Redacción Gestión

redaccion@gestion.pe

(Bloomberg View).- El electorado británico no necesita que Estados Unidos le diga cómo ha de votar en el referéndum del 23 de junio, y yo no me atrevería a intentarlo. Siempre he sentido gran admiración por el pueblo británico y un gran respeto por su tradición democrática.

Pero, desde el otro lado del Atlántico, nosotros los yanquis estamos siguiendo la campaña muy de cerca. Y muchos de los que tenemos profundos lazos personales y de negocios con el Reino Unido no podemos evitar sentir un gran interés.

La particular relación entre el Reino Unido y Estados Unidos tiene un lugar especial en mi corazón, y no solo porque tuve el gran honor de ser nombrado Caballero del Imperio Británico por la reina en 2014. Considero a Londres mi segundo hogar; mis hijas tienen pasaporte británico (gracias a su madre, de nacionalidad británica); la empresa que fundé emplea a casi 4.000 trabajadores allí y, desde hace mucho, apoyamos algunas instituciones culturales londinenses de relevancia mundial.

David Cameron y Boris Johnson, en lados opuestos del debate, son buenos amigos y me han asegurado que, independientemente del resultado de la votación, y gracias a la distinción honorífica Libertad de la Ciudad de Londres que se me concedió en 2008, seguiré teniendo derecho a llevar ovejas y ganado por el Puente de Londres y a pasear mi espada por Piccadilly Circus o cualquier otro sitio. ¡Qué alivio!

Por supuesto, hay mucho más en juego en el referéndum del mes que viene, tanto desde el punto de vista económico como político, principalmente para el pueblo británico, pero también para los estadounidenses y el resto del mundo. Reconozco que, como en la mayoría de las campañas políticas, parte de la retórica de ambas posiciones ha sido enormemente exagerada. Pero hay un hecho que es indiscutible: dada la incertidumbre del posible impacto de un Brexit, un voto a favor de la salida es un riesgo. La pregunta es: ¿vale la pena correr ese riesgo?

He de señalar que yo nunca he tenido aversión al riesgo. En 1981, abrí una empresa para crear un producto para el que no había demanda, con una tecnología que no existía. Veinte años después, me presenté a las elecciones para la alcaldía de Nueva York cuando nadie pensaba que tenía una mínima posibilidad de ganar. Contra todo pronóstico, ambas decisiones resultaron mucho mejor de lo que podía haber imaginado. Pero en el transcurso de mi carrera, hubo ciertos riesgos que me negué a correr (entre ellos presentarme como candidato a la presidencia de Estados Unidos este año) tras evaluar los datos y concluir que era probable que el resultado fuera más perjudicial que positivo. Sencillamente, algunos riesgos no vale la pena correrlos.

Como fundador de una empresa especializada en datos, noticias y análisis financieros, he estudiado cuidadosamente la cuestión del Brexit y he llegado a la conclusión de que los riesgos que conlleva son inquietantes. Nadie puede asegurar con certeza que una salida del bloque provocaría una contracción del sector de los servicios financieros, que representa alrededor del 12 por ciento de la producción del Reino Unido y la mayor parte de nuestros clientes. Pero, en conversaciones con responsables de bancos y otros líderes empresariales excepto en raras excepciones todos dicen que el Brexit sería una complicación grave que con el tiempo podría llevar al traslado de empleos a otras partes de Europa. Algunos en Fráncfort y en París están haciendo campaña a favor del Brexit por esta razón.

Bloomberg está construyendo una nueva sede europea en Londres. Sea cual sea el resultado, mantenemos el compromiso con el Reino Unido. Pero si algunos de nuestros clientes trasladan sus actividades al otro lado del canal y hay bastantes probabilidades de que parte de las actividades de negociación de divisas y de derivados emigre a otro país, nosotros también podríamos tener que trasladar más recursos y personal allí. Además, ante la creciente competencia por talento, la restricción al libre movimiento podría obligarnos a trasladar recursos a otros centros tecnológicos mundiales, con lo que las oportunidades para los trabajadores cualificados británicos disminuirían.

También me preocupa que un Brexit perjudique a nuestros empleados en el Reino Unido. Nadie sabe con certeza cómo resultarían las negociaciones comerciales del Reino Unido con la Unión Europea, pero sabemos que Bruselas tendría una influencia significativa, dado que el Reino Unido es mucho más dependiente de las exportaciones europeas que Europa del Reino Unido. Es imposible predecir el precio que exigirían los líderes europeos, pero es probable que el intento por evitar que otros países se marchen (sin mencionar la oportunidad de castigar a un viejo rival) los disuada de mostrar una postura compasiva hacia el Reino Unido. Incluso si se aseguran unas condiciones justas, puede que se tarde años en alcanzarlas y los hogares podrían pasar estrecheces en el próximo decenio.

Estos son los riesgos que encuentro inquietantes como empresario que ha invertido significativamente en el Reino Unido. Y como estadounidense que ha desempeñado un cargo público y conoce la importancia de la cooperación internacional, la posibilidad de una salida del Reino Unido de la UE es aún más preocupante.

En un momento en que la democracia liberal está amenazada por terroristas anti-Occidente, es de vital importancia que coordinemos de forma muy estrecha nuestras políticas de seguridad e inteligencia. Tras múltiples atentados, el liderazgo del Reino Unido en la lucha antiterrorista y en actividades de inteligencia es aún más crucial. Una salida de la UE reduciría la capacidad del Reino Unido para liderar en asuntos de seguridad. Desde el punto de vista estratégico, la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea es un activo de vital importancia para Estados Unidos. El Reino Unido y Estados Unidos siempre tendrán una relación especial, pero un Brexit debilitaría la posición del Reino Unido, Estados Unidos y el resto del mundo para combatir el terrorismo, fomentar el comercio y hacer frente a problemas mundiales como el cambio climático.

Ante las amenazas internacionales y los problemas económicos internos, es inevitable que algunos pidan un distanciamiento de los asuntos internacionales. En Estados Unidos, una retirada del comercio internacional ha sido, lamentablemente, un tema que han abordado los candidatos de ambos partidos. Uno en concreto, Donald Trump, ha ido incluso más lejos al convertir a nuestros vecinos y competidores internacionales en chivos expiatorios. Recientemente Trump ha dicho que, si pudiera votar en el referéndum del 23 de junio, votaría por una salida.

No estoy aconsejando al electorado británico cómo debe votar. Pero durante siglos los británicos y el mundo se han beneficiado enormemente con un Reino Unido seguro de sí mismo, que mira hacia el futuro y hacia afuera… y basándome en mi deseo de que el Reino Unido y Estados Unidos se hagan más fuertes en los próximos años, espero que esa tradición continúe.

Por Michael R. Bloomberg.