Remington
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La quiebra del fabricante Remington demuestra el desapego de los estadounidenses por las armas, en momentos en que más de 1,5 millones de personas reclamaron en las calles leyes más severas para frenar las matanzas en las escuelas.

Para los comerciantes de armas las dificultades comenzaron, paradójicamente, en noviembre de 2016, cuando fue electo el republicano Donald Trump a la Casa Blanca. Su victoria ante la demócrata Hillary Clinton, que era presentada como favorita, provocó una súbita caída de la venta de armas ante el temor de que se promulgaran leyes más restrictivas.

Trump, cercano al influyente lobby de armas la National Rifle Association (NRA), aparecía a los ojos de muchos como poco proclive a cuestionar la segunda enmienda de la Constitución, que garantiza el derecho a poseer armas.

Las ventas, sin embargo, cayeron, al punto que terminaron produciendo perdidas en este mercado y la caída de Remington, una de las empresas más famosas del sector.

La sucesión de matanzas, sobre todo en centros educativos, como el liceo de Parkland (Florida) donde 17 personas fueron asesinadas el 14 de febrero pasado, condujeron a varios grandes distribuidores a restringir las ventas de armas.

Dick's Sporting Goods anunció que dejará de vender armas semiautomáticas y Walmart aumentó a 21 años la edad mínima para comprar una en sus establecimientos, luego de haber cesado, años atrás, la comercialización de las semiautomáticas.

Los fabricantes estadounidenses deben hacer frente a "niveles más bajos de venta de armas", reconoció a comienzos de marzo James Debney, director del grupo American Outdoor Brands, que comercializa la marca Smith&Wesson. Esta tendencia podría mantenerse por "12 a 18 meses", agregó.

Creada en 1816, el productor de armas, municiones y cañones Remington, cuya sede se encuentra en Carolina del Norte(sureste), es uno de los más antiguos de Estados Unidos. Emplea en total a 2.700 personas en siete plantas de producción y exporta a 52 países.

Según los documentos publicados en el marco de las normas sobre bancarrotas, Remington enfrenta "un retroceso significativo de sus ventas" desde hace un año, con una demanda que "no se materializa" a pesar de que el grupo aumentó su producción en 2016.

Su beneficio operativo cayó en 2017 a 33,6 millones de dólares, un tercio de su nivel de 2015.

Ya no seducen
Remington había comunicado su intención de declararse en quiebra el 12 de febrero, dos días antes de la matanza de Parkland, tras un acuerdo con sus acreedores para continuar funcionando bajo administración judicial.

Sin embargo, según Ari Lefkovits, del banco de negocios Lazard, el grupo tuvo grandes dificultades para encontrar financiamiento y poder continuar con sus actividades.

"Lazard se acercó a una treintena de potenciales inversores para financiar" a Remington, "pero la vasta mayoría de quienes contactamos manifestaron reticencias para financiar a un fabricante de armas", indicó.

Remington recurrió entonces a sus acreedores habituales, entre ellos JPMorgan Chase, Franklin Advisers y el Bank of America, que avalaron una reestructura del grupo.

Esa decisión permitió borrar unos 775 millones de dólares de deuda a cambio de un mayor control sobre las finanzas de la Remington por parte de esas empresas.

El hecho de que Remington fracase en su tentativa de seducir a los medios financieros no constituye una sorpresa.

La semana pasada, uno de los mayores bancos del país, Citigroup, anunció a sus clientes que prohibirá vender armas de fuego a menores de 21 años y a personas cuyos antecedentes penales no hayan sido comprobados, en el marco de una serie de medidas restrictivas.

El mayor gestor de activos del mundo, Blackrock, indicó por su parte a comienzos de este mes que está analizando el lanzamiento de nuevos fondos que excluyen a los fabricantes y distribuidores de armas.