Redacción Gestión

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Lo dan a entender los titulares: el riesgo geopolítico ha alcanzado máximos históricos con la ola de populismo y conflictos en Europa, un intento de golpe de Estado en Turquía, tirantes elecciones en Estados Unidos, la amenaza del terrorismo y tensiones en el mar de China Meridional.

Pero un vistazo a los precios de las acciones haría creer que todo parece estar bien. Este mes, el índice S&P 500, basado en la capitalización bursátil de las principales empresas estadounidenses, alcanzó un nuevo pico. El famoso inversionista Benjamin Graham (1894-1976) describía el mercado bursátil de ese país como maníaco-depresivo, pero ahora parece ser uno de los últimos optimistas incorregibles del planeta.

Los inversionistas están convencidos de que las perspectivas de las utilidades corporativas han mejorado respecto de hace un año. En los últimos cuatro trimestres, las utilidades por acción del S&P 500 cayeron 12% comparadas con el mismo periodo del año previo.

Este resultado es el reflejo de un dólar fuerte, que reduce el valor de los ingresos obtenidos en el extranjero, junto con el pobre desempeño de las empresas energéticas y de commodities.

Por ejemplo, las ventas globales de Coca-Cola aumentaron en términos de las monedas locales donde tiene operaciones, pero disminuyeron expresadas en dólares, en tanto que las ganancias de ExxonMobil se redujeron 80% respecto de hace dos años.

Pero los mercados creen que estos problemas desaparecerán. El dólar y el precio del petróleo se han estabilizado y la economía estadounidense parece hallarse en una situación semejante al cuento "Ricitos de Oro" en lo que respecta a la generación de ganancias —ni muy caliente, ni muy frío—. Es decir, está creciendo lo suficiente como para que la demanda por productos se siga moviendo.

Pero en lo que va del año, los salarios, o costos laborales, solo han crecido a una tasa anual entre 2% y 3%, de modo que el sector corporativo estadounidense puede ser altamente rentable sin tener que ser muy dinámico.

En adición, las empresas están haciendo uso de sus elevadas ganancias para financiar recompras de acciones, que en promedio suman US$ 165,000 millones trimestrales, lo cual contribuye al alza de los precios de las acciones.

La mayoría de analistas todavía espera una reducción de las utilidades para el segundo trimestre del año, antes de que comiencen a recuperarse y crezcan fuertemente el cuarto trimestre. ¿Qué tan sensata es esta expectativa? Una objeción es que un endurecimiento del mercado laboral podría significar que las presiones salariales finalmente se eleven.

Un aumento de solamente 5% en los salarios podría reducir en 15% las utilidades, si todos los otros factores se mantienen invariables. Pero esto no es lo que la Reserva Federal espera, ni tampoco el mercado de bonos, que está fijando los precios de la deuda en función de un prolongado periodo de baja inflación y bajas tasas de interés.

Un riesgo todavía mayor, pero que es más difícil cuantificar, es el efecto de largo plazo que el tenso clima político tendrá sobre las utilidades corporativas. Las empresas están generando ganancias y flujos de caja a niveles inusualmente elevados, en relación con el PBI, mientras que la participación de los trabajadores en el ingreso está deprimida.

Ambos bandos de la campaña presidencial han criticado a las grandes compañías y muchos sienten que estas se están beneficiando de una economía inclinada a su favor.

¿Cuánto de ese punto de vista podría traducirse en una disminución de las utilidades? Hillary Clinton ha prometido ejercer presión sobre la fijación de los precios de las medicinas (el 14% del total de utilidades en Estados Unidos es obtenido por las empresas de cuidado de la salud).

El partido Demócrata también ha ofrecido un enfoque más duro en la política sobre competencia, algo que podría afectar a las firmas tecnológicas que detentan participaciones de mercado significativas.

Por su parte, Donald Trump podría implementar una agenda proteccionista que sería dolorosa para las grandes corporaciones que operan en el extranjero, o que dependen de insumos importados (alrededor del 40% de las ventas de las empresas del S&P 500 se realiza en el exterior). Además, ambos partidos podrían aplicar medidas para combatir los generosos beneficios fiscales que reciben las empresas offshore.

A pesar de todo esto, los inversionistas no están preocupados, quizás porque suponen que las promesas de campaña serán silenciosamente olvidadas. Por ejemplo, los analistas esperan que las utilidades por acción de las empresas farmacéuticas casi de dupliquen para el 2018. Pero puede ser que solo se trate de buenos deseos.

El bancario fue el primer sector en Estados Unidos golpeado duramente por la animadversión populista y es improbable que sea el último. Sus ganancias se vieron afectadas, al punto que su rentabilidad financiera (ROE) se redujo a la mitad en la última década.

No es coincidencia que el CEO que ahora está haciendo más para contener el descontento popular provenga de la banca. Se trata de Jamie Dimon, de JPMorgan Chase, que hace dos semanas anunció que las remuneraciones de 18,000 miembros de su personal pasarán de US$ 10 por hora a entre US$ 12 y US$ 17 por hora. Posiblemente no sea el último en hacer tales anuncios.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez