Tras haber invertido durante la burbuja de las acciones de la Compañía del Mar del Sur (1720), Isaac Newton concluyó que podía “calcular los movimientos de los cuerpos celestes pero no la locura de la gente”. Desde la crisis de los tulipanes del siglo XVII en Ámsterdam hasta la fiebre ferroviaria en Reino Unido (siglo XIX), la historia está plagada de relatos de inversionistas que perdieron la cabeza y, poco después, la camisa, a manos de delirios masivos descritos por Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal (Fed), como “entusiasmo irracional”.
Estos delirios parecen obvios con la fría claridad de la retrospección, pero detectarlos en tiempo real es más complicado –en especial cuando los indicadores de burbujas no funcionan–. Los de Wall Street suelen analizar ratios de precio-utilidades, que comparan el valor de una empresa con sus ganancias; o de flujo de caja disponible. Warren Buffett se fija en empresas con alto rendimiento de capital, que compara sus ganancias con el tamaño de su patrimonio.
Pero la crisis económica inducida por el covid-19 ha ocasionado que las ganancias se hundan, a pesar de que las medidas de la Fed y otras agencias han ayudado a impulsar los precios de las acciones. Los indicadores usuales de burbujas no son de mucha utilidad.
Esto plantea un problema para los inversionistas, que se enfrentan a la sorprendente alza del S&P 500 –índice de precios de las acciones de las mayores empresas listadas de Estados Unidos–, que el 18 de agosto alcanzó un nivel récord, en medio de la quizás peor recesión de la historia. A falta de data confiable y a fin de detener el aumento de la espuma, tienen que interpretar las inusuales señales del mercado.
Una de ellas es la desconcertante variación de algunas acciones. El 19 de agosto, Apple se convirtió en la primera compañía estadounidense en alcanzar una valorización de US$ 2 millones de millones. La automotriz Tesla, que realizará un desdoblamiento de acciones este mes, ha cuadruplicado su valor en lo que va del año hasta US$ 354,000 millones, más que Ford, Toyota y Volkswagen juntas. El de la empresa de camiones eléctricos Nikola –que aún no fabrica ninguno–, se ha triplicado desde mayo. Mucho más incomprensible fue el afecto de los inversionistas por Hertz, la empresa de alquiler de autos, cuya acción subió diez veces luego de declararse en bancarrota –aunque esta burbuja ya reventó–.
Este burbujeo parece estar vinculado a un segundo fenómeno: un afán por invertir en retail bursátil. Es el caso de la popularidad de la plataforma de negociación Robinhood, que ha abierto 3 millones de cuentas desde fines del 2019 y ahora tiene 19 millones de usuarios.
También ocurre con el foro “r/wallstreetbets” en la red social Reddit, que anima a sus lectores a hacer apuestas “yolo” (you only live once, o “solo se vive una vez”) en opciones especulativas a corto plazo para obtener ganancias rápidas. Su número de suscriptores casi se ha duplicado desde enero a más de 1.4 millones, superando a su mesurado primo “r/investing”, que pregona las virtudes de invertir en canastas diversificadas de fondos indexados de bajo costo.
Tal euforia ha venido con una tercera excentricidad conductual: el entusiasmo de las empresas por emitir valores, que según la proveedora de data Dealogic, ha aumentado 85% en Estados Unidos con respecto al 2019. Parte de esto puede ser un resultado de la pandemia, pues muchas empresas han levantado capital para acumular reservas. La emisión también es atractiva en épocas de burbujas ya que permite aprovechar valorizaciones elevadas. Hertz intentó levantar US$ 1,000 millones tras declararse en quiebra, pero los reguladores intervinieron.
Por su parte, las firmas tecnológicas, luego de un hiato en la primera parte del año, están apuradas por listar. Las entidades de propósito especial (SPAC) –sociedades instrumentales listadas que luego se fusionan con empresas no listadas, ofreciendo una ruta rápida y heterodoxa para emitir valores– están causando furor. En Wall Street se solía pensar que las SPAC solo servían para empresas indignas de salir a bolsa, pero ahora son bien vistas y han levantado US$ 12,000 millones en lo que va del año, muy cerca del total alcanzado el 2019.
¿Qué hacer ante todo este entusiasmo? Otros activos podrían comenzar a verse más atractivos. El 14 de agosto, Berkshire Hathaway, la firma de inversiones de Buffett, informó que vendió parte de las acciones que mantenía en bancos y compró acciones de la minera Barrick Gold. Pero el valor del oro y de otros activos también se ha disparado esta temporada.
A medida que los mercados sigan subiendo, podría volverse más difícil resistirse a la atracción. Algunos inversionistas podrían amontonar activos y obtener ganancias tras venderlos. Pero hasta las mentes más brillantes pueden terminar embaucadas. Newton detectó con prontitud la burbuja y liquidó sus tenencias, pero volvió a comprar cuando el precio de la acción había alcanzado su pico.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2020