Por César Antúnez de Mayolo
Docente en Pacific Business School
Más de la mitad del planeta se paralizó por el covid-19 y tras algunas semanas de drástica suspensión en los ingresos, en su empresa se vieron forzados a tomar la lamentable decisión de prescindir de los servicios de un buen grupo de colaboradores.
Si bien se trató de una elección durísima, primó el criterio de que la empresa siga siendo sostenible en el tiempo, cuidando al extremo el flujo de caja. Apenas empezaron a retomar actividades, se pudo recontratar a ciertos colaboradores desvinculados; sin embargo, si bien algunos puestos de trabajadores administrativos siguen sin reponerse, ningún proceso de negocio ha colapsado y todo en su empresa sigue fluyendo.
¿Por qué muchos de esos extrabajadores se quedaban hasta tarde en la oficina y parecían siempre “ocupados”? ¿Por qué a pesar de que su empresa había pasado por ciertos procesos de reingeniería y reestructuración, se crearon puestos de trabajo que ahora se ven cómo prescindibles?
La ley de Parkinson
El historiador naval Cyril Parkinson observó que entre 1914 y 1928, mientras el número de barcos de la marina británica había disminuido en dos tercios y los marineros en un tercio, el número de burócratas se había disparado a más del doble, creciendo a una tasa de casi 6% al año.
En 1957, Parkinson publicó un ensayo afirmando que “el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine”, lo que se conoce desde entonces como la Ley de Parkinson. Según el historiador, ello es motivado porque un funcionario quiere multiplicar sus subordinados -no rivales- y porque los funcionarios “se crean” trabajo.
El rol del jefe
Una encuesta de Gallup del 2018 entre 30,000 trabajadores en EE.UU. descubrió que tan solo una tercera parte están comprometidos con su trabajo y casi la mitad de todos los encuestados no sabe qué se espera de ellos en su empresa. Uno de los roles más difíciles de todo jefe es desarrollar personas, elevando su calidad motivacional.
Busquemos que nuestra gente encuentre una verdadera pasión al hacer su trabajo, nivel que será imposible de alcanzar si no incluimos en la fórmula, el aprendizaje y el servicio a terceros.
El poeta norteamericano Oliver Wendell Holmes decía que muchos de nosotros nos vamos a nuestra tumba con nuestra música todavía adentro -sin tocarla-. Despertemos en otros esas ganas de “tocar” su propia música.