Riad .- Las autoridades saudíes intentan tranquilizar a los inversores afirmando que la purga anticorrupción lanzada la semana pasada no afectará a las empresas, incluso aquellas que tengan vínculos con sospechosos detenidos.

Decenas de personalidades del reino, entre ellas príncipes, ministros y el multimillonario príncipe Al Walid bin Talal, fueron detenidos durante el fin de semana tras una redada sin precedentes que confirmó la creciente autoridad del príncipe heredero Mohamed bin Salmán.

La represión suscitó una incertidumbre entre los empresarios que podría provocar una fuga de capitales o hacer descarrilar las reformas, según los expertos, en un momento en que Arabia Saudí intenta atraer inversiones necesarias para salir del marasmo económico provocado por la caída de los precios del petróleo.

Las autoridades congelaron las cuentas bancarias de los acusados y avisó de que toda actividad relacionada con los asuntos de corrupción sería requisada como propiedad del Estado.

"Conviene precisar que fueron las cuentas individuales afectadas las que se suspendieron hasta que se pronuncien decisiones de justicia definitivas, y no las cuentas de empresas", declaró Ahmed Abdulkarim Akkholifey, jefe del banco central, en un comunicado.

"En otros términos, la actividad de las empresas no se ve afectada", declaró, añadiendo que no habría restricciones para las transferencias de dinero a través de los conductos bancarios legales.

Por otra parte, el ministro saudí de comercio, Majed al Qasabi, aseguró que las empresas, incluidas las que pertenecen a las élites detenidas, gozarán de una "protección total" en virtud de la ley.

Entre los detenidos están el príncipe Al Waleed bin Talal, Waleed al Ibrahim, dueño de la red árabe de canales por satélite MBC, así como el magnate de la construcción Bakr bin Laden y el multimillonario Saleh Kamal.

Los medios locales informaron de que otros hombres de negocios fueron detenidos desde la ola de arrestos del pasado fin de semana.

Con esta purga que los analistas describen como un atrevido, aunque arriesgado, juego de poder, el príncipe Mohamed parece querer centralizar el poder en un grado sin precedentes en la historia reciente de su país.