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Theresa May

El primer ministro británico, Boris Johnson, conocido por su indisciplinada cabellera rubia y sus incendiarias declaraciones, ve su infatigable optimismo puesto a prueba por un parlamento decidido a imposibilitar su promesa de un Brexit a toda costa el 31 de octubre.

Desde el martes, encaja un revés tras otro en el parlamento: la rebelión de 21 diputados de su partido, la pérdida de la mayoría parlamentaria, la imposición de una ley que le obliga a pedir un nuevo aplazamiento del Brexit al que se opone férreamente.

Johnson, de 55 años, es uno de los políticos más populares del país pero también uno de los más divisivos, que atrae críticas por su retórica populista, su escasa atención a los detalles y sus contradicciones, incluso en las filas conservadoras.

Mientras sus partidarios elogian su empuje y su "personalidad única", sus detractores lo comparan con el presidente estadounidense Donald Trump y lo acusan de bravuconería y oportunismo.

En el referéndum de 2016 este gran admirador de Winston Churchill -sobre el que escribió una biografía- surgió como uno de los principales defensores del Brexit -a cuya victoria contribuyó ampliamente- pero solo tras realizar un inusual ejercicio.

Columnista del diario conservador The Daily Telegraph, había preparado un artículo anunciando que apoyaba la permanencia en el bloque y otro afirmando lo contrario, lo que alimentó la impresión de que su decisión escondía un cálculo político.

"Tiene una opinión muy clara sobre sí mismo, lo único en lo que Boris Johnson cree es en Boris Johnson", dijo a la AFP el exdirector general de la Organización Mundial del Comercio (OMC) Pascal Lamy que conoce a la familia Johnson desde que Boris era un muchacho que estudiaba en la Escuela Europea de Bruselas, donde su padre fue funcionario y eurodiputado.

En sus primeras palabras tras asumir el cargo en julio, Johnson prometió llevar a cabo el Brexit en la fecha prevista "cueste lo que cueste", tras los sonados fracasos de su antecesora Theresa May.

- El alcalde de los Juegos Olímpicos -

Nacido en Nueva York en 1964, Alexander Boris de Pfeffel Johnson, conocido popularmente como "BoJo", quería desde muy pequeño ser "rey del mundo", contó su hermana Rachel.

Tras estudiar en la Universidad de Oxford, en 1987 comenzó una carrera de periodista en The Times, diario que lo despidió un año después por haber inventado unas declaraciones.

Después fue corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas entre 1989 y 1994, favoreciendo historias que ridiculizaban las regulaciones europeas. Algunas de ellas se convirtieron en mantras para los euroescépticos, como la que aseguraba que la UE iba a regular el tamaño de las bananas o acortar los condones.

"No inventaba las historias pero siempre caía en la exageración", recuerda Christian Spillmann, que fue periodista de la AFP en Bruselas durante "los años Boris".

En Bruselas terminó su matrimonio con Allegra Mostyn-Owen, a quien conoció en Oxford, y se acercó a una amiga de la infancia, Marina Wheeler, que se convirtió en su esposa y madre de sus cuatro hijos.

La pareja se separó en 2018 y Johnson sale desde entonces con una mujer de 31 años, a la que según el Daily Telegraph debe una imagen más moderna y algunos kilos menos.

Fue elegido diputado por primera vez en 2001, pero adquirió rango de estrella a partir de 2008 al convertirse en alcalde de Londres, un cargo con más exposición pública que competencias, particularmente durante los esplendidos Juegos Olímpicos de 2012.

En la mente de todos quedó marcada una imagen del alcalde Johnson, atascado en una tirolina durante los Juegos de Londres y agitando una banderita mientras esperaba que le descolgaran, una situación ridícula que gracias a su carisma logró transformar a su favor.

Nombrado ministro de Relaciones Exteriores por May en julio de 2016, algunos lo acusan de haber cometidos graves errores diplomáticos. Dimitió dos años después por su desacuerdo con la estrategia negociadora del gobierno que ahora espera revolucionar.