FOTOS 10 | De las promesas a la realidad:

El Consejo de Estabilidad Financiera (una emanación del G20) también ha emitido recomendaciones para que las empresas incluyan en sus informes financieros anuales el impacto del clima en sus negocios y aplicar una estrategia real. En el mercado de bonos verdes, "todavía joven, también hay mucho trabajo por hacer para mejorar los métodos de 'reporting'", o informes de impacto, dice Marciel. Pero, según él, ya se han realizado esfuerzos reales bajo la presión de los inversores.
FOTOS 10 | De las promesas a la realidad: El Consejo de Estabilidad Financiera (una emanación del G20) también ha emitido recomendaciones para que las empresas incluyan en sus informes financieros anuales el impacto del clima en sus negocios y aplicar una estrategia real. En el mercado de bonos verdes, "todavía joven, también hay mucho trabajo por hacer para mejorar los métodos de 'reporting'", o informes de impacto, dice Marciel. Pero, según él, ya se han realizado esfuerzos reales bajo la presión de los inversores.

Si el mercado de bonos sirve de guía, el sector empresarial de está más ecologista que el año pasado.

Las ventas de bonos verdes de empresas estadounidenses en 2018 ya superaron las del año pasado y están encaminadas a alcanzar un récord, según datos de la Iniciativa de Bonos del Clima (Climate Bonds Initiative).

El aumento no ha sido impulsado tanto por el deseo de engordar los ingresos brutos (no hay pruebas claras y consistentes de un beneficio en la fijación de precios), sino que muchas empresas desean mejorar la imagen de sus marcas y satisfacer la demanda de los inversores.

"Encontramos que el principal factor que hace que las empresas quieran emitir es que ya tienen un programa de sostenibilidad bastante sólido con un enfoque en el medioambiente", dijo Suzanne Buchta, directora mundial de mercados de deuda ambiental, social y gobiernos corporativos en

"Los les dan la oportunidad de compartir la misma historia con otra audiencia, que son los inversores de renta fija que tienen dinero de bonos verdes".

Los gobiernos, las empresas y las instituciones emiten bonos verdes para financiar proyectos que se supone ayudan al medioambiente o al clima, aunque la definición exacta está sujeta a interpretación, lo que lleva a algunos a criticar esta emergente clase de activos.

La primera vez que una corporación estadounidense vendió un bono verde fue en el 2013. Desde entonces, empresas como Tesla Inc., Apple Inc., Toyota Motor Corp. y BofA se han unido como emisores.

El Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial comenzaron a emitir bonos verdes en el 2007. El mercado global ha crecido exponencialmente, mientras que el mercado de EE.UU. sigue siendo una pequeña fracción.

El año pasado, la emisión mundial se elevó a un máximo histórico de US$ 173,000 millones y las estimaciones para el 2018 rondan los US$ 200,000 millones, según datos compilados por Bloomberg New Energy Finance.

En EE.UU., los bonos verdes generalmente requieren una verificación de terceros y un informe continuo, lo que eleva los costos. Por lo general, su precio está alineado con activos similares y no hay evidencia de que los prestatarios obtengan un descuento. Esto puede mantener a algunos actores potenciales al margen.

"Creo que lo que estamos viendo es que las empresas son muy sensibles sobre el beneficio de precios que pueden o no pueden obtener del mercado de bonos verdes", dijo Matthew Kuchtyak, analista de Moody’s Investors Service. "Y la investigación de evidencia general hasta la fecha ha demostrado que no necesariamente hay un beneficio de fijación de precio en el mercado primario para los emisores de bonos verdes".

Pero los defensores de los bonos verdes argumentan que los beneficios como la diversificación de los inversores y una imagen de marketing positiva valen la pena.