La Navidad del 2018 fue deprimente para los inversionistas del mercado bursátil estadounidense. Las exiguas ganancias obtenidas durante ese año se revirtieron, ante temores de una desaceleración global y la guerra comercial con China; muchos pensaban que una recesión era inminente para el 2019. El miedo resultó exagerado.
El índice S&P 500 creció 28.9% el año pasado, cerca del récord del 2013 y muy por encima del promedio anual de la última década. A menudo, diciembre es bueno con los mercados y el reciente fue particularmente fuerte: dicho índice subió 2.9%. Fuera de Estados Unidos, a los mercados también les fue bien. El índice global FTSE AllWorld, aumentó 24% en términos del dólar, su mejor resultado desde el 2009.
Los precios de las acciones suelen elevarse cuando lo hacen las expectativas de utilidades futuras, pero se han estancado recientemente, lo cual no ayuda a explicar el boom bursátil. Lo que jugó un papel más importante fue la reducción de las tasas de interés, pues impulsan los precios de las acciones al incrementar el valor comparativo de flujos de ingresos futuros, tales como las utilidades.
La Reserva Federal (Fed), que cerró el 2018 señalando que ajustaría la política monetaria, cambió el rumbo a principios del 2019 e indicó que la flexibilizaría, de ser necesario, para compensar cualquier shock causado por la guerra comercial. Durante el año pasado, la entidad redujo sus tasas tres veces, deshaciendo todo el ajuste del año previo.
Tras la turbulencia en el mercado de recompra de valores, la Fed también comenzó a adquirir bonos del Tesoro de corto plazo. La movida fue catalogada como una solución técnica a problemas en una parte esencial del sistema financiero, no como un estímulo económico; pero quizás actuó como uno. Luego de la crisis financiera de hace una década, las compras de valores que realizó la Fed fueron consideradas la causa de un rally bursátil.
La vitalidad de diciembre parece haber provenido de un miniacuerdo comercial entre Estados Unidos y China. El primero canceló la imposición de nuevos aranceles y redujo algunos vigentes, y China accedió a comprar más bienes estadounidenses.
No solo fue un buen año para las acciones, sino para la mayoría de activos financieros. Eso es inusual, ya que cuando están en alza activos riesgosos como acciones y deuda corporativa de alto rendimiento, los más seguros, como bonos gubernamentales y oro, generalmente caen. Los inversionistas huyen en manada del riesgo a la seguridad en tiempos de crisis, y regresan cuando las perspectivas mejoran.
Pero cuando las tasas de interés se reducen, generalmente también lo hacen los rendimientos de bonos y, por ende, sus precios suben. Además, una política monetaria flexible tiende a impulsar los commodities. Los índices de precios de bonos corporativos estadounidenses crecieron 9% el 2019, y el precio del oro, 19%. Fue un año récord. ¿Cómo será el 2020?
La potente combinación de flexibilización monetaria y evaporación de riesgos parece haberse agotado. El paso de hostilidad comercial al alto al fuego tuvo gran impacto, pero no es probable que mayores acercamientos hagan mucho más. En tanto, ni la Fed ni economistas independientes proyectan variaciones de la tasa de interés para este año.
Asimismo, es poco probable que el crecimiento económico proporcione un empuje adicional. En Estados Unidos y globalmente, hubo una pequeña desaceleración el 2019 y se espera que continúe. Por tanto, es improbable que las utilidades mejoren, y los inversionistas ya están pagando un ojo de la cara por las acciones. El múltiplo de precio-utilidad por acción es elevado: 21.6 para el S&P 500, muy por encima del promedio de largo plazo (alrededor de 16).
Los años electorales tienden a ser turbulentos para las bolsas. En el último siglo, las de Estados Unidos han estado más boyantes en los primeros dos años del periodo presidencial que en el último. Y los inversionistas temen que los demócratas elijan a alguien de su izquierda radical. Cuando Elizabeth Warren subía en las encuestas en octubre, los fondos de cobertura advirtieron que a los mercados les iría mal con ella.
Ese mes, Paul Tudor Jones, del fondo de cobertura Tudor Investment, basado en Palm Beach, aseguró que la bolsa caería 25% si Warren es electa presidenta. The Wall Street Journal ha reportado que Bridgewater Associates, el mayor fondo de cobertura del mundo, ha gastado US$ 1.5 millones de millones en derivados que serán pagados si el S&P 500 cae para marzo. Es difícil decir mucho sobre el portafolio de un fondo a partir de un solo instrumento, pero por esa fecha se sabrá quién postulará a la presidencia por el partido Demócrata.
Los temores respecto del 2019 fueron erróneos y los del 2020 también podrían serlo. Pero los inversionistas no deberían darlo por sentado. Solo en doce ocasiones desde 1928, el S&P 500 registró mejores retornos que el 2019. En cada uno de esos casos, el año siguiente fue más débil. Y en cuatro de ellos, los retornos fueron negativos.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez