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Pablo Escobar

El abandonado edificio Mónaco, antigua morada del fallecido narcotraficante Pablo Escobar en Colombia, estará recubierto de afiches que recuerdan a las víctimas del cartel de Medellín hasta su demolición el 22 de febrero de 2019.

"Respeta nuestro dolor, honra nuestras víctimas (1983-1994). 46.612 vidas menos", reza uno de los avisos que ahora se impone ante la mirada de turistas que llegan a visitar el fortín del capo en los llamados "narcotours".

El narcogénero

Un genio del mal, un villano popular, una identidad colectiva... abundan las frases y los adjetivos para describir a Escobar, pero quizá nada explique mejor su influencia que un prefijo: narco.

Con Escobar, se popularizó su uso. Surgieron la narconovela, la narcopolítica, la narcomúsica y además "la sicaresca" (historias de asesinos a sueldo como los que contrataba el narcotraficante en las barriadas de Medellín).

Ante todo, Pablo es un "ídolo narrativo, una vida como la de él es mejor que el cine, la literatura y la televisión que nos imaginamos", señala a la AFP Omar Rincón, académico e investigador de narcocultura de la Universidad de Los Andes.

Fernando Botero lo inmortalizó en oleos, el nobel Gabriel García Márquez lo hizo en "Noticia de un secuestro" y hasta Netflix le saca provecho en su serie Narcos. Desde la esposa hasta el hijo, pasando por el hermano y su amante más famosa, han escrito sus memorias con el capo. También los policías que lo combatieron.

Todo colombiano - y no pocos estadounidenses - tienen algo que decir sobre Pablo.

Es "marca Colombia. Nos enorgullece, nos hace reír, nos da pena y pudor. Nos dio una identidad internacional", añade Rincón.

El "Da Vinci del crimen", como lo llamó una de sus víctimas, el exvicepresidente Francisco Santos, secuestrado por el cartel de Medellín, se fusionó con el imaginario del colombiano.

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