(Bloomberg) Una vez que el alivio inicial del mercado se haga sentir –por el hecho de que, aun durante una ola "anti-establishment" sin precedentes tanto en Europa como en Estados Unidos, los votantes franceses hayan rechazado a una presidenta de extrema derecha como Marine Le Pen del Frente Nacional-, el interés volverá a centrarse en cómo logrará gobernar Emmanuel Macron, un político relativamente novato, un país acostumbrado a la política tradicional.

Y no se trata solamente de sus posibilidades de volver a revitalizar la economía francesa y, trabajando estrechamente con Alemania, ser la punta de lanza de una modernización de Europa.

También está en juego una cuestión más amplia y trascendental: la manera en que los trastornos políticos endógenos están despejando el camino para una mejor gobernanza económica en Occidente en lugar de crear el marco para una posterior conmoción política mayor.

Los resultados preliminares de Francia confirman lo que esperaban los mercados: una derrota decisiva de Le Pen. El hecho de que la casi certeza de los mercados ahora se convierta en una certeza probablemente le dé nuevo impulso a la postura de exposición positiva al riesgo en el corto plazo.

Sin embargo, el alza resultante de las acciones, la apreciación del euro y la reducción del diferencial entre los bonos del gobierno de Francia y Alemania probablemente se vean atenuadas por lo que ya se ha incorporado al precio después de la victoria de Macron en la primera vuelta y las encuestas de opinión que pronosticaban la votación del domingo.

Entretanto, el Banco Central Europeo y el Banco Nacional de Suiza volverán a guardar en un cajón sus planes de emergencia y el BCE también se preparará para recibir una mayor presión para que retire el pie del acelerador de la política monetaria.

ReorganizaciónMás allá de las reacciones inmediatas, mucho dependerá de las consecuencias de una reorganización del establishment que habla de una considerable insatisfacción de los ciudadanos jóvenes. Hay que recordar que más de la mitad de ellos votaron por candidatos marginales en la primera vuelta: Le Pen de extrema derecha y Jean-Luc Mélenchon de extrema izquierda.

Tal como le ocurrió a su padre cuando fue vencido por Chirac en 2002, Le Pen no pudo convertir un resultado relativamente bueno en primera vuelta en un apoyo nacional suficiente en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En cambio, perdió ante una combinación de apoyo genuino a Macron y la unión de los votantes que insistían en que Francia no debía ser conducida por alguien del Frente Nacional.

Esto pone de relieve los desafíos que enfrenta Macron que, hace sólo unos meses, tenía escasas probabilidades en una elección presidencial atestada de candidatos. Hereda un país que, sí, se opuso a las posiciones políticas extremas pero sigue estando sumamente insatisfecho con un sistema que tambalea desde hace demasiados años de bajo crecimiento, alto desempleo juvenil y desigualdades flagrantes.

Ahora que Macron ha sido elegido, los mercados trasladarán gradualmente su atención a su capacidad para superar el estancamiento tanto en su país como en Europa.

EstrategiaAntes de las elecciones parlamentarias de junio, el primer ministro que elija será una señal de cómo pretende "cohabitar" mientras trata de revitalizar Francia dentro de una Europa que espera sea más fuerte y más coherente en su orientación al crecimiento.

Debe moldear y colaborar con una Asamblea Nacional cuyos antiguos partidos tradicionales acaban de sufrir una derrota humillante en las urnas.

Es un desafío que, en muchos aspectos, es similar al que enfrentan otros dos dirigentes del G7 que llegaron al cargo más alto de su país montados en la ola anti-establishment: el presidente estadounidense Donald Trump y la primera ministra británica Theresa May.

Los tres líderes coinciden en que la economía puede –y debería- beneficiarse con tasas impositivas más bajas para las empresas y un gobierno racionalizado.

También coinciden en que la regionalización y la globalización –así como la evolución de la identidad nacional- deben prestar más atención tanto a los perdedores reales como a los que se perciben como tales, aun cuando constituyan una minoría frente a los beneficiarios.

Desde un punto de vista más general, los resultados de Macron, May y Trump hablan de un desarreglo interno histórico del funcionamiento de la política tradicional en el mundo avanzado. Y es parte de un debilitamiento más amplio de la confianza, la credibilidad y la eficacia del establishment, y no sólo en el sector público.

Todavía no está dicho si estos tres líderes podrán conducir a parlamentos dominados por los partidos tradicionales para poner en marcha la productividad, el crecimiento económico y una economía basada en el mercado más incluyente.

Mucho dependerá de la reacción de las fuerzas del establishment que siguen controlando una parte significativa de los sectores público y privado.

Más que un golpe decisivo a la ola anti-establishment, como dicen algunos, la victoria de Macron es una parada en un viaje cuyo destino final todavía está en duda.

Si el desarreglo político interno que experimentan Francia y otros países occidentales da lugar a un crecimiento más alto e incluyente, marcará una revitalización de las democracias liberales de un modo favorable al mercado.

Si no lo hace, será sólo cuestión de tiempo que Francia tenga que vérselas con un Frente Nacional más tradicional, más fuerzas interiores anti-establishment y más coincidencia con la opinión de que la zona euro es cosa del pasado y no del futuro. Y ese es un resultado que a los mercados les parecerá desestabilizador.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión del consejo editorial ni la de Bloomberg LP y sus dueños.