Una reciente edición del popular podcast “The Joe Rogan Experience” presenta al comediante Artie Lange. Lange es un personaje cautivador que admite abiertamente haber luchado contra las drogas y los juegos de azar. No mucho después de su enésimo período en rehabilitación, Lange está trabajando en comedia de nuevo. “Este negocio sigue trayéndome de regreso”, dijo algo asombrado.
El perdón para los reincidentes también se ve fuera del mundo del espectáculo. En julio, el FMI aprobó un rescate de US$ 6,000 millones para Pakistán. Como reconoció el fondo en ese momento, con algo de desencanto, Pakistán está de vuelta en rehabilitación menos de tres años después de completar su programa anterior. Pero el fondo no lo ha abandonado. Y tampoco los inversores.
Pakistán disfruta de una avalancha de capital extranjero gracias a la promesa de reforma. El índice bursátil de Karachi ha subido 25% desde principios de octubre. Esto puede parecer difícil de comprender. El FMI considera la posibilidad de que su programa falle como “particularmente alto”. Sin embargo, un grupo de inversores está preparado para apostar por el éxito.
Una economía en rehabilitación como Pakistán ofrece una rara oportunidad. Es uno de los pocos lugares donde los inversores pueden encontrar altas tasas de interés, una moneda devaluada y acciones baratas. Es cierto, las cosas podrían salir muy mal. Tal es el caso de Argentina, que fue acogida por los inversores después de que Mauricio Macri fuera elegido en el 2015 gracias a su plataforma de economía ortodoxa, solo para ser abandonado cuando sus reformas fallaron. Pero si las cosas van bien, los retornos pueden ser sustanciales.
Las economías en rehabilitación siguen un patrón común. El ciclo comienza cuando la economía se topa con una restricción presupuestaria o de balanza de pagos. El desencadenante puede ser externo: un shock en el precio del petróleo, por ejemplo, o un cambio en la política de la Reserva Federal. La financiación se agota. Luego viene la fuga de capitales. Las reservas de divisas se agotan para que el gobierno pueda mantener la ilusión de que la moneda local vale más de lo que realmente vale. Después se raciona la moneda fuerte. Eso lleva a la escasez de importaciones esenciales, lo cual obstaculiza aún más la economía.
Con suerte, en este punto las autoridades reconocen el agujero en el que se encuentran. Para salir de él, deben adoptar una economía más ortodoxa. En la práctica, esto significa dejar caer la moneda, deshacerse de los subsidios para reducir el déficit presupuestario y comenzar a utilizar la política monetaria como una forma de controlar la inflación en lugar de financiar al gobierno. A veces (pero no siempre) se recurre al FMI para prestar dinero en efectivo y brindar asesoramiento sobre políticas.
Esto, más o menos, describe los eventos en Pakistán hasta mediados del 2019. También describe el ciclo en Egipto hasta principios del 2016, cuando ingresó a su programa (exitoso) del FMI. Y, para tal caso, es el mismo patrón visto en Pakistán en el 2012-13. En esta etapa del ciclo de rehabilitación, si las cosas van a salir bien, el dinero del fondo debe actuar como un catalizador para otras fuentes de capital.
Esto es necesario como una especie de financiación puente -para pagar importaciones esenciales y permitir la reconstrucción de reservas de divisas- hasta que las exportaciones repunten en respuesta a una moneda más barata. Eso puede parecer una gran tarea.
Las economías en rehabilitación suelen ser lugares inestables (Irlanda en el 2010 fue una rara excepción). Es poco probable que Pakistán amenace la posición de Dinamarca en la cima del ranking mundial de seguridad, gobernanza y desarrollo. Pero los inversores no están apostando a que una economía en rehabilitación se convierta en un modelo, solo que mejorará, al menos un poco.
Una primera tarea es atraer el capital desplazado hacia el exterior por los acaudalados locales cuando vieron venir la crisis. Las atracciones gemelas son las altas tasas de interés necesarias para frenar la inflación y una moneda más barata, que actúa como garantía contra una nueva devaluación.
Una vez que los ricos propios de la zona regresen, les seguirán extranjeros hambrientos de rendimiento. Y en poco tiempo, también lo harán los inversores bursátiles. Al igual que Egipto, Pakistán tiene una amplia gama de compañías que cotizan en bolsa para que los inversores compren, desde acciones de bienes de consumo hasta empresas industriales y bancos, dice Andrew Brudenell de Ashmore, un administrador de fondos.
Las empresas pueden tardar un tiempo en ver los beneficios de una mayor estabilidad económica. Pero los inversores se sienten tentados de comprar cuando las acciones se cotizan a múltiplos atractivos de precio a ganancias.
Tales apuestas pueden pagar generosamente. Las reformas para mejorar la estabilidad macroeconómica han llevado a abundantes retornos de inversión en lugares sorprendentes. Un peligro obvio es que las dificultades y los disturbios sociales descarrilan el proceso de reforma. Otro es que los ‘personajes’ reformados tienden a caer de nuevo en desgracia. Pero el progreso nunca va en línea recta. Cuando el potencial es grande y el precio es correcto, siempre habrá personas dispuestas a apostar que la próxima vez será diferente.