Bloomberg.- Los mercados financieros se dispararon en estas dos últimas semanas, anticipando el potencial de una política económica más alentadora luego del torrente de sorpresas políticas antisistema. Los banqueros centrales a ambos lados del Atlántico, aunque más restringidos, también se preparan para medidas susceptibles de producir más crecimiento y más inflación.

Después de su elección como presidente estadounidense, Donald Trump y sus asesores confirmaron los planes de avanzar rápidamente con los elementos de su programa favorables al crecimiento, que incluyen más gasto en infraestructura, desregulación y reforma fiscal.

Al mismo tiempo, restó importancia a los componentes contrarios al intercambio comercial, limitando sus comentarios hasta el momento al alejamiento estadounidense de la Asociación Transpacífico no ratificado todavía en vez de apuntar a los aranceles y desmantelar los acuerdos existentes como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

El ejemplo de Trump será probablemente seguido hoy por el Reino Unido. En la declaración anual de otoño, se espera que Philip Hammond, canciller de Hacienda, haga hincapié en una gran negociación entre el nuevo gobierno y la empresa destinada a favorecer el crecimiento. También enfatizaría el gasto en infraestructura, la desregulación y la reforma fiscal.

Ambas iniciativas en materia de política son a la vez el resultado directo de la ola populista que agitó a gran parte del mundo occidental y una reacción a ésta. Ya produjo victorias electorales sorpresivas en el caso del Brexit – el referéndum del Reino Unido en junio por la salida de la Unión Europa – y del presidente electo Trump; y en ambos casos, el partido gobernante en el ejecutivo cuenta con mayoría legislativa.

Fuerzas similares pueden llegar a actuar en el referéndum pendiente en Italia sobre reformas constitucionales, así como también en las elecciones francesas y alemanas del año próximo – por citar algunas. Y antes de todo eso, Alemania ya hizo alusión a que estaría dispuesta a apoyar una menor restricción fiscal en Europa.

Esto está desafiando la percepción que imperó durante largo tiempo de una dirigencia atrapada en un impase político. Uno de los resultados de esta parálisis fue la falta de una respuesta política integral a la debilidad económica, haciendo recaer una parte demasiado grande del peso durante demasiado tiempo sobre los bancos centrales.

Consecuentemente, los mercados se apresuraron a tener en cuenta las perspectivas de un crecimiento mayor del producto interno bruto nominal, llevando los tres mercados bursátiles más grandes de los Estados Unidos hasta máximos récord.

Al mismo tiempo, las tasas de interés subieron en toda la curva de rendimiento, elevando las probabilidades de que la Reserva Federal aumente las tasas en diciembre. Los banqueros centrales también están observando el posible cambio en las perspectivas económicas. Esto les aportará un gran alivio, al menos por ahora.

Durante los 12 últimos meses, un coro creciente de banqueros centrales habló en contra del síndrome de la opción única – es decir, una postura política que confía demasiado en la política monetaria no convencional, y cuyo posible daño colateral y sus consecuencias involuntarias deberían ser tomados con más seriedad. Han expresado cada vez más la necesidad de reformas estructurales a favor del crecimiento y el estímulo fiscal, donde hay margen.

En ese sentido, el hecho de que den la bienvenida a una respuesta política integral es a la vez comprensible y justificable. Después de todo, el mayor desafío que enfrenta Occidente es producir un crecimiento mayor y más inclusivo, y no sólo a los fines del bienestar económico, sino también por razones institucionales, políticas y sociales.

Dicho esto, la cautela de los banqueros centrales está justificada en esta etapa – y no sólo porque sea su tendencia natural. Los pronunciamientos políticos deben ser seguidos por políticas cuidadosamente concebidas y por una implementación sostenida. De lo contrario, tanto el Reino Unido como los Estados Unidos podrían enfrentar el riesgo de cambiar un período prolongado de crecimiento bajo e inequitativo por algo aún más doloroso – la estanflación.

Lo que vendrá en las próximas semanas es crucial, no sólo para los banqueros centrales, sino también para validar la reciente exuberancia del mercado. La administración Trump entrante y el gobierno de Theresa May en el Reino Unido deben producir un conjunto específico de medidas que promocionen el producto interno bruto, tanto real como potencial, a través de un mayor énfasis en el crecimiento en relación con la inflación.

Es una difícil maniobra en materia de políticas después de una década de inacción debido a la polarización política, y después de una dependencia prolongada y excesiva del financiamiento, primero privado y luego de los bancos centrales, como combustible para el crecimiento.

Por Mohamed El-Erian.

Esa columna no refleja necesariamente la opinión de la Comisión editorial ni de Bloomberg LP y sus propietarios.