Que no cunda el pánico

Redacción Gestión

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DE LA EDICIÓN IMPRESA

Un banco central duplica sus tasas de interés luego de una reunión de emergencia a medianoche. Un país se ve forzado a aplicar una fuerte devaluación mientras sus reservas internacionales se diluyen. Los recientes eventos en Turquía y Argentina están emitiendo inquietantes ecos de las primeras fases de la crisis que afectó los mercados emergentes en 1997 y 1998.Ese desastre comenzó con problemas aislados en Tailandia pero terminaron transformándose en un derrumbe general. Los inversionistas huyeron de los activos de los mercados emergentes, cuyas divisas colapsaron y sus economías se deprimieron y su deuda externa se volvió impagable. ¿Podría ocurrir una repetición este año?Los optimistas, entre ellos el Fondo Monetario Internacional (FMI), dicen que no pues sostienen que la mayoría de mercados emergentes están lejos de ser tan vulnerables como en 1997. Sus tipos de cambio son flexibles, sus reservas internacionales son mayores —nada menos que US$ 7.7 millones de millones—, sus déficits en cuenta corriente son menores —solamente dos de los 25 mercados emergentes evaluados por The Economist tienen un déficit por encima del 5% de su PBI—, y sus deudas son más bajas y con mayor probabilidad de estar denominadas en moneda local.Los pesimistas, muchos de ellos operadores de mesas de negociación de fondos de cobertura, le otorgan más peso a factores que hacen menos atractivos a los activos de mercados emergentes, en particular las perspectivas de mayores tasas de interés en Estados Unidos y un crecimiento más lento en China.Luego de muchos años de perseguir rendimientos en lugares riesgosos, muchos inversionistas estadounidenses están trayendo su dinero de vuelta a casa. Y luego de años de un enorme crecimiento del crédito, las economías emergentes tienen nuevas vulnerabilidades: políticos complacientes, enormes deudas corporativas y bancos que son menos fiables de lo que aparentan.Esta publicación se alinea con los optimistas. Los días del dinero fácil están terminando, pero lentamente. La mayoría de mercados emergentes son menos vulnerables de lo que eran hace quince años y están levantando sus defensas con rapidez.Lo que inclinaría la balanza hacia los pesimistas es el pánico. Incluso si los fundamentos económicos no justifican una huida a gran escala de los inversionistas, las crisis monetarias pueden acarrear su propio cumplimiento en mercados relativamente ilíquidos.La mayoría de divisas de los mercados emergentes retrocedió la semana pasada, pero la verdadera presión ha estado en pocos países con debilidades saltantes, tales como Argentina —elevada inflación, gobierno errático— y Turquía —elevada inflación, enorme déficit presupuestal, convulsión política—. Esta diferenciación es alentadora, lo mismo que la respuesta de las economías emergentes.En gran medida, los encargados de la política económica han utilizado la agitación de los mercados para impulsar más reformas. Los bancos centrales que dejaron de preocuparse por la inflación se están poniendo más estrictos; por ejemplo, el 28 de enero el banco central de India elevó las tasas de interés por tercera vez en cinco meses y fue claro en indicar que estaba actuando para alcanzar una meta de inflación.Por su parte, el banco central de Turquía desechó su absurda política monetaria y la reemplazó por una más ortodoxa, además de aumentar las tasas de interés. Si bien todavía hay mucho por hacer: en demasiados mercados emergentes, las tasas de interés reales continúan siendo negativas, la dirección que se está siguiendo es la correcta y la mayoría de países está actuando con celeridad.Sin embargo, estos países no ejercen un control total sobre el destino de sus monedas, ya que el flujo de capitales hacia y desde los mercados emergentes tiene mucho más que ver con lo que sucede fuera de sus fronteras que dentro de ellas. Es por ello que cuando la Reserva Federal (Fed) incrementa las tasas de interés en Estados Unidos, las economías emergentes a menudo son golpeadas, en particular si dichos incrementos son rápidos.Afortunadamente, no es probable que eso ocurra en estos momentos. La Fed está recortando lentamente su flexibilización monetaria —el 29 de enero redujo en US$ 10,000 millones sus adquisiciones mensuales de bonos— y las probabilidades de que estrechará su política de forma precipitada son pequeñas. La nueva presidenta de la entidad, Janet Yellen, ha puesto en claro que mantendrá su tasa de interés de referencia cercana a 0% hasta que el mercado laboral estadounidense se recupere. Y eso significa algo más que una tasa de desempleo más baja.De la misma manera, las probabilidades de que los problemas en China contagien a otras economías emergentes son bajas. Un crecimiento más bajo en ese país afectaría a los exportadores de commodities en todo el mundo, pero no existen señales de un repentino derrumbe. Si bien es cierto que el sistema financiero chino enfrenta crecientes dificultades, el gobierno tiene la capacidad de rescatarlo.Asimismo, los inmensos ahorros del país significan que las fallas bancarias internas no tienen una relación económica directa con el resto del mundo emergente. Solamente los inversionistas nerviosos ven una conexión entre la fallida banca en la sombra de China y las tambaleantes divisas en otros países.Pero si suficientes inversionistas se tocan de nervios, el dinero se esfumará, las divisas caerán y un ajuste monetario gradual podría convertirse en un repentino colapso. Pero no existe ninguna razón para que las tasas de interés estadounidenses se incrementen velozmente, ni tampoco razón alguna para que las economías emergentes no puedan adaptarse a un mundo en el que las tasas de interés se están elevando gradualmente.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez© The Economist Newspaper Ltd,London, 2013

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