(Foto: Reuters)
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El Nobel de Economía ha reconocido este año a la francesa Esther Duflo con un galardón que distingue su trabajo en la lucha contra la pobreza desde una perspectiva científica pero al mismo tiempo muy práctica y pegada al terreno.

El premio para Duflo, que la semana que viene cumple 47 años, confirma además el dulce momento que vive el estudio de la economía en Francia, con nombres tan insignes como el de Jean Tirole, Nobel en 2014, o el mediático Thomas Piketty, autor de la obra de referencia “El capital en el siglo XXI”.

La labor de Duflo ya había sido reconocida en múltiples ocasiones anteriormente pese a su juventud, con el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales que recibió en 2015 o la medalla John Bates Clark en 2010 (que distingue al mejor economista en Estados Unidos menor de 40 años).

Interesada por las políticas de desarrollo y alérgica a los focos públicos, la economista se ha labrado un nombre en el mundo de los números por su capacidad para aplicar al mundo real las teorías de la lucha contra la pobreza.

Su rostro saltó a la luz en Francia cuando en 2013 el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la incluyó en su exclusivo comité presidencial para el desarrollo, el arma con el que pretendía promover las ideas para acabar con las desigualdades.

Esto supuso la consagración de su laboratorio Jameel Poverty Action Lab (J-PAL), una red de 181 profesores afiliados provenientes de 58 universidades alrededor del mundo cuya misión es “reducir la pobreza garantizando que las políticas públicas se basen en la evidencia científica”, según su página web.Para

Duflo y sus colaboradores, la teoría no se queda en los libros, sino que está pensada para salir a la realidad y confrontarse a los desafíos del mundo que pretendía transformar.

“La clave está en saber cómo hay que gastar el dinero, no cuánto”, señalaba en su libro “Repenser la pauvreté” (Repensar la pobreza), donde teorizaba sobre su divorcio de la macroeconomía en favor de la aplicación de sus tesis.

A partir de esos preceptos, al frente del laboratorio que creó en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), Duflo lanzó un amplio programa de estudio de proyectos humanitarios para optimizar su rendimiento, con el punto de mira en los millones de seres humanos que viven con menos de un dólar al día.

Su laboratorio elige al azar experiencias de ayuda al desarrollo para estudiar su eficiencia. Así, llegó a conclusiones como que ofrecer un saco de lentejas a la familia de campesinos indios del Rajastán que acudían a vacunar a sus hijos se mostró como un método eficaz.

“Hace medio siglo que gastamos dinero en los países en vías de desarrollo sin habernos preocupado de verificar si funciona o no, cómo y por qué”, asegura.

Para Duflo, si las políticas públicas de lucha contra la pobreza no logran sus objetivos es porque parten de una comprensión inadecuada del problema.

Sus postulados revolucionaron la economía hasta ese momento teoricista, según reconoce su amigo Piketty, a quien conoció hace más de 25 años.

De “izquierda pragmática”, Duflo rechaza el discurso “de la derecha” de que el problema del subdesarrollo se asienta en el mal gobierno y lo considera “un argumento para no hacer nada o reducir los presupuestos”.

Nacida en París en 1972 y criada en las afueras de la capital como la segunda de tres hijos de una pareja formada por un matemático y una pediatra protestantes de izquierdas, fue siempre precoz en sus estudios.

La Escuela Normal Superior (ENA) la llevó a Moscú para estudiar la revolución bolchevique y fue en la capital rusa donde tomó gusto por la economía.

Su talento y capacidad de trabajo la pusieron en el punto de mira de las más prestigiosas universidades del mundo, pero finalmente fue el MIT quien se hizo con sus servicios y con 32 años empezó a dar clases en el prestigioso centro.

Es madre de un hijo con el economista indio Abhijit Vanayak Banerjee, también reconocido hoy con el Nobel, y está considerada como una de las economistas más influyentes de Francia, aunque su voz ha sido tradicionalmente más escuchada en Estados Unidos que en su país de origen.