la discusión en Washington están completamente desacertados. También nos están diciendo que la gente que ha estado alimentando esos temores y prejuicios no tienen idea de cómo funciona la economía.

Antonio Yonz MartínezTraducción

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