Los antiguos conocían la fuente del verdadero terror. Leones, serpientes y cabras (aparentemente) eran criaturas temibles, pero lo que causaba pesadillas era la combinación de diversas partes de ellas. La Quimera, que tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente, y “escupía espantosas ráfagas de fuego”, fue una bestia realmente aterradora. Pero los cruzamientos también pueden ser lindos y tiernos, como los perros labradoodle.
¿Qué se puede decir de los cruzamientos financieros? ¿Son minotauros o perritos maltipoo? En los últimos años, las finanzas se han adaptado e innovado a un ritmo frenético. El 2019, apenas si había transacciones realizadas a través de compañías con propósito especial de adquisición (SPAC), también conocidas como “compañías cheque en blanco”, que son vehículos financieros que se inscriben en bolsa para adquirir empresas de accionariado cerrado vía fusiones. El 2021, levantaron US$ 163,000 millones de capital y acordaron llevar a bolsa a 267 empresas.
Y hasta fecha tan reciente como el 2020, pocos habían oído hablar de los tokens no fungibles (NFT), que son tokens criptográficos que representan elementos digitales únicos, como fotos o videos. El interés se disparó luego de que el artista digital Beeple vendió un NFT por US$ 69 millones en una subasta en Christie’s, hace casi un año.
Las criptomonedas y las plataformas de negociación relacionadas ingresaron al mercado financiero. Hoy, inversionistas institucionales charlan acerca de incluir bitcoin en sus portafolios. La plataforma de negociación de criptomonedas Coinbase salió a bolsa en abril del 2021 y su actual capitalización de mercado es US$ 45,000 millones.
Estas novedosas tecnologías y vehículos financieros han comenzado a emparejarse a medida que crecen en envergadura y alcance. Primero, en julio del 2021, Circle, empresa basada en Boston que emite tokens USDC, un tipo de criptomoneda “estable” cuyo precio está fijado al dólar, aceptó fusionarse con Concord Acquisition, una SPAC fundada por Bob Diamond, otrora CEO del banco Barclays, en una transacción que valorizó a Circle en US$ 4,500 millones.
Luego, en diciembre pasado, la SPAC Aries Acquisition anunció planes de fusionarse con InfiniteWorld, una plataforma de NFT e infraestructura de metaverso basada en Miami valorizada en alrededor de US$ 700 millones. Para no quedarse atrás, el 11 de febrero, la plataforma de negociación de criptomonedas Binance, fundada en China, anunció una inversión de US$ 200 millones en Forbes, que planea salir a bolsa vía una fusión con la SPAC modestamente llamada Magnum Opus.
El argumento de Binance para respaldar la unión, según explicó su CEO, es que los medios de comunicación son “un elemento esencial” ante la maduración de criptomonedas, tecnología blockchain y la “Web3″, la supuesta siguiente generación de medios y negocios en Internet en la que los tenedores de tokens criptográficos manejarán las plataformas de redes sociales.
Para los inversionistas, es tentador minimizar como disparates estas nuevas bestias –llamémoslas “criptospactauros”–. No hay nada particularmente lindo ni tierno en cómo las SPAC suelen tratar a sus inversionistas. Gracias en parte al alto porcentaje de acciones que obtienen los patrocinadores de transacciones, las inversiones en SPAC previas a fusiones han rendido menos que los principales índices bursátiles en unos 30 puntos porcentuales, en promedio.
Si se añaden los riesgos típicamente asociados a los emprendimientos criptográficos, algunos usuarios podrían concluir que es más atractivo invertir con el próximo Bernie Madoff. Eso también podría explicar por qué estos cruzamientos aún no alcanzan la madurez. InfiniteWorld todavía no completa su fusión con Aries, tampoco Circle con Concord, a pesar de que la anunciaron hace ocho meses.
En tanto, la inversión de Binance en Forbes parece, al menos en parte, motivada por la perspectiva de que la fusión con la SPAC fracase. Esos US$ 200 millones reemplazaron lo que otros inversionistas evaluaban y que aparentemente se echaron atrás. Quizás la Quimera y el Criptospactauro se parecen: no porque ambos sean monstruos sino porque, según parece, son criaturas míticas.
No obstante, la perspectiva de enfrentar la transparencia de los mercados de renta variable podría ser lo que se necesita para separar la paja del trigo. Cuando se le inquirió por qué la transacción de Circle y la SPAC demoraba más que algunas otras, el CEO de Circle, Jeremy Allaire, explicó que para entrar a mercados bursátiles, “las empresas tienen que estar en una posición en la que tienen que cumplir con estándares regulatorios, de divulgación y contables, a fin de que el público pueda invertir. Ese proceso es bueno”.
Pero podría demorar más para firmas como Circle, que son “un tipo muy nuevo de institución financiera”. Solo cuando una de ellas efectivamente entre en bolsa comenzará a hacerse claro si los criptospactauros son bestias a las que temer o perritos a los que acariciar.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2022