En el 2019, la inversión extranjera directa en América Latina creció 10% hasta US$ 164,000 millones, impulsada sobre todo por el ascenso de los flujos de países como Brasil.
En el 2019, la inversión extranjera directa en América Latina creció 10% hasta US$ 164,000 millones, impulsada sobre todo por el ascenso de los flujos de países como Brasil.

La inversión extranjera directa caerá este año hasta 50% interanual en Latinoamérica debido a la crisis derivada del COVID-19, algo que tendrá efectos especialmente adversos en los sectores turístico, de transporte y materias primas, prevé un informe publicado por las Naciones Unidas (ONU).

El estudio sobre inversiones globales de la (Unctad) sitúa a América Latina como una de las regiones que se verán más afectadas por la caída de la inversión, derivada del desplome de la oferta, la demanda, y las políticas anticrisis, que constreñirán el flujo de capitales.

La pandemia combina un malestar político y social con debilidades estructurales, empujando a las economías latinoamericanas a una profunda recesión y exacerbando los desafíos para atraer inversión extranjera”, analizó, al presentar el informe, el director de Inversión y Empresa de la Unctad, James Zhan.

América del sur y central, crisis diferenciadas

Dicho informe vaticina que los precios bajos del petróleo y las materias primas perjudicarán especialmente a la inversión extranjera en las principales economías de Sudamérica (Colombia, Brasil, Argentina, Chile y Perú), que dependen de este capital foráneo para sus industrias extractivas.

Otras economías, especialmente las del Caribe, “se verán fuertemente afectadas por el colapso del turismo y la interrupción de la inversión de viajes y ocio”, analiza el organismo, que también prevé efectos adversos en la industria manufacturera automotriz y textil de la región.

En el otro lado de la balanza, “América Central y el Caribe podrían ver nuevas inversiones internacionales para expandir la producción de equipos médicos”, subraya el estudio de Unctad.

Los primeros indicadores de inversión en los meses iniciales del 2020 en ya anticipan malas cifras a finales de año, como por ejemplo un descenso interanual en abril de 78% en las fusiones y adquisiciones, y eso considerando que la pandemia ha llegado más tarde a la región y aún no ha llegado a su pico.

En el 2019, la inversión extranjera directa en América Latina creció 10% hasta US$ 164,000 millones, impulsada sobre todo por el ascenso de los flujos de países como Brasil, que atrajo casi la mitad de esos capitales y experimentó un ascenso interanual de 20% en este indicador.

En , el ascenso fue de 26% respecto al 2018, de 63 % en Chile y de 37% en Perú, mientras que en México la caída de los flujos a las industrias automotriz y extractiva condujo a una disminución del 5 % en la inversión extranjera, recalcó el informe de Unctad.

Pesimismo también a nivel global

A nivel mundial, el organismo de prevé que la inversión extranjera directa caiga 40% interanual en el 2020, vuelva a bajar en el 2021 entre 5% y 10% y no remonte hasta el 2022.

De confirmarse, ello significaría una inversión foránea de poco más de US$ 600,000 millones, la peor cifra en 17 años, según las estadísticas de la organización.

Las principales 5,000 multinacionales del mundo, que representan buena parte de la inversión foránea global, han revisado sus perspectivas de beneficios en el 2020 un 40% a la baja como promedio, lo que contribuirá al descenso de las inversiones, que en más de la mitad de los casos suelen ser ganancias reinvertidas.

Además se espera que tras la pandemia aumenten las políticas restrictivas de flujo de capitales, otro factor que de seguro perjudicará a una inversión extranjera que el año pasado ascendió a US$ 1.54 billones, una subida interanual de 3%.

Una revolución en la cadena mundial de montaje

Unctad también analiza en su informe el futuro de la cadena de producción internacional tras la pandemia, y predice que ésta no hará sino acelerar los procesos de desaceleración de los flujos de inversión y de las cadenas de valor mundiales, junto a un lento crecimiento del comercio.

Esos procesos ya se habían iniciado tras la crisis financiera mundial del 2008, alimentados por el creciente nacionalismo económico, la nueva revolución industrial (con un impulso de la robotización) y la concienciación sobre el impacto de la producción en el medio ambiente y el calentamiento global.

Unctad augura por todo ello mayor intervencionismo de los gobiernos en la producción, más proteccionismo, cambio hacia marcos operativos regionales y bilaterales en lugar de los multinacionales, o un aumento de la desinversión y las deslocalizaciones, que desatará competencia más dura por atraer inversión foránea.