“Con ‘The Apprentice’ gano US$ 3 millones diarios. Es mucho mejor que el ladrillo y cemento”. Así recuerda un empresario británico a Donald Trump en una conversación telefónica que sostuvieron años antes de que se convirtiera en presidente de Estados Unidos. Según reportó The New York Times el 27 de setiembre, su 50% de participación en el programa de reality, que ayudó a crear su imagen de magnate exitoso y lo catapultó a la Casa Blanca, fue la movida más inteligente de su carrera.
Pero el autoproclamado Midas inmobiliario casi pierde ese dinero en ladrillo y cemento. Gastó buena parte en campos de golf, hoteles y otras propiedades que han acumulado enormes pérdidas tributarias. Debido a ello, solo pagó US$ 750 en Impuesto a la Renta el año que fue electo (2016) y el siguiente –y nada en diez de los 15 años previos–. En el debate con Joe Biden, Trump cuestionó el reporte y dijo que pagó “millones”. El 2016, dijo que minimizar su deuda tributaria “me hace (ver) astuto”.
Incluso si el destape le afectó políticamente, muchos empresarios lo verán bajo una luz distinta. Para ellos, la pregunta más intrigante es si Trump es un buen empresario. Es una pregunta difícil de responder, pues nunca ha hecho públicas sus declaraciones de impuestos y sus negocios no listan en bolsa. La información financiera que divulgó el año pasado cubrió más de 100 negocios, desde rascacielos hasta libros.
Trump es capaz de inflar su patrimonio en miles de millones de dólares y dado que el reporte se refiere a cuentas tributarias, probablemente representa lo que quiere que crea el recaudador y no la realidad. Para hacerse una idea de sus negocios, hay que considerar que su principal vehículo de inversión, The Trump Organization, es una compañía relativamente modesta y centrada en Estados Unidos.
Su base es la inversión en bienes raíces y sus mayores activos son dos edificios en Nueva York y San Francisco, en los que Trump posee una participación minoritaria, y otros dos en Manhattan. El reporte dice que los cuatro han generado grandes ganancias –antes de la pandemia–, pero ha aplicado, como otros barones inmobiliarios, la depreciación de inmuebles para obtener deducciones impositivas, es posible que les haya ido mejor de lo que muestran los registros tributarios.
En tanto, “The Apprentice” le generó US$ 200 millones, lo cual es espectacular. También declaró US$ 230 millones de ingresos adicionales por licencias y numerosos auspicios del programa, desde hoteles Trump hasta galletas Oreo. Asimismo, figuran pequeños negocios en edificios en otros países, algunos de los cuales son elefantes blancos. Sus mayores pérdidas han provenido de campos de golf, en los que ha inyectado dinero la última década. Algunos de los más grandes, entre ellos dos en Escocia y uno en Irlanda, registran pérdidas incluso antes de la depreciación.
¿Cuán sólidos permanecen sus negocios? Depende de cuatro factores respecto de los cuales la imagen completa no está clara. El primero es la deuda. El reporte señala que Trump debe US$ 300 millones que vencerán en los próximos años. Se desconoce si hipotecó activos sólidos como garantía. Si lo hizo, la deuda es probablemente manejable, pero si no, podría volverse contagiosa –aunque no necesariamente–.
No obstante, los bancos estarán ansiosos. En una era obsesionada con el cumplimiento de obligaciones, pocos están dispuestos a enredarse con políticos de cualquier tienda –particularmente con uno con el perfil del presidente– Podría haber otros pasivos. Está en curso una auditoría por un reembolso de US$ 73 millones que Trump reclamó hace una década, que tendría que devolver.
Una inquietud inmediata es el covid-19. Muchos de sus inquilinos comerciales se verán afectados, sus hoteles están sufriendo por la baja ocupación, el valor de los edificios de oficinas en Nueva York podría caer debido al teletrabajo y la afluencia de compradores se ha reducido en las tiendas que ocupan los primeros pisos de sus edificios.
En definitiva, el futuro dependerá del valor y durabilidad de la marca Trump. “The Apprentice” mostró cuán lucrativa puede ser, obtener un similar contrato televisivo cuando deje el poder podría depender de su popularidad y de la forma en que deje la Casa Blanca. Podría buscar oportunidades televisivas en el extranjero, donde ahora es mucho más conocido que durante el programa. Abundan los magnates de medios internacionales que estarían dispuestos a lucrar con otro capítulo de la telenovela Trump.
Lo improbable es que se jubile y entregue las llaves de su reino a sus hijos para que lo manejen o liquiden. El mejor momento para hacerlo habría sido antes de asumir la presidencia. En un nuevo libro sobre sus negocios, “White House, Inc.”, Dan Alexander, de la revista Forbes, calcula que si Trump lo hubiese hecho e invertido el dinero obtenido en el índice S&P 500, en marzo pasado habría aumentado su fortuna en US$ 415 millones –el doble de lo que ganó en “The Apprentice”–. Eso le debe de arder a cualquier empresario, astuto o no.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2020