El peor día de la pandemia del COVID-19, al menos desde una perspectiva económica, fue el Viernes Santo. El 10 de abril, los confinamientos en muchos países alcanzaron su mayor severidad, encerrando a miles de millones de personas en sus hogares y aplastando la actividad económica.
Ese día el PBI global fue un 20% más bajo de lo que hubiera sido de no haber pandemia. Desde entonces, los gobiernos han ido levantando las cuarentenas. Las economías han comenzado a recuperarse y los analistas apuntan a un crecimiento del PBI global de 7% o más en el tercer trimestre de este año, en comparación con el segundo.
Todo eso puede sonar a una recuperación notablemente en forma de V, pero el mundo todavía está muy lejos de ser normal. Los gobiernos continúan aplicando medidas de distanciamiento social para mantener a raya al virus, reduciendo así la producción, al permitir solo un aforo limitado en restaurantes o prohibir el ingreso de espectadores a eventos deportivos. La gente sigue nerviosa acerca de contagiarse. La incertidumbre económica tanto entre consumidores como entre empresas está cerca de niveles récord, y esto muy probablemente explica la renuencia de las empresas a invertir.
Los cálculos del banco Goldman Sachs sugieren que las medidas de distanciamiento social continúan reduciendo el PBI global en un 7-8%, en línea con lo que The Economist argumentó en abril, cuando acuñamos el término “economía de 90%” para describir lo que sucederá una vez que los confinamientos comiencen a levantarse. Sin embargo, aunque la economía mundial está operando a alrededor de nueve décimas partes de su capacidad, hay mucha variación entre industrias y países. Algunos lo están haciendo relativa (y sorprendentemente) bien; mientras que otros, todo lo contrario.
Veamos el respectivo desempeño de bienes y servicios. Los bienes se han recuperado rápidamente. Las ventas minoristas mundiales habían recuperado su nivel anterior a la pandemia en julio, según una investigación de JPMorgan Chase, otro banco. Armados con US$ 2 billones en donaciones en efectivo de los gobiernos desde que golpeó el virus, los consumidores de todo el mundo se han abastecido de cosas para que sea soportable estar en casa con más frecuencia, desde computadoras portátiles hasta pesas, lo que explica en parte por qué el comercio mundial ha resistido mejor de lo que esperaban los economistas. La producción global de las fábricas ha recuperado casi todo el terreno que perdió durante los confinamientos.
La actividad de servicios está mucho más por debajo de su nivel prepandémico, en gran parte porque tales industrias son vulnerables a que las personas eviten las multitudes. El número de comensales en restaurantes sigue siendo un 30-40% más bajo de lo normal en todo el mundo, según datos de OpenTable, una plataforma de reservas. El número de vuelos programados es aproximadamente la mitad de lo que era justo antes de la pandemia.
La variación en el desempeño económico entre países es aún más sorprendente. Es común que las tasas de crecimiento diverjan durante las recesiones. Pero la magnitud del colapso de la producción de este año significa que las diferencias entre las tasas de crecimiento de los países son enormes. El 16 de setiembre, la OCDE, un club de países en su mayoría ricos, emitió nuevas previsiones económicas. Al igual que otros pronosticadores, como la Reserva Federal, que el mismo día publicó nuevas proyecciones para la economía estadounidense, se ha vuelto menos sombrío en los últimos meses.
Aun así, se espera que la brecha de crecimiento entre los países con mejor y peor desempeño en el grupo de países del G7 en el 2020 sea de 6.7 puntos porcentuales, mucho más amplia que durante la última recesión mundial hace una década. De las grandes economías, solo China se expandirá en el 2020. Algunos países, como Estados Unidos y Corea del Sur, enfrentan una recesión, pero difícilmente catastrófica. Gran Bretaña, por el contrario, parece estar a la altura de su recesión más profunda desde la Gran Helada de 1709.
Algunos economistas sostienen que la enorme brecha entre países es un espejismo estadístico, que refleja diferentes métodos de calcular las cifras del PBI. En Gran Bretaña, por ejemplo, la forma en que los estadísticos calculan el gasto público significa que el cierre de escuelas y la cancelación de citas hospitalarias tienen un impacto mayor en el PBI que en otros lugares. Pero este efecto es pequeño: la mayor parte de la caída de la producción proviene del sector privado.
En cambio, el rendimiento se reduce a tres factores. El primero es la composición industrial. Países como Grecia e Italia, que dependen del comercio minorista y la hostelería, siempre parecieron más vulnerables que, digamos, Alemania. Su gran sector manufacturero se ha beneficiado de la recuperación mundial de los bienes.
El segundo es la confianza, que parece estar determinada por la experiencia de un país bajo confinamiento. Es probable que el pobre desempeño económico de Gran Bretaña esté relacionado con el mal manejo de la pandemia por parte del gobierno. Los británicos parecen más nerviosos que otros europeos por aventurarse al exterior.
El tercer factor es el estímulo. Es posible que los legisladores estadounidenses no puedan ponerse de acuerdo sobre un complemento, pero ya han promulgado el paquete de rescate más grande del mundo, en relación con el tamaño de su economía. La OCDE cree que será uno de los países ricos con mejor desempeño este año.
¿Qué sigue para la economía de 90%? Algunas autoridades se han visto obligadas a ordenar más confinamientos. Pero otras pueden calibrar mejor las medidas de distanciamiento social sin poner en peligro la producción. Eso podría acercar al mundo a, digamos, una economía de 95%. De hecho, la OCDE espera que el PBI mundial se recupere aún más este año.
Puede ser tentador pensar que una vacuna, si se pudiera implementar con la suficiente amplitud, restablecería rápidamente la normalidad. Pero habrá cicatrices. La renuencia de las empresas a invertir hoy significará un capital menos productivo en el futuro. Un número creciente de trabajadores estadounidenses cree que no volverán a sus antiguos trabajos. La reasignación de recursos redundantes hacia empresas más productivas llevará tiempo.
Los que fijan las tasas de la Fed estiman que el desempleo no volverá a su tasa anterior a la pandemia del 4% hasta el 2023; los analistas de Goldman Sachs creen que recién lo hará en el 2025, aunque son optimistas de que pronto se distribuirá ampliamente una vacuna. Por mucho que la enfermedad en sí tenga efectos duraderos, la recesión inducida por el COVID dejará a la economía mundial con una sensación de inferioridad durante algún tiempo.