En cierta ocasión, un funcionario del Gobierno indio le comentó a este columnista que a la economía de su país le va mejor cuando al resto del mundo le va bien –pero no demasiado bien–. El crecimiento global favorece a las exportaciones de India, pero cuando la economía mundial gana mucho impulso, las tasas de interés y los precios del petróleo pueden elevarse incómodamente, lo cual perjudica a ese país pues es importador neto de capital y crudo.
El comentario viene a la mente dado que la bolsa india registró un alza récord el 10 de noviembre, luego de la noticia de que la vacuna de Pfizer es más eficaz de lo esperado. Pasarán meses antes de que esté disponible masivamente, incluso en países equipados para distribuirla, pero la reproducción del entusiasmo en los inversionistas puede ser muy alta.
Otro impulso para la bolsa india –y para la renta variable de países emergentes en general– fue la elección en Estados Unidos. El resultado eliminó una duradera fuente de incertidumbre, abriendo espacio para que los inversionistas asuman otros tipos de riesgo. El renovado apetito por la audacia ayudó a levantar el MSCI, el índice referencial para acciones de mercados emergentes, en más de 6% entre el 3 y el 9 de noviembre. Ahora está más de 50% por encima de su mínimo registrado en marzo.
Aunque Wall Street ha estado fijando récords, el índice de mercados emergentes sigue muy lejos de su máximo histórico del 2007 y de su pico del 2018. En la última década, las acciones de mercados emergentes han avanzado bien poco y han recorrido una ruta angustiante: las fuertes alzas en 2012, 2016-17 y 2019 fueron contrarrestadas por caídas espectaculares en los demás años. En total, el índice MSCI supera en apenas 3% su nivel de hace diez años.
Sin embargo, ese mediocre desempeño permite que las acciones de mercados emergentes se vean mucho mejor valorizadas que sus contrapartes del mundo avanzado. De acuerdo con la consultora Oxford Economics, el ratio precio-utilidad, ajustado para el ciclo, para mercados emergentes se ubica en la mitad inferior de su distribución histórica. El de Estados Unidos, en cambio, está por encima del percentil 98.
Esa brecha se ve más patente cuando se la compara con las perspectivas de crecimiento inmediato. El PBI de mercados emergentes, ponderado según su capitalización de mercado, se reducirá menos de 2% este año y crecerá alrededor de 5% el 2021, según proyecciones de The Economist Intelligence Unit, firma afiliada a The Economist. Estados Unidos está haciéndolo mejor que la mayoría del mundo avanzado, aunque su economía se contraerá 4.6% este año y crecerá menos de 4% el próximo.
Algunos integrantes del índice MSCI, como China y Taiwán, han manejado bien la pandemia, lo que hizo posible un temprano regreso del crecimiento. Otros, como India, lo han hecho mal. Pero precisamente debido a que sus primeros intentos de aplicar confinamientos fueron tan inefectivos, es poco probable que interrumpan su crecimiento económico si tratan de hacerlo otra vez.
Estas discrepancias no han pasado desapercibidas. Algunos estrategas piensan que las poco deseadas acciones de mercados emergentes podrían beneficiarse del tipo de “rotación” que en los últimos días ha propulsado a los inversionistas a reducir posiciones en acciones “de crecimiento” onerosas (como las tecnológicas) y acrecentarlas en acciones “de valor”, cuyos ingresos están más estrechamente ligados a la situación en que se encuentra la economía.
También creen que los mercados emergentes más atribulados podrían beneficiarse de una rotación dentro de la rotación. John Lomax, jefe de Estrategia Global para Mercados Emergentes de HSBC, por ejemplo, recomienda incrementar tenencias en acciones de países como Brasil y Sudáfrica –que continúan considerablemente bajas– a costa de las asiáticas, como Taiwán.
No obstante, podría haber una limitante. Los activos de mercados emergentes estarían siendo tasados como acciones de valor, pero en otro aspecto importante –su sensibilidad a rendimiento de bonos– se asemejan más a acciones de crecimiento. Cuando se elevan las tasas de interés y los rendimientos de bonos, los inversionistas se vuelven menos dispuestos a asumir riesgos o esperar ganancias futuras. Eso afecta tanto a acciones de crecimiento como a mercados emergentes.
Consideremos este escenario: Se aprueba la vacuna de Pfizer, pero como debe ser mantenida a temperaturas antárticas, nunca llega a mercados emergentes que carecen de cadenas de frío, con lo que podría provocar una recuperación desigual, liderada por países ricos. Ese rebote podría elevar la presión sobre los rendimientos de bonos; el anuncio de Pfizer hizo que el rendimiento de los bonos del Tesoro a diez años subiera a casi 1% el 9 de noviembre.
Y el endurecimiento de las condiciones financieras globales podría ser más dañino para las economías emergentes de lo que se beneficiarían con la mejora del crecimiento del mundo avanzado. En suma, les podría ir mal si al resto del mundo le va demasiado bien.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2020