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En el actual escenario desajustado, algunas universidades aparecen siempre muy rezagadas en las clasificaciones mundiales de excelencia, siempre por debajo del puesto 200 ó 300.Por el contrario, algunas escuelas de negocios españolas se sitúan en los primeros puestos de los ránking internacionales, en competencia con instituciones punteras similares.

La adaptación de los programas a la realidad del mundo empresarial, o la posibilidad real de impulsar la carrera laboral y la retribución de quienes participan en estos MBA son argumentos decisivos para ocupar esas posiciones de privilegio en el escalafón global de las escuelas de negocios, y también constituyen un gancho eficaz para captar alumnos y candidatos que buscan mejorar su empleabilidad y su perfil profesional.

Para las escuelas de negocios resulta determinante que sus alumnos encuentren trabajo al terminar los programas. Frente a esto existe una inflación de programas y másteres que sólo ofrecen un título a quien persigue engordar su currículo.

Los bajos niveles de exigencia, que incluyen la posibilidad de no asistir a clase o las convalidaciones dudosas, implican una rebaja de la calidad, un desprestigio para las instituciones que los auspician y un evidente perjuicio para aquellos alumnos que buscan un impulso real de su carrera. En general, las escuelas de negocios que son reconocidas internacionalmente han sido muy pioneras y han tenido que financiarse con la actividad que desarrollan.

La clave está en asegurar la calidad de los programas, en el hecho de prestar un servicio real a las empresas y en ser muy cercanas a las necesidades cambiantes de las compañías. Probablemente, sin esa cercanía al mundo empresarial, estos centros acabarían teniendo un papel residual.Xari Rovira, directora de calidad y desarrollo de programas de Esade, insiste que "a partir de las necesidades del mercado laboral se debe ayudar a detectar las necesidades del mismo y de las empresas.

Esto permite diseñar los programas para que sean útiles. Lo que valida el resultado y lo que mejora la posición profesional de éste son las acreditaciones internacionales. Una escuela debe entender cuál es la situación actual del profesional y que el paso por ésta le permita dar el salto laboral".

Julia Prats, responsable de los programas máster del IESE, coincide en la importancia de tener claro qué formación imparte una escuela de negocios, cuya misión es "formar empresarios y directivos que comprendan y analicen situaciones complejas. Debe ser capaz de formar el criterio de sus alumnos para que éstos tomen decisiones en una compañía.

Personas con visión de director general que adquieran una visión global del mundo y que lo hagan con visión humanista, ya que todo esto afecta a personas. Y que todo esto se haga con iniciativa y mentalidad creativa en la resolución de problemas. Sin olvidar la formación continua, que permite seguir actualizando los temas. El camino del long live learning es un gran valor de las escuelas de negocios solventes".

Joaquín Garralda, decano de ordenación académica de IE Business School, recuerda que "las universidades no compiten entre sí. No se preocupan de hacer un producto mejor que el de la competencia. Competir implica mejorar el producto y adaptarse a las necesidades".A esto Garralda añade los sistemas de gobernanza: "La Universidad vive en un sistema de funcionariado público, de inercias y procesos internos. En las escuelas existe un refrendo constante de los resultados.

La Universidad no suele pensar en la posibilidad de que pueda desaparecer. Las escuelas de negocios sí se plantean ese hecho".No acudir a clase es prácticamente imposible en un curso serio. El máster consiste en lo que aprendes, pero también en los contactos que éste facilitaGarralda añade que "la competencia hoy es mundial.

Se trata de estar cerca de ellos; de conocer empresas internacionales y garantizar un gran porcentaje de colocación en compañías globales".Ir a claseJulia Prats se refiere a la importancia que tiene la experiencia contrastada de una escuela de negocios: "Existe una diferencia basada en el claustro de profesores y en el diseño de los programas.

En clase, el tiempo de un profesor de la escuela se divide en un 25% de sesiones, un 25% de investigación, otro 25% de tareas directivas, y un 25% de consultas externas con empresas".Prats añade que "los alumnos deben asistir a las clases. Si no lo hacen se les expulsa del programa. Hay que asistir porque la manera de aprender en una escuela de negocios es conocer lo que está ocurriendo en clase.

El alumno es imprescindible. De quien está en el aula depende el éxito del programa". Joaquín Garralda coincide en que "no acudir a clase es prácticamente imposible en un curso serio. El máster consiste en lo que aprendes, pero también en los contactos que éste facilita". Garralda insiste en la importancia adicional del networking que se teje en una escuela de negocios: "Si sus compañeros de programa son profesionales de otros países, eso repercutirá en los contactos que pueda tener".

La cuestión de no ir a clase también tiene que ver con la medición de resultados. Garralda recuerda que "usted puede situarse en el 15% mejor o en el 15% peor. Y eso genera una puntuación en cada asignatura que cursa. Eso no quiere decir que usted no aprenda. Más bien fuerza a un nivel de compromiso para estar entre los de arriba, aunque se haya aprobado la asignatura. Y eso influye en la contratación.

El nivel de exigencia y de compromiso es enorme, y a las empresas les interesa mucho saber todo esto". Se refiere asimismo a los cursos blended online, que son programas con un alto nivel de exigencia y que obligan a tener personas cercanas a esos alumnos online, con posibilidad de seguirlos minuto a minuto. "El que se empieza a desenganchar en este tipo de cursos, es mejor que se vaya".