Redacción Gestión

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El estreno de "El despertar de la fuerza", el más reciente capítulo de la saga Star Wars, convocó a fans ávidos por presenciar emocionantes duelos con spadas láser y ponerse al día con las vidas de sus amados personajes. Los economistas, que no se entusiasman fácilmente, seguramente estuvieron más interesados en la situación de la economía galáctica.

emprendió una revisión profunda, incentivada con popcorn, de los seis primeros episodios de la saga, en busca de lecciones económicas. Para empezar, la galaxia de Star Wars está tecnológicamente avanzada pero económicamente estancada, plagada de inequidades e instituciones políticas anquilosadas. No es tan extraterrestre, después de todo.

Son tres las lecciones clave para los habitantes de la Vía Láctea. La primera es el valor del comercio: mientras más libre, mejor. Tanto en aquella galaxia como en la nuestra, los conflictos comerciales son una abundante fuente de tensión dramática –como sucede en el Episodio I (1999)–.

El hiperimpulsor figura entre las tecnologías más relevantes de ese universo, pues permite desplazarse grandísimas distancias en un santiamén. Sin él, el comercio sería complicado y costoso. Además, posibilita un ingreso per cápita más elevado del que existiría en una galaxia con autarquía planetaria.

A algunos planetas –los que poseen diversidad de especies y recursos– les iría bien sin comerciar, pero no a otros como Tatooine (desértico) o Hoth (congelado), si no pudiesen importar bienes de otros mundos. El comercio hace que los planetas desolados se especialicen en la producción de commodities valiosos –como Tatooine y sus minerales–, mientras que otros pueden destinar toda su superficie al cultivo o la urbanización –la capital imperial, oruscant, es una ciudadplaneta–.

Los planetas ricamente dotados se benefician al especializarse en industrias donde poseen ventajas comparativas y utilizan parte de los ingresos por su exportación en la obtención de bienes y servicios en cuya producción no son tan buenos. Al mismo tiempo, el comercio permite a los planetas menos dotados vender sus recursos a cambio de las importaciones que necesitan para ser habitables –los alimentos serían el ejemplo más obvio–.

Pero los beneficios del comercio galáctico se reducen con los monopolios otorgados a poderosos grupos industriales como la Federación de Comercio, que invadió el pacífico planeta Naboo en el Episodio I. Estos esquemas son problemáticos porque viabilizan el cobro de primas, incentivan la criminalidad (Han Solo contrabandeaba un narcótico ilegal por cuenta del gángster Jabba el Hutt) y hacen que los monopolistas adopten conductas rentistas.

La segunda lección es que aunque la globalización, "galactización" mejordicho, es un estímulo económico, presenta toda suerte de desafíos políticosque no son fácilmente manejables. Dani Rodrik, economista de la Universidad de Harvard, sostiene que la globalización evita que los países alcancen más de dos de tres metas deseables: integración económica, soberanía nacional y democracia.

Los habitantes del universo de "Star Wars" enfrentan problemas similares: el precio de participar en la economía galáctica es la aceptación de reglas que desagradan a los gobiernos planetarios. En el Episodio II (2002), una "Confederación de Sistemas Independientes" se levanta contra la República en respuesta a regulaciones que considera imponen una carga económica excesiva a los planetas pobres.

Y la Alianza Rebelde que combate al Imperio en los episodios IV, V y VI (1977, 1980 y 1983) intenta restaurar la democracia y la soberanía planetaria, aunque eso podría socavar la integración económica que proporciona el gobierno unitario.

La tercera lección es para quienes están ponderando sus opciones de carrera en una era de inteligencia artificial. Los humanos de la saga todavía trabajan en tareas peligrosas y desagradables –por ejemplo, volando los equivalentesgalácticos de los aviones de combate y faenando en peligrosas minas–, a pesar de las multitudes de robots que pueblan la galaxia.

En efecto, a pesar de toda su magia tecnológica, los robots de "Star Wars" no parecen capacitados de hacer todo lo que los humanos hacen. Cuando a Obi-Wan Kenobi, un caballero Jedi, le muestran un ejército de clones humanos –que pronto se convertirán en soldados imperiales–, le dicen que son "inmensamentesuperiores a los droides y son capaces de tener pensamiento y actuación independiente". Esto suena bastante tranquilizador.

Claro que los humanos también trabajan debido a las inequidades del sistema político galáctico. La primera aparición de Anakin Skywalker, el Jedi emocionalmente abrumado que terminará convirtiéndose en Darth Vader, es comoun esclavo en Tatooine. Su hijo Luke, aunque no es esclavo, recolecta humedad atmosférica y vive en relativa pobreza, mientras quienes habitan el centro de la galaxia disfrutan una vida de lujos.

De ser necesario para poder sobrevivir, los humanos trabajarán por un salario mísero. Esto les puede conducir al lado oscuro o, peor, podría provocar que las almas inquisitivas se pregunten qué fuerzas impulsan tan desigualdistribución de la riqueza, convirtiéndoles en las más temidas de las criaturas: economistas.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez© The Economist Newspaper Ltd, London, 2015

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