En gran parte del mundo en desarrollo, el poder de asignar tierras -o decidir quién lo haga- es muy lucrativo.
En gran parte del mundo en desarrollo, el poder de asignar tierras -o decidir quién lo haga- es muy lucrativo.

Hace 20 años, el economista peruano Hernando de Soto hizo una reflexión sorprendente: la población de países pobres no es tan pobre como parece, pues posee muchos activos. Pero no puede usarlos como garantía porque no puede probar su propiedad. De Soto estimó que el valor total de terrenos, viviendas y otros activos fijos poseídos informalmente era de US$ 9.3 millones de millones (US$ 13.5 millones de millones en dólares de hoy), equivalentes a 20 veces la inversión extranjera directa a países en desarrollo la década precedente.

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