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Este artículo fue adaptado de un discurso pronunciado en la "Cumbre de la " de InvestmentNews en Nueva York, donde el autor recibió el premio "Iconos e innovadores".

A la economía convencional no le ha ido bien en los últimos años, al no poder predecir los principales cambios que han causado un daño significativo a la sociedad. Este desglose arroja luces sobre una pregunta más general: ¿por qué ciertos campos y actividades no han podido beneficiarse lo suficiente de la innovación?

Al analizar las conductas de los hogares, las empresas y el gobierno, la economía tiene como objetivo identificar y predecir oportunidades para mejorar el bienestar social. Pone de relieve el rango de concesiones inevitables, así como las complejidades de las interacciones grupales dentro de los países y a través de las fronteras. Sin embargo, estos objetivos y enormes promesas no han sido equiparados con un progreso suficiente en terreno.

El campo a veces es denominado la "ciencia del descarte" (una referencia al chiste: si le dices a un economista lo que necesitas, te dirá cómo vivir sin ello). Y muchos expertos frustrados han criticado lo que ven como su dominación por parte de los "sumos sacerdotes" que están demasiado alejados de las realidades, oportunidades y problemas cotidianos.

En tanto, la reputación de los economistas convencionales ha recibido una paliza en los últimos 10 años. La mayoría de ellos no predijo la crisis del 2008 que casi llevó a la economía mundial a una depresión de varios años. Tampoco previeron las consecuencias.

La mayoría cometió el error de tratar la crisis como un shock cíclico y pronosticar una réplica de crecimiento en forma de "V". Eran prisioneros de una mentalidad excesiva de reversión a la media: reconocieron que el crecimiento estaba sufriendo un enorme golpe debido a las graves dislocaciones financieras, pero pronosticaron que la actividad económica se recuperaría significativamente y de manera inclusiva.

En lugar de eso, la experiencia de las economías avanzadas se asemeja más a la forma de una "L", donde quedaron atrapados en una "nueva normalidad" caracterizada por un período prolongado de crecimiento bajo e insuficientemente inclusivo.

El daño va mucho más allá de la producción perdida, el menor bienestar del consumidor, la inseguridad económica generalizada y el empeoramiento de la desigualdad de ingresos, riqueza y oportunidades. Las deficiencias alimentaron la política de la ira, junto con una mayor desconfianza hacia el sistema establecido, las instituciones y la opinión de los expertos.

Esto, a su vez, ha disminuido la credibilidad de la economía. Mientras tanto, muchos estudiantes me han manifestado sus quejas de que la economía convencional que se les enseña está divorciada de la relevancia en el mundo real. Es solo una cuestión de tiempo antes de que el financiamiento de la investigación económica corra el riesgo de convertirse en una víctima.

Sin embargo, este gran fracaso no ha sido el resultado de la ignorancia sobre las limitaciones de la disciplina, ni es la consecuencia de la falta de nuevas ideas innovadoras. Aquí hay algunas razones para la erosión de los conocimientos y poderes predictivos de la economía convencional:

  • La proliferación de supuestos demasiado simplificadores, incluidos aquellos que marginan muchos elementos de las interacciones y los comportamientos del mundo real, en un esfuerzo por hacer que los modelos parezcan más "científicos". Esto lleva a confiar demasiado en técnicas y enfoques de estimación excesivamente abstractos.
  • Insuficiente consideración de los vínculos financieros y poca previsión, si es que existe, de la posibilidad de que las dislocaciones financieras puedan perturbar la economía.
  • Adopción débil y a regañadientes de ideas importantes de la ciencia del comportamiento, junto con la excesiva vacilación para desarrollar enfoques multidisciplinarios.
  • Una simplificación excesiva de la incertidumbre y las formas en que influye en las interacciones económicas.
  • Exagerado énfasis en las condiciones de equilibrio y reversión de la media, una tendencia que reduce la comprensión de las transiciones, los cambios estructurales y los puntos de inflexión.

Estas deficiencias se amplifican por los cambios tecnológicos que alteran no solo lo que hacemos sino también cómo lo hacemos, incluidos los avances acelerados en inteligencia artificial, macrodatos, aprendizaje automatizado y movilidad.

Irónicamente, la economía no ha carecido de avances intelectuales que puedan abordar muchas de estas deficiencias. Ha habido un progreso fascinante en la economía del comportamiento y las finanzas, así como en la comprensión del papel de los aspectos técnicos del mercado, las paradas repentinas, los puntos de inflexión, la teoría de los juegos y las influencias políticas.

Sin embargo, muchos de los avances fascinantes y prometedores no han logrado penetrar suficientemente en las bases convencionales de la economía. Como resultado, las herramientas disponibles para la mayoría de los economistas, y las que enseñan a sus estudiantes y usan para informar las políticas, siguen siendo parciales y, en algunos casos, engañosas.

La respuesta para renovar la relevancia de la economía es crear y alimentar una mentalidad más abierta, abordar de manera más explícita los sesgos conscientes e inconscientes y crear una cultura de disrupción dentro del campo. Se trata de exponer a más "sumos sacerdotes" a las realidades de la economía global y los mercados financieros.

También se trata de modernizar el marco institucional. Muy pocos han adoptado las oportunidades de los enfoques multidisciplinarios y, desconcertantemente, demasiados centros de aprendizaje y progreso económico parecen incapaces de incorporar adecuadamente desarrollos prometedores en sus planes de estudios. Muchos de estos problemas se remontan a una distinción económica básica: la diferencia entre invención e innovación.

La invención se define como el descubrimiento de una nueva idea, producto o enfoque interesante. La innovación significa aplicar esa idea a través de cambios en los modelos y la mentalidad existente. Demasiadas áreas hoy contienen la invención, pero no la innovación. Este desacoplamiento perjudicial es impulsado por una combinación de sesgos, puntos ciegos e inercia (sabiendo que necesitas hacer algo diferente pero terminar haciendo más de lo mismo). 

En demasiados casos, la falla tiene menos que ver con la necesidad de tener una idea brillante, y más bien es cuestión de tomarla y adaptarla como corresponde. Eso requiere ser curioso, de mente abierta, estar dispuesto a escuchar, dispuesto a la experimentación, crear zonas seguras para discusiones sinceras y aprender del fracaso.

La economía ha fracasado persistentemente en abordar este problema fundamental y solucionable. Las brechas entre los inventos y las innovaciones han generado demasiadas oportunidades desaprovechadas de mejora en el bienestar para los individuos, empresas, gobiernos y la sociedad.

Por Mohamed A. El-Erian

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.